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Desde la tramoya

Los pillastres de Podemos

Pongámoslo todo junto:

Hemos sabido que el tercero de Podemos, Juan Carlos Monedero, facturó un mínimo reconocido de 425.000 euros a varios gobiernos del ALBA (la región bolivariana de América Latina) por trabajos de consultoría internacional. Y que lo hizo a través de una sociedad limitada unipersonal y sin empleados ni activos, y que con seguridad trataba de defraudar a Hacienda pagando menos impuestos que los que corresponden por facturar como persona física.

El líder del partido, Pablo Iglesias, lo justifica diciendo que “podría haber constituido la sociedad en un paraíso fiscal y no lo hizo”, o que “Podemos está a favor de las empresas”, o que “la consultoría internacional se paga muy bien”. Argumentos de granuja, porque, naturalmente, que Monedero no tenga una cuenta en Suiza o que no sea pederasta no significa que no haya hecho trampas para pagar menos al fisco. Estar a favor de las empresas tampoco justifica fundar una para defraudar, y la consultoría internacional se paga bien, sí, pero no diez o veinte veces más que lo que pagan prestigiosos contratistas como la ONU o el Banco Mundial.

Supimos que el segundo de Podemos, el joven profesor Iñigo Errejón, estuvo recibiendo 1.800 euros de dinero público provisto a través de la Universidad de Málaga, en un proyecto contratado, mira tú por dónde, por la Consejería de Fomento y Vivienda de la Junta de Andalucía, que era, hasta esta semana, de Izquierda Unida, y con un concurso hecho a la medida del joven, y al que, claro, sólo él se presentó. A ningún profesor de la universidad pública española le parecerá muy extraño: todo indica que se trata de la típica justificación para pasarle un buen pellizco mensual al joven Íñigo.

Un profesor asociado puede cobrar unos 500 euros mensuales, para poner la cifra de los 1.800 en perspectiva y supimos también que Errejón no hacía su trabajo en el lugar que fijaba su contrato, sino a distancia, otra granujada que él mismo reconoce que debería haber confesado antes.

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Hemos sabido que Tania Sánchez, a la que yo no citaría si no fuera porque el líder de Podemos se ha transmutado en divinidad diciéndonos que "si tocan a Errejón, a Monedero o a Tania, me tocan a mi", ha estado pasando dinero público a su hermano, administrador de una empresa con domicilio en la casa del padre. Que es más o menos como si nos enteráramos de que Ana Botella contrata con una empresa de su hermano determinados servicios municipales. Y va la nueva líder de IU que va a encargarse de su definitiva deglución por el partido de su pareja, y nos dice que ella no sabía que su hermano era el administrador de esa empresa...

Hemos escuchado al líder de los tres, Pablo Iglesias, defenderlos a todos ellos como un jabato, justificar sus trastadas con argumentos impresentables, llamar repetidas veces "pantuflo" en un alarde de agresiva falta de urbanidad a un periodista molesto, entre risas sarcásticas, y marcarle a Rajoy el tic-tac de la cuenta atrás hasta que llegue definitivamente la toma de los palacios por parte del pueblo, unido, que jamás será vencido. Dicen que ese individuo arrogante y sobrado, mesiánico y autoritario, puede ser presidente del Gobierno: tales han sido los estragos de la crisis.

Ahora los analistas (de Marilyn o de Humphrey Bogart), dirán que Sánchez tiene halitosis o que manzanas traigo. Y la militancia más a la izquierda recurrirá al victimismo y me dirá que yo soy de la casta y esto es La Razón. Yo ya he explicado que entiendo su cabreo, porque a mí, por ejemplo, me ha salido un hijo de Podemos, que es un chico estupendo y al que quiero con locura. Comprendo totalmente el cabreo de la gente y me merece todo el respeto su desahogo. Pero ahora, tanto como en mi hijo, pienso en mi abuela. Ella, que en paz descanse, nos decía que prefería a los malvados que a los "pillastres" (así me lo decía, con esa palabra tan en desuso). Que los malvados al menos sabes por dónde van, pero que esos otros son granujas de medio pelo tramposos y mentirosos que te roban la cartera sin que te des cuenta. Cuánta razón tenía la abuela.

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