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Insostenible

Nicolás Abancéns Tejero

Nuestra forma de vida occidental, lastrada por el principio cristiano de que todo lo creado está al servicio del “hombre”, ha propiciado un desarrollo económico basado, casi siempre, en una explotación intensiva y agresiva del medio, sin tener en cuenta la capacidad del planeta para regenerar los recursos expoliados ni para contrarrestar los efectos negativos de los residuos que nuestra actividad genera. Y lo peor, es que otras civilizaciones han seguido el mismo camino, que sin duda es el más corto para el enriquecimiento, pero de paso para la destrucción de las condiciones de vida que precisan millones de especies, incluida la nuestra. Que la actividad humana tiene un efecto importante sobre los cambios en el clima, es algo que ya pocos discuten, y sin embargo son muy escasas las iniciativas que se plantean globalmente para cambiar los modelos actuales de producción, de forma que el problema lejos de resolverse, sigue agravándose y en muy poco tiempo, que conste que desearía equivocarme, provocará cambios irreversibles y dramáticos en las condiciones de habitabilidad del planeta.

Por otra parte, el desarrollo del capitalismo ha desembocado en un sistema económico que ha dejado de estar basado principalmente en la producción de bienes y servicios, para estarlo en la de otros mucho menos reales, cuando no directamente “virtuales”, es decir hemos pasado de una economía productiva a otra globalizada y eminentemente especulativa, que libre de ataduras y controles se ha convertido en campo abonado para la codicia, la ambición y la falta de escrúpulos. Es de dominio público que los gobiernos, en materia económica, ya no hacen otra cosa que obedecer los dictados de otros entesentesque se escapan al control democrático de los votos. Entidades que sólo buscan su beneficio económico, aunque ello suponga la ruina de países enteros y el sufrimiento de millones y millones de personas.

Y la tercera pata del banco es nuestra progresiva deshumanización. Entontecidos por el consumismo que el capitalismo ha creado, nos hemos acostumbrado a vivir en el “oasis” del llamado primer mundo, donde sólo se es feliz teniendo cosas, poco importa que sean necesarias o no. Oasis rodeado de un desierto de pobreza e injusticia, habitado por miles de millones de personas que sufren y mueren por miles a diario, sin que nuestras conciencias se alteren, ni se nos estropée la digestión. Nos hemos convertido en individuos dispuestos a cualquier cosa, con tal de no perder lo que tenemos, sin importarnos que nuestro vecino lo pierda todo.

La nuestra es una civilización insostenible desde el punto de vista ambiental. Insostenible económicamente y lo más doloroso de todo, insostenible éticamente. Hoy una amigo me ha enviado un correo con una cita de la filósofa y escritora estadounidense Ayn Rand que, a pesar de estar escrita a mediados del siglo XX, expresa con crudeza lo que quiero decir: "Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrá afirmar, sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada".

No tengo claro que aún sea posible revertir la situación, habida cuenta de la complejidad de nuestra sociedad, pero al menos tendremos que intentarlo, antes de abandonar toda esperanza. Si mi diagnóstico es acertado, no caben tratamientos sintomáticos, hay que atajar las causas que lo crearon, empezando por el principio, y éste no es otro que interiorizar desde la infancia y con todas sus consecuencias, que somos sólo una especie más, entre millones, que habitan este planeta y que nuestro futuro está indisolublemente unido a él. No sería la primera vez que sucediera a lo largo de la existencia de nuestro mundo, que una especie modificara tanto las condiciones del planeta, que lo hiciera inhabitable para sí misma, es lo que les sucedió a las algas verde-azuladas. A diferencia de las algas, nosotros somos una especie de animales listos y deberíamos ser capaces de invertir la situación y no llegar a crear las condiciones que acaben con nosotros, aunque no estoy seguro de ello.

Nuestra condición animal debe ser asumida en toda su dimensión, ser conscientes que en nuestros genes van impresos impulsos, instintos, sentimientos, etc. fruto de la evolución de millones de años, y que muchos de ellos, como naturales que son, están enfocados sólo a la supervivencia y en ocasiones se oponen frontalmente a principios éticos, que pese a ello consideramos irrenunciables para otorgarle dignidad a nuestra vida. Por lo tanto resulta imprescindible que esos postulados éticos, por tanto transculturales y universales sean asumidos por toda la sociedad, bien libremente u obligados mediante leyes. Los ciudadanos debemos exigir a los partidos políticos que incorporen a sus programas esta cuestión, y en este momento sobre todo se traslade al mundo de la actividad económica. Si al individuo en su actividad diaria se le imponen normas de conducta, se penalizan algunas de sus acciones o criminalizan determinados actos, lo mismo debe suceder cuando se convierte en actor económico. No es sostenible dejar que actúe sin ninguna cortapisa, porque entonces, igual que ocurriría en cualquier otro ámbito, volveremos a la ley de la naturaleza, donde sólo sobrevive el más fuerte y eso hemos convenido que no es “humano”. Hay que regular la actividad de los mercados, igual que se hace con los partidos de fútbol o con las relaciones personales, subordinándolos siempre a la concordancia con esos principios que hemos considerado irrenunciables. Cualquier actividad humana donde no se primen esos principios éticos, acabará siendo pasto de los desaprensivos y la injusticia y el desprecio hacia los débiles se impondrá como daño colateral ineludible.

Ser plenamente conscientes de las limitaciones que nos impone nuestra condición animal y por ello contrarrestarlas con la Ética, es desde mi punto de vista la “última tabla de salvación” a la que podemos agarrarnos. ¿Estamos aún a tiempo?

_____________Nicolás Abancéns Tejero es socio de infoLibre

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