Crisis en la eurozona
Cómo Europa estranguló a Grecia
Días antes del referéndum, un asesor del Gobierno griego recibió a varios periodistas franceses, entre los que se encontraba el enviado especial de Mediapart a Atenas Christian Salmon. Con él abordó cómo han sido los cinco meses de Gobierno de Syriza, las conversaciones mantenidas con los responsables europeos, la situación catastrófica de Grecia. Nuestro interlocutor ocupaba un puesto central en el engranaje ministerial encargado de las negociaciones con la Unión Europea. No habla con demasiado cariño de las instituciones europeas y describe la existencia de una estrategia deliberada de asfixia, por parte de las instituciones europeas, aunque también juzga con dureza algunas de las decisiones tomadas por el Ejecutivo griego. Este es su relato:
Desde el primer momento, no estuve de acuerdo con el modo en que se llevaron a cabo las negociones con los líderes europeos. El Gobierno griego mantuvo conversaciones, acuerdos sobre la política presupuestaria, las condiciones, etc. Pero, en estas conversaciones, el Ejecutivo siempre era el que hacía las concesiones, el que se aproximaba a la troika, sin que ellos [los líderes europeos] dieran ni el más mínimo paso en nuestra dirección. Nunca abordaron la cuestión de la deuda: su reestructuración, su sostenibilidad. Nunca se debatió la financiación; el BCE, ¿iba a levantar todas las restricciones?, ¿cuánto podrían pedir prestado los bancos?, ¿y el Estado a los bancos?
Porque no podemos pedir prestado nada. Podíamos hacerlo hasta el mes de febrero. Entonces aún podíamos emitir deuda. Títulos a corto plazo, obligaciones a un tipo fijo a tres meses, la mayoría a un año. Sin embargo, este Gobierno nunca recibió autorización para utilizar estos instrumentos. Al llegar al poder, se acabó. El BCE dijo “se acabó emitir de deuda” (véase el artículo El BCE da un golpe de Estado financiero).
Entonces, el Estado ya no podía pedir más préstamos a los bancos. Además, desde marzo, comenzamos a recortar los gastos del Estado todo lo que pudimos. Agrupamos todas las reservas de dinero de diferentes organismos, agencias, autoridades locales para pagar al FMI. Tuvimos un problema con las finanzas públicas, con el excedente primario, no podíamos pagar al FMI, así que tuvimos que arañar dinero de aquí y allá. Esto llevó a la reducción de la liquidez interna. Los bancos, las empresas exportadoras, las empresas manufactureras no podían pedir más préstamos. La gente ya no podía hacer frente a sus deudas. Ya no podían obtener ni la más mínima ampliación de sus créditos. El sistema de crédito empezó a dejar de funcionar, comenzó a desintegrarse.
Por supuesto, los bancos contaban con reservas de seguridad, pero cuando decidieron que los bancos tampoco podían acceder a los fondos de urgencia de liquidez [Emergency Liquidity Assistance, ELA], las entidades bancarias tuvieron que cerrar, para agotar sus reservas.
Las empresas que no abonan los sueldos mediante transferencia bancaria no pueden pagar a sus trabajadores en metálico. Y no son pocas las que recurren a este sistema. Se limitan a decir: “No tenemos ingresos, así que te pago 500 euros en lugar de los 800 euros. Veremos lo que pasa cuando vuelvan a abrir los bancos”. Estamos en una situación que, poco a poco, ha derivado en una reacción en cadena, una especie de pánico bancario a cámara lenta y de hundimiento. Una suerte de infarto, si se entiende la liquidez como la sangre de la economía. El pasado fin de semana, cuando el BCE paralizó todo, sufrimos una crisis cardiaca. Ahora estamos padeciendo las reacciones adversas. Hay varios órganos paralizados. Algunos han dejado de funcionar; otros están intentando seguir en marcha, pero no tienen suficiente sangre.
Varufakis rompe con los tópicos
La gente se pregunta por qué Tanis Varufakis es tan impopular en el seno del Eurogrupo, porque no lo quieren... Mucha gente dice que parece que siempre está dando lecciones, que parece arrogante. Creo que esta gente, sobre todo los políticos del Eurogrupo, los demás ministros, han visto en él a un personaje muy distinto de los que hasta la fecha se han podido encontrar en su círculo, diferente a otros cargos electos en un proceso político normal. ¿Es verdad, no?
Se trata de un hombre que tiene un estilo de vestir propio [en alusión a sus características cazadoras de cuero y a que no lleva corbata]. Está muy seguro de sí mismo y al mismo tiempo es muy amigable, muy abierto, muy honesto. Cuando se le plantea una pregunta, no se anda con rodeos, no cambia de tema. Y esto supone un problema, para los políticos, los periodistas y los medios de comunicación. Ambos aspectos ponen de manifiesto que Varufakis se sale de lo corriente, no conviene, a ojos de los demás. Al mismo tiempo, se trata de toda una celebridad y suscita opiniones completamente encontradas; o se le ama o se le odia.
Hay pánico conque si los bancos reabren, tendrán que ser recapitalizados
Habitualmente, la liquidez del mercado, el dinero [en efectivo] en circulación ronda los 10.000 millones de euros. Ahora, con lo que ha pasado, la gente guarda el dinero bajo el colchón y la liquidez es de unos 50.000 millones de euros. 50.000 millones de euros en metálico se encuentra en circulación y el BCE lo ha paralizado todo.
La gente que tiene en su cuenta 20.000, 30.000, 40.000 euros solo puede sacar 60 euros al día. En caso de que dispongan de varias cuentas, es posible retirar más en metálico. Pero, ¿qué pasa con la gente que carece de ahorros, que vive exclusivamente de su sueldo? A fin de mes están pelados. Y, de repente, solo pueden sacar 60 euros.
Estamos a finales de mes, que es cuando cobra la gente. Hacen cola ante los cajeros y tienen miedo. Porque los 60 euros han pasado a ser 50 euros. Porque los bancos andan justos de billetes de 20 euros. Aunque desde ayer [por el 2 de julio], solo dan billetes de 50 euros. Únicamente los bancos pequeños, como las cajas postales, todavía pueden dar los 60 euros diarios previstos. Y eso es porque tienen menos clientes. Los cuatro bancos grandes (National, Pireaus, Alpha y Eurobank) andan justos de billetes de 20 euros, por lo que solo dan billetes de 50 euros. De 60 euros, hemos pasado a 50 euros.
Las reservas bancarias disponibles se están agotando. Si todo el mundo saca 60 euros, llegará el momento en que los bancos no tendrán más dinero. Y ahí es cuando empieza el problema, en cuyo caso, si no tenemos acceso a los fondos de urgencia del BCE, no tendremos otra alternativa que emitir una especie de moneda paralela.
Sería el fin de la economía. Ya hay miedo. Hay pánico ante la idea de que aunque reabriesen los bancos, tendrán que ser recapitalizados. Pero aunque las entidades bancarias pudieran acceder a los fondos de urgencia, deberían recibir también la autorización pertinente para pedir préstamos directamente al BCE. Pero el BCE ha dicho “no, a partir de ahora, ya no aceptamos vuestros colaterales [títulos que sirven de depósito de garantía cuando los bancos se refinancian directamente en el Banco Central]. Tenéis que financiaros más caro con los fondos ELA”. Esta es una de las limitaciones que golpea a los bancos. Pero si se quedan sin reservas, el Estado tendrá que abonar 40.000 millones para reconstituir el capital que los bancos perdieron tras la restructuración [de 2012] de las viejas obligaciones griegas.
Estos 40.000 millones representan una parte del segundo rescate de 2012 –firmado tras la restructuración de la deuda privada–, que rondó los 170.000 millones de euros, 50.000 millones de los cuales estaban dirigidos a recapitalizar a los bancos.
Hay otro problema. En el marco de este plan, los fondos públicos (de pensiones, de la seguridad social, etc.) han sufrido pérdidas casi tan importantes como los bancos, sino mayores, que han afectado a las reservas; se han visto forzadas, conforme a la ley, a aportar sus reservas al Banco Central de Grecia y este podía emplear dichos fondos para comprar obligaciones en su nombre.
En mi opinión, ha sido un escándalo mayúsculo. Parece que muchos políticos, banqueros, muchas personas conocedoras de la situación –que tenían obligaciones compradas al 20% de su valor nominal– acudieron al Banco de Grecia. Y este se las recompró al 100% de su valor. De este modo, aquellos obtuvieron todo el dinero y todo el peso del descuento automáticamente lo han soportado las arcas públicas.
De modo que, los fondos (de pensiones etc.) se han visto forzados a echar mano de sus reservas para comprar las obligaciones del Estado, que habían perdido el 70% de su valor. Estos fondos, los fondos de pensiones, deben hacer frente en estos momentos a un problema mucho más grave que los bancos. Los fondos de pensiones tienen que hacer proyecciones a 15-20 años vista para poder abonar las pensiones, cuando la población de mayor edad está aumentando y la población activa cae. También deben pagar las prestaciones sociales por desempleo, etc. Y todo esto está saliendo a la luz de forma simultáneamente.
Desde finales de febrero, y cuando menos desde mediados marzo, era evidente que los acreedores no iban a respetar el acuerdo del 20 de febrero, que preveía que Grecia propusiera sus reformas y que la troika –las instituciones, como se la denomina ahora– las evaluase y diese su conformidad. Nada de esto sucedió así.
Las instituciones rechazaron una vez tras otra todas las propuestas de reforma sin ni siquiera mirarlas. Varufakis les decía: “Déjennos completar cuatro o cinco reformas sobre las que hemos alcanzado un consenso y que creemos necesarias, permítannos ponerlas en marcha y podrán evaluarlas y valorarlas”. Una tras otra fueron rechazadas con la siguiente justificación: “No, no. Necesitamos alcanzar un acuerdo marco global antes de poner en marcha las reformas. Si se ponen en marcha dichas reformas, estaremos ante una acción unilateral. No las hemos aprobado aún –es verdad, estamos de acuerdo–, pero aún no hemos detenido el excedente primario presupuestario”.
Teníamos las manos atadas, no podíamos hacer nada. Al mismo tiempo, querían ver nuestros libros, las cuentas públicas del Ministerio de Finanzas, las del Banco Central, porque no se fiaban de nuestros datos. Varufakis les decía: “Volvamos al acuerdo del 20 de febrero. Se alcanzó el compromiso de dejar de supervisar la economía griega. Y no nos ayudan a garantizar la viabilidad de la economía para recuperar progresivamente la senda del crecimiento. Este era el objetivo del acuerdo del 20 de febrero, una extensión del programa [de ayuda] en vigor. El 30 de junio, el programa concluyó”. Pero desconectaron a los bancos. El 30 de junio, el programa se paralizó. Y dejamos de estar incluidos en un programa.
¡Y luego está todo el dinero que nos deben! Alrededor de 17.000 millones de euros, de ellos 10.000 millones en el marco de los fondos de estabilidad financiera que, según el acuerdo del 20 de febrero, debían pagarnos. No hemos recibido ni un céntimo desde junio del año pasado. En los últimos 12 meses, hemos pagado unos 10.000 millones a los acreedores, procedentes de nuestros recursos, sin recibir un solo euro, pese a que habían accedido a ayudarnos, con ciertas condiciones, por supuesto.
Una tortura financiera y presupuestaria
Todos los préstamos recibidos –240.000-250.000 millones de euros– han ido directamente al servicio de la deuda y han retornado a los acreedores. El primer plan de rescate consistió en un rescate de los bancos y en una transferencia al Estado. No recibimos ninguna ayuda financiera para pagarlos. No podíamos pedir préstamos a corto plazo. No podíamos tomar ninguna medida para mejorar la liquidez de la economía: el BCE impuso restricciones, unas detrás de otras. Es lo que desde el primer momento llamé estrangulamiento del crédito.
A mediados de marzo, alguien dijo desde Bruselas: “Sí, las instituciones (BCE, FMI, Comisión) utilizan el crédito para asfixiaros, para forzar al Gobierno a someterse a aceptar las reformas. Hacedlas rápidamente”. Para mí, suponía admitir que utilizaban el peor de los chantajes económicos en contra del país. La peor de las sanciones económicas. Téngase en cuenta lo ocurrido en Irak. En lugar de imponer un embargo comercial, los norteamericanos hubieran podido decir: “Cortamos todos vuestros activos, los bancos ya no tienen dinero, ni dólares, nada, a partir de ahora solo disponéis de los billetes de los bancos, vais a tener restricciones”. Pero en Irak no se hizo esto. Se ha producido un embargo comercial, no una asfixia organizada financiera o del crédito. Porque esta situación, en un momento dado, acarrea la muerte. No podemos sobrevivir si a largo plazo seguimos recibiendo este tratamiento. Es lo que Varufakis ha bautizado como el suplicio de la bañera (waterboard). Una tortura financiera y presupuestaria.
He oído a alguien que le decía a Varufakis: “Tenemos que contar que están cometiendo un crimen equivalente a un crimen contra la humanidad. La economía del país está destruida. La gente es pobre y no tiene casa, niños incluidos. Esta es la realidad. Estos hechos se han producido de forma intensiva para conducir a una forma de chantaje, que es un crimen en relación con la legislación internacional, los tratados europeos. No podemos continuar así porque supondría dar legitimidad a este crimen”. Para mí es abominable. No es una negociación, es un acto de tortura, como si nos pidieran que denunciáramos a los miembros del partido.
Por desgracia, Varufakis sigue creyendo que puede hacerles entrar en razón, hacerles negociar. La única solución que le queda a las instituciones es llevar la crisis a su paroxismo y decidir después. ¿Decidirán o no hacer que la economía griega se hunda?
El Gobierno pensaba que hundir la economía griega desencadenaría el hundimiento de la economía mundial, Pero no ha sido así y lo siento mucho. He seguido la evolución del euro, cómo ha reaccionado frente a los experimentos. Schäuble [ministro alemán de Finanzas] y Berlín son listos. Alimentan la crisis de forma artificial. “Los griegos no colaboran. No han comprendido lo que hay que hacer. No dan ninguna cifra”. Ahora bien en lugar de caer, el euro ha subido. Lo mismo ha sucedido con los mercados bursátiles.
Solo en la última semana [antes del referéndum], los responsables griegos comprendieron lo que estaba pasando. Varufakis ha hablado mucho al respecto. Dijo que debíamos acudir al Tribunal Europeo de Justicia, pero una vez se produce el estallido de la crisis, los argumentos legales no sirven de ayuda.
Dije que Tsipras tenía que ir al Parlamento Europeo y hacer público el modo en que estaban siendo tratados en los últimos meses y por qué rechazaban adoptar las medidas de austeridad, por qué prefería perder las elecciones a instaurar estas medidas. En cada ocasión que intentaron llevar a cabo negociaciones políticas, les han pasado por encima. Veinte veces con Merkel, cinco veces con Schäuble. ¿Cuántas reuniones del Eurogrupo terminaron con un “consulten a los equipos técnicos, consulten con la troika?” Los griegos reclamaban una decisión política. Y les respondieron: “Nuestra decisión política es consultar con los equipos técnicos. No pueden tener una decisión política sin una decisión técnica”.
En cada ocasión, trataron de destruir el prestigio que había ganado el Gobierno griego en el curso del primer mes de negociaciones. En aquel momento, los líderes europeos decían: “Se abre una nueva esperanza para Europa, para Alemania, España. Los griegos nos muestran su camino”. Si hubiesen dicho: “Es el fin. Ya no aceptamos negociar”, lo que le dijeron indirectamente a Dijsselbloem [ministro de Finanzas de los Países Bajos y presidente del Eurogrupo], por ejemplo, las cosas habrían quedado claras. Habríamos dado la batalla, pero no lo hicieron así. Se celebró una reunión del Eurogrupo y otra, reuniones de trabajo y una y otra reunión más del Eurogrupo… Los líderes europeos llevaron a cabo pseudonegociaciones. Una pérdida de tiempo que a ellos les han permitido ganarlo. Durante todo este periodo, hicieron campaña en contra de Varufakis, le mataron desde el punto de vista mediático. Y él, seguía negociando. ¿Qué esperaba?
Aquí estamos. Hemos perdido todo el apoyo económico para dar con los términos de un nuevo acuerdo y perdido toda la credibilidad para forzarlos a negociar con nosotros. El Gobierno Tsipras dice que cuando nos dieron el ultimátum, el acuerdo que debíamos tomar o dejar, incluía medidas peores que las que exigidas al Gobierno precedente. El ala derecha del Gobierno, Tsipras y Varufakis, se dijo: “O vamos al Parlamento y repetimos el escenario chipriota, con lo que durante el fin de semana el BCE le diría al Parlamento que o toma medidas el lunes o adiós al sistema bancario”. O hacían lo que hicieron, celebraban el referéndum, lo que implicaba que habrían de soportar la situación vivida en Chipre durante una semana.
Varufakis y Tsipras decía que en caso de la victoria del no en el referéndum, su posición se vería reforzada para acabar con este tipo de acuerdo que excluye la restructuración de la deuda o el ajuste presupuestario. Porque la realidad es que en estos momentos los montantes adeudados por los europeos (17.000 millones de euros), más 16.000 (o 20.000 millones) del FMI están perdidas, el programa ha acabado. Y es necesario alcanzar un nuevo acuerdo. Lo primero que hay que hacer es ir a mendigar fondos de urgencia al BCE. Pero los líderes europeos dicen que necesitan volver a sus respectivos Parlamentos a hacer la consulta etc. No obstante, se impone una recapitalización (de los bancos) para poner en marcha nuevamente la economía. Es la primera condición para poner en marcha un nuevo programa.
La Eurozona está cometiendo un crimen contra la humanidad
Al mismo tiempo, incluso hablar de un Grexit resulta problemático –es ilegal ya que no existe ninguna disposición en los tratados que lo autorice–, pero los líderes europeos no se han atrevido a utilizar este argumento. No hay ninguna garantía de que la salida del euro de Grecia se vaya a producir de manera ordenada, negociada, pacífica, más bien de manera desordenada con gente corriendo a las tiendas para hacerse con provisiones. Si no se pone en marcha un proceso de salida del euro, en ese caso, la salida se convierte en un arma de destrucción masiva. Si se amenaza a alguien con su salida del euro, se está poniendo al límite a la resistencia del sistema bancario, en ese caso se destruye rápidamente el sistema bancario y después hay que rebuscar entre las ruinas para crear una nueva moneda, que necesitará de varios meses para ver la luz.
Han dicho que este panorama sería destructivo y desastroso para nosotros, como lo es para vosotros. A priori, no estoy de acuerdo con este planteamiento. Se trata de un chantaje. Y esto permite a los demás acusarnos de chantaje. Es ridículo acusar a un país, que ha sido destruido durante cinco años, de chantaje. Se trata de un argumento pésimo. El argumento bueno es el de que la salida de Grecia del euro, como el resto de medidas que los griegos han padecido, es ilegal conforme a la legislación internacional, la legislación laboral, los tratados europeos, la Declaración Europea de los Derechos Humanos, los derechos laborales… pero teníamos un Gobierno que no quería oír hablar del asunto, sino que prefería antes atacar a la oposición que a los acreedores. No vio que se trataba del arma más poderosa que teníamos.
Cuando estás del lado de los débiles, solo hay dos vías: una es la legislativa –apelar a la legitimidad–, la otra es la de la verdad –quién está en lo cierto, quién está equivocado en sus argumentos, conforme a los derechos humanos–. Según la ley, todas las personas somos iguales. Este es el fundamento de la democracia representativa. Así, si se apela al Tribunal Europeo de Justicia diciendo “no me han tratado con equidad en tanto que miembro de la Unión Europea, de la OTAN”, no pueden ignorar la causa.
Pero si se emprende la vía legal, el camino puede ser arduo. Por lo que esta vía queda descartada. Hay que alcanzar la deslegitimación política: hacer saber al mundo entero que la Eurozona está cometiendo un crimen contra la humanidad. Probarlo en diez años, me resulta indiferente, pero si llevas la causa ante el Tribunal y dices: “Hasta que se examine la causa, estas medidas deben cesar”...
Ahora es demasiado tarde. Se trata de una cuestión de hegemonía política e ideológica. Al principio, Varufakis, con sus argumentos, trató de cambiar la opinión pública en Europa e incluso en Alemania. Los responsables del Eurogrupo respondieron. A principios de febrero, Dijsselbloem le dijo a Varufakis: “O firmáis el memorándum o vuestra economía se hunde. ¿Cómo? Vamos a dejar caer el sistema bancario”. El presidente del Eurogrupo afirmó esto. En su última entrevista en la televisión pública griega, hace dos días, Yanis Varufakis justificó: “No denuncié estas palabras en su momento porque confiaba en que la razón prevaleciese sobre las negociaciones”.
Entonces, ¿por qué no nos han respaldado? Simplemente porque el Eurogrupo no es un órgano que funcione de forma democrática. Ellos [el Gobierno griego] se dio cuenta de nuevo demasiado tarde cuando los europeos quisieron excluir a Varufakis, tras el anuncio del referéndum. Había voluntad de humillación. Varufakis preguntó: “¿Quién lo decidió?” Dijsselbloem le respondió: “Lo decidí yo”. ¿No tendría que haberse sometido a votación? ¿Esta decisión no tendría que haberse tomado de forma unánime? En condiciones de funcionamiento normal, por supuesto que sí, pero en el Eurogrupo no es necesario porque no se redacta ninguna acta. Tampoco existe ningún documento formal. Cuando un responsable sale del Eurogrupo puede contar lo que quiera. Nadie puede decir: “¿De verdad habéis dicho eso? Consultemos el acta”. No existe el minutado de los debates.
Varufakis dijo que había grabado las reuniones porque debía informar al primer ministro y a los demás miembros del Gobierno lo que él decía. Los demás pusieron el grito en el cielo. Habla de incidentes que pone de manifiesto que la Eurozona es completamente no democrática, casi neofascista. Discutir mucho con Schäuble puede ser peligroso porque se corre el riesgo de quedarse sin financiación. Los bancos alemanes quieren su dinero. Es una organización en la que no se puede dejar oír tu voz. Varufakis es el único que ha hablado abiertamente. Schäuble ha dicho: ¿Cuánto quiere para dejar la zona euro?”. No desea a Grecia en el euro. Fue el primero en hablar de la salida de Grecia en 2011.
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Entramos en la batalla pensando que contábamos con las mismas armas que ellos. Subestimamos su poder. Se trata de un poder que se inscribe en una verdadera fábrica de sociedad, en la manera de pensar de la gente. Se basa en el control y el chantaje. Tenemos pocos medios frente a él. El edificio europeo es kafkiano.
Esta entrevista se realizó días antes del referéndum, en el marco de una investigación llevada a cabo por Christian Salmon, enviado especial de Mediapart. Christian Salmon pidió una entrevista a un ministro del Gobierno de Tsipras, a raíz de lo cual, uno de sus asesores se puso en contacto con él y le propuso una entrevista esa misma tarde. En la terraza de un café situado al fondo de un pasaje próximo a la Plaza Syntagma, el asesor del Gobierno habló durante casi dos horas de los cinco meses de Gobierno, sus errores tácticos, las conversaciones con los líderes europeos, la situación catastrófica de Grecia. El asesor griego accedió a conceder esta entrevista con la condición de preservar su anonimato.
Traducción: Mariola Moreno