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Felipe González (el aburrido)

Jorge Sampedro Reimúndez

El autoproclamado vigilante de las esencias nos advierte de que las propuestas que nos traslada este nuevo partido, que apareció hace poco más de un año en el escenario político, son utópicas. También reconoce que está mayor, pero según él, con la cabeza más joven y lúcida que la del nuevo líder. Es cierto que está mayor, todos lo estamos, pero hombre uno esperaba del señor González aportaciones de mayor calado, de mayor rigor, adecuadas al nivel cultural de la actual ciudadanía, muy diferente de aquella a la que él seducía a principios de los ochenta.

Los que aportamos el nuestro a los más de 10 millones de votos que lo auparon al poder allá por el año 82, le podemos perdonar, a Don Felipe, muchas cosas: sus promesas electorales en el terreno social y laboral que inmediatamente abandonó bajo la excusa de la “herencia recibida”. Le podemos perdonar que hubiera aceptado y gestionado desde el primer momento el sistema capitalista, capitulando ante la banca y los empresarios que inmediatamente, junto con el ejército y la iglesia, se dieron cuenta de que no tenían nada que temer, es más, comprendieron que el descontento social que iba a ocasionar la reconversión industrial, las privatizaciones,  la contención salarial y el control del gasto público, quedaría muy atenuado al ser ejecutadas tales medidas por un gobierno del Partido Socialista Obrero Español.

Le podemos perdonar la normativa que extendía la contratación temporal autorizando hasta 14 modelos de relación laboral, lo que supuso el inicio de los actuales contratos basura. Le podemos perdonar que se estableciera el despido colectivo en empresas de menos de 25  trabajadores. Le podemos perdonar la incorporación en la OTAN (aunque fuese a través de referéndum). Le podemos perdonar y le perdonamos durante todos estos años multitud de engaños, de corruptelas, de irregularidades. Le podemos perdonar que no hubiera hecho nada por restituir con verdadera justicia a todas esas personas que habían sufrido los crímenes del franquismo (incluso perteneciendo la mayor parte de esas víctimas a sus filas) supongo que por pensar que dejando la porquería bajo la alfombra se obtenía aquello que más ansiaba: el poder por encima de las necesidades del pueblo.

Los votantes de izquierdas se lo perdonamos. 

Pero a este señorito andaluz que se ocultaba bajo una chaqueta de pana, que a través de la “puerta giratoria” se enchufó en Gas Natural y que cobra la nada desdeñable cifra de 15.000 euros mensuales por acudir a cuatro juntas y que, según dice, va a dejar de ser consejero porque “se aburre” (expresión que denota un cinismo sin límites, que conlleva una burla infame a los millones de parados que, desesperados, pasan un mes tras otro por las colas del INEM), esto no se lo podemos perdonar.

Compañero González, aunque acaben con las puertas giratorias aún le quedarán a usted los 80.000 euros de vitalicio sueldo, el asistente personal y la secretaria, los gastos de oficina y de carácter social, el automóvil, su chofer y sus guardaespaldas, sin olvidarnos del gratuito transporte por vía aérea, marítima y terrestre que, allá por el año 92, estableció por ley (ya acertadamente vislumbraba que se acercaba su condición de ex presidente ), medida que, por cierto, no llevaba en su programa. Sin olvidarnos de que cuando su aburrimiento se vuelva insoportable y abandone Gas Natural, se sentará, en su condición de consejero nato, en la poltrona del Consejo de Estado, en compañía de “otros ilustres” comandados por el señor Romay Becaría, por cuyo ¿cometido?, eso sí, nunca vinculante, percibirá de todos nosotros “pobres utópicos” otros nada desdeñables 76.000 euros.

En la actualidad y en agradecimiento a todas estas gentes de bien que a lo largo de todos estos años han seguido disculpándolo, el señor González corresponde lanzando todo tipo de vituperios sobre esta iniciativa ciudadana que se está movilizando en torno a Podemos, tratándolos de utópicos, de populistas, de chavistas, ignorando que detrás se encuentran millones de personas, personas que al contrario que él siguen, utópicamente, buscando reducir la desigualdad, buscando inculcar a la ciudadanía una mayor solidaridad, buscando, en fin, lograr una sociedad que sea más justa y equitativa, que no haga del dinero la única opción de ser.

Somos muchos los que pensamos que este capitalismo salvaje que sustituyó la inversión productiva por la especulativa, que empezó machacando a los marginados, siguió con los trabajadores, más tarde con los autónomos, luego les tocó el turno a los pequeños empresarios y que ahora fagocita a sus propios creadores, se tiene que terminar. Hay otra forma de gestionar la economía.

Si ganan, es posible que nos decepcionen, pero como usted bien sabe, decepcionar al ciudadano está a la orden del día.

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Como en su día tan lucidamente manifestó, ahora sí: transfórmese en jarrón chino y déjenos en paz.

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Jorge Sampedro Reimúndez es socio de infoLibre

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