@cibermonfi
Una jeringuilla en el lavabo
La cobertura del entierro de Enrique Tierno Galván, el 20 de enero de 1986, fue mi último trabajo en la sección de Madrid del diario El País antes de viajar a Beirut y comenzar así un ciclo de cuatro lustros como corresponsal en el extranjero. Fue un hecho fortuito, pero comprenderán que mi memoria lo atesore como muy significativo. La muerte de Tierno, al que yo le había hecho reportajes desayunando en el Café Comercial, bailando por la noche con una miss africana o intentando sembrar de patos el Manzanares, clausuraba una apasionante etapa madrileña no sólo para mí sino para cientos de miles de vecinos de la Villa y Corte. Con la desaparición del Viejo Profesor podíamos dar por terminada la Transición y hasta la Movida. Madrid ya había pasado del gris marengo del franquismo a los colores de la democracia.
Pensé mucho en Tierno durante la campaña electoral que llevó a Manuela Carmena a la alcaldía de Madrid. No fui el único, por supuesto. La edad, la educación y la sabiduría de la jueza despertaron el recuerdo del Viejo Profesor en muchos de los vecinos de Madrid que peinamos canas. También su progresismo razonable y el uso de un fino sentido del humor. No estoy diciendo, no, que Carmena sea un clon de Tierno; cada cual, es obvio, tiene su propia y distintiva personalidad. Lo que estoy diciendo es que no resulta absurdo emparentarlos. ¿Y saben una cosa? Creo que los elementos citados también fueron decisivos en el atractivo de Carmena ante los jóvenes. Le pasó a Tierno en su día y, ya que estamos en ello, al Mitterrand reconvertido en Tonton de las elecciones presidenciales francesas de 1981 y 1988.
Entre Tierno y Carmena, Madrid, gobernada por el Partido Popular, había vuelto a agrisarse. No discuto que la ciudad hubiera crecido, se hubiera dotado de nuevas infraestructuras y luciera más ricachona en ese largo período. De lo que estoy hablando es de su alma. Allí donde en los tiempos de Tierno era festiva, libertaria y solidaria se había convertido en beatona, patriotera y neoconservadora. La cacerolada a Reagan promovida por Tierno había dado paso al Totus Tuus de la bienvenida al Papa; el sueño del baile popular en el patio de una corrala había sido sustituido por el del enriquecimiento rápido y deshonesto del capitalismo de amiguetes de Esperanza Aguirre, Miguel Blesa y Rodrigo Rato.
Tierno heredó del franquismo una ciudad tan sucia que resultaba difícil reprimir las ganas de vomitar al caminar por sus calles; ya no digamos al encontrarse una jeringuilla en el lavabo. Carmena recibió el mismo legado del PP. A los que tienen un chalet en Somosaguas, Puerta de Hierro o La Moraleja les importa un comino que el resto de sus vecinos malvivan entre basuras. Lo que de verdad les importa es no pagar impuestos, conservar en sus cuentas hasta el último céntimo de sus ingresos millonarios; ya se costearán ellos su limpieza, su seguridad, su sanidad y su educación privadas.
El primero de los célebres bandos de Tierno fue sobre la limpieza de la Villa y Corte. Carmena acaba de anunciar que el primero de los suyos versará sobre el mismo tema.
Así comenzaba el bando que el Viejo Profesor emitió el 31 de julio de 1979: “Circunstancias que todos los madrileños conocen han ido estropeando nuestras ciudad hasta el extremo de que los propios vecinos de Madrid se han hecho desidiosos en cuanto atañe al estado de su ciudad". Carmena se enfrenta al mismo problema siete lustros después. El persistente deterioro de los servicios públicos de limpieza durante los años del PP ha ido generando una merma del civismo de muchos vecinos. Es eso tan humano, desdichadamente humano, de arrojar la colilla al suelo si éste ya es un vertedero.
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En aquel bando de 1979, Tierno anunciaba su proyecto de ciudad: mejores servicios públicos, sí, pero también implicación de la gente. El Viejo Profesor no tenía el menor reparo en solicitar la colaboración de sus administrados: "Requiero a los madrileños para que estén al cuidado y eviten dejar papeles y restos de cualquiera clase en los caminos y praderas de los parques y jardines, y que a la vez cuiden de no pisar el césped, que se pierde y estropea con facilidad por la falta de humedad ambiente y por no estar a nuestro alcance regarlo con tanta frecuencia como su mantenimiento requeriría".
Anuncian que el próximo primer bando de Carmena tendrá el mismo sentido. “Madrileños: la limpieza es tarea de todos” dirá. Ustedes siempre lo han tenido presente, pero cabe reconocer que otros vecinos han ido olvidándolo.
El cuerpo y el alma de una ciudad se construyen con grandes acciones colectivas y pequeños gestos individuales. Si los ricos pagan los impuestos que les corresponden (lo que no ocurre en la actualidad), si el ayuntamiento gestiona su presupuesto con sobriedad y justicia (lo que no fue el caso con Álvarez del Manzano, Gallardón y Botella) y si todos y cada uno velamos por lo común (lo que ha ido perdiéndose con la machacona predicación de la ideología del egoísmo desaforado), Madrid, mi querida Madrid, puede ser más habitable.