Crisis de los refugiados

Voluntarias españolas en Grecia: “Nunca esperamos encontrarnos una situación así en suelo europeo”

Vista del campamento para refugiados del puerto del Pireo en Grecia, este 1 de abril.

"La sensación era la de una incredulidad permanente, imaginaba que iba a encontrarme con una situación de emergencia pero no hasta ese punto. Y menos en suelo europeo". Así define María Sabiote, profesora catalana de 35 años, su experiencia como voluntaria en el puerto ateniense de El Pireo, el mayor de toda Grecia, en el que miles de migrantes y refugiados – 5.377 según las últimas cifras oficiales– llevan semanas viviendo en condiciones pésimas y en una situación de incertidumbre total respecto a su situación administrativa.

Según el acuerdo suscrito entre la Unión Europea y Turquía estas personas no pueden ser expulsadas hacia ese país porque pisaron suelo europeo antes de su entrada en vigor y las fronteras con los países balcánicos, a través de los cuales la mayoría pensaba seguir su ruta, están cerradas. "No saben qué hacer, la falta de información es total. En el puerto no había ninguna oficina para pedir asilo, y lo único que tenían era un número de teléfono al que llamar desde Skype y en el que en cinco días no logramos que contestara nadie", cuenta María.

Para los refugiados, el día a día en el muelle ateniense es un intento continuo por sobrevivir en circunstancias muy adversas. "La comida, que los voluntarios intentan servir dos veces al día, es cada vez más escasa. Las condiciones en general son absolutamente antihigiénicas. No hay duchas, sólo unos baños químicos, cuando llueven pasan días vistiendo ropa húmeda... He visto gente con hongos, piojos, sarna, hepatitis A... es increíble que ocurran este tipo de situaciones dentro de las fronteras de la UE, nunca pensé llegar a ver algo así", relata Mónica Hidalgo, farmacéutica madrileña que también utilizó sus vacaciones de Semana Santa para viajar a Grecia como voluntaria.

La situación de los menores es quizá una de las caras más amargas de la crisis de los refugiados. Privados de los derechos fundamentales más elementales –educación, atención sanitaria, mínimas condiciones de vida...– María y Mónica cuentan que una de las experiencias más duras de su paso por El Pireo ha sido precisamente el contacto con los niños y los adolescentes.

"Los más pequeños corretean por el campamento, juegan con los voluntarios y son menos conscientes de la situación... pero me pareció especialmente dura la mirada triste y hacia la nada de los más mayores. Una señora me contó que tenía que encadenar por las noches a su hija porque, desde que habían dejado su casa e iniciado el periplo para pedir asilo en Europa se había vuelto sonámbula", rememora Mónica.

Muchos de ellos, señalan ambas, viajan acompañados por sus madres o abuelos, esperando poder encontrarse con los padres, que salieron antes y ya han llegado a otros países europeos, especialmente Francia o Alemania. Pero también hay adolescentes que están haciendo este periplo solos o niños que lo hacen al cuidado de algún vecino o pariente. El preocupante informe de Europol sobre la desaparición de 10.000 niños que viajaban solos disparó las alertas a principios de febrero. Sin embargo, la realidad es que no hay medios para atender con todas las garantías a todos los que no van acompañados.

"Voluntarios griegos nos contaron que, días atrás, habían visto acercarse a las tiendas a un hombre que, usando juguetes como reclamo, intentaba que se montaran en un coche unos niños con el objetivo de llevárselos. Afortunadamente estaban allí y pudieron evitarlo. Pero, ¿qué ha podido pasar otras veces?", se pregunta Mónica, que asegura también que un grupo de adolescentes le comentaron que establan planteándose intentar colarse en la bodega de alguno de los ferries que están atracados en el puerto. 

Traslado a centros

El puerto de El Pireo es una de las paradas de un camino iniciado en Siria, Afganistán, Irak o Eritrea, países desde lo que estas personas salieron huyendo de la guerra, la inseguridad o el hambre. Muchos han llegado a las islas griegas desde Turquía, en barcazas, estafados por las mafias que están haciendo su agosto con este drama humanitario. Sin embargo, no parece que vayan a poder permanecer allí mucho más tiempo.

Con la llegada del buen tiempo lo harán también los ferries que este verano volverán a llenar las islas griegas de visitantes europeos. Y la presencia de los migrantes y refugiados amenaza con enturbiar la temporada turística. De hecho, las autoridades griegas –absolutamente desbordadas con esta crisis– empezaron a intentar expulsar a centenares de personas del muelle ateniense el pasado jueves para trasladarlas a los campamentos y albergues de tránsito de nueva creación o a los cuarteles militares habilitados por el Gobierno griego en las afueras de Atenas y en otros emplazamientos del país.

"Tengo la percepción de que, en parte, las condiciones en las que están estas personas en El Pireo corresponden a una estrategia de desgaste porque, en términos de imagen, a las autoridades griegas no les viene bien que estén allí. Lo que quieren es que estas personas se acaben yendo de forma voluntaria a los centros de detención gestionados por el ejército griego, donde no pueden acceder los voluntarios ni la prensa internacional", señala María.

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Ambas voluntarias coinciden además en reseñar que la presencia en El Pireo de grandes ONG –también desbordadas ante esta crisis humanitaria– era prácticamente imperceptible. "Había una pequeña carpa de Cruz Roja y Acnur había llevado unas mantas, pero poco más. La emergencias sanitarias las intentaban resolver varios médicos jubilados en una caravana y un grupo de entre 40 y 50 refugiados se encargaba de organizar, preparar la comida... ", señala Mónica.

María, por su parte, insiste en señalar el "cinismo" con el que, a su juicio, se está tratando esta crisis humanitaria por parte de las autoridades comunitarias. "Me siento interpelada como ser humano, pero también como europea, no podemos consentir que esté pasando esto", asevera.

Sin embargo, a pesar de las adversas condiciones, los más de 5.000 migrantes y refugiados que en la tarde de este viernes todavía permanecían apostados en El Pireo rechazan ser trasladadas a los centros de acogida, tal y como pretende el Gobierno griego. De hecho, sólo 58 personas aceptaron entrar en los autobuses que los trasladarían al centro de acogida de Katsiká, cerca de Ioannina, en el noroeste de Grecia. Temen que allí, lejos de la visibilidad que les da estar en uno de los principales puertos de Europa, se trunque para siempre el sueño de iniciar una nueva vida en un país seguro.

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