Los libros
La guerra contada por ellas
El mundo arabo-islámico como ellas nos lo contaronLas periodistas de TVE en el norte de África y Oriente Próximo. Cuatro décadas de información con nombre de mujerCarmen V. ValiñaClave IntelectualMadrid2016El mundo arabo-islámico como ellas nos lo contaronLas periodistas de TVE en el norte de África y Oriente Próximo. Cuatro décadas de información con nombre de mujer
¿Son diferentes las mujeres de los hombres en la cobertura periodística del Norte de África y Oriente Próximo? ¿Logran escapar de los estereotipos occidentales sobre este mundo? ¿Cuentan mejor los sufrimientos de sus poblaciones civiles? ¿Les dan la voz a sus mujeres para que ellas mismas expongan sus problemas, sus anhelos y sus combates? ¿Introducen nuevos actores y actrices locales que nos obliguen a replantearnos nuestra visión tradicional?
La profesora Carmen V. Valiña responde a estas preguntas en su ensayo El mundo árabo-islámico como ellas nos lo contaron. Lo hace a través de un análisis de los trabajos de todas las corresponsales y enviadas especiales que TVE ha empleado en las últimas décadas en las vertientes meridional y oriental del Mediterráneo. La conclusión es agridulce.
En el lado positivo, Valiña destaca la creciente presencia de reporteras en la cobertura por parte de TVE de los conflictos que transcurren en ese complejo universo que va de Marruecos a Afganistán. Eran casi inexistentes en las décadas de 1970 y 1980 (revolución jomeinista, invasión soviética de Afganistán, matanzas en Líbano, guerra Irán-Irak…), pero empezaron a estar cada vez mejor representadas en el último tramo del siglo XX y lo que llevamos del XXI. La invasión iraquí de Kuwait y la réplica de George Bush (1990-1991) fue el punto de inflexión.
Protagonizan este libro Ángela Rodicio, Belén Varcárcel, María José Gil Arriola, María José Ranudo, Rosa María Calaf, Almudena Ariza, Llúcia Oliva, María Oña, Raquel González, Letizia Ortiz, Esther Vázquez, Yolanda Álvarez, Rosa María Molló y Érika Reija. Todas ellas, constata la autora, han dado muestras de una sólida profesionalidad. Rodicio, Ariza y Oliva, además, han demostrado conocimiento del terreno y vocación de identidad propia. En cuanto a Letizia Ortiz, la autora recuerda su voluntad de contar los sufrimientos de los civiles a través de un estilo narrativo sentimentalista (“Este hospital, donde cualquier sonrisa es un respiro”).
Ahora bien, una vez examinado el material enviado desde el lugar de los hechos por estas reporteras, Valiña debe concluir a su pesar que es casi imposible distinguirlo del de sus colegas masculinos. Desde la adopción sistemática del punto de vista oficial en Occidente hasta la tendencia a ningunear a los seres de carne y hueso que viven en esa región, pasando por la confusión entre la religión musulmana y las acciones deleznables de algunos grupos que le hacen interpretaciones fundamentalistas, el género del informador parece influir muy poco. Es como si en las periodistas primara más la visión eurocéntrica que comparten con sus colegas masculinos que su condición de mujeres.
Esto resulta más lamentable cuando se trata de contar la situación de sus congéneres del universo arabo-islámico. Valiña observa razonablemente que las periodistas pueden disponer en este tema de una ventaja competitiva respecto a sus compañeros varones: la de poder acceder más fácilmente a su intimidad. Sin embargo, la han utilizado en pocas ocasiones para darles la voz directamente a ellas, concluye.
No se le escapa a la autora el que, a partir del 11-S, la condición de las mujeres del mundo árabe y musulmán ha sido utilizada como pretexto añadido a las intervenciones militares occidentales. Como las invasiones de Afganistán e Irak hubieran obedecido al pío deseo de terminar con el burka. Y aquí también tiene que lamentar el que, salvo contadas y honrosas excepciones, las reporteras no hayan aprovechado esta circunstancia para concederle en sus crónicas un protagonismo directo a sus congéneres.
No han contado el formidable esfuerzo de millones de mujeres desde el Atlántico al Índico para ir accediendo a los estudios y los trabajos, ni sus nuevos planteamientos en la vida familiar, con voluntad de tener menos hijos y más presencia en la vida laboral, civil y política. Ciertas cosas están cambiando desde finales del siglo pasado, aunque en Occidente no se esté informando de ello. Ni tan siquiera por parte de las periodistas.
Tuvieron una oportunidad de oro cuando miles de mujeres salieron a las calles durante la Primavera Árabe. Tenían reivindicaciones propias y sufrieron violencias específicas, como recuerda Valiña. Pero las reporteras no acertaron a poner los focos en ese importante fenómeno. “¿Por qué –escribe— las periodistas de TVE no tuvieron apenas en cuenta una participación no sólo tan activa, sino también tan evidente? ¿Quizá porque les provocó tal sorpresa que no supieron cómo presentarlo al mundo? ¿O quizá no lo advirtieron en medio de la maraña de acontecimientos noticiosos que generaron las revueltas?”
“En cierto modo”, señala Valiña, “la actitud de las mujeres que participaron en los acontecimientos de Túnez, Egipto y Libia fue también una actitud de rebelión frente a las narrativas que los medios occidentales habían impuesto durante décadas sobre ellas.” La sumisión femenina, estaban diciendo, no es un destino asociado inexorablemente a la condición de árabe o incluso de musulmana.
Teniendo que cargar con una tradición profesional hecha por y para hombre, obligadas en primer lugar a demostrar que son capaces de hacerlo, las periodistas aún no han logrado hacer distintas y distinguibles sus miradas sobre el norte de África y Oriente Próximo. Ni tan siquiera han conseguido darle auténtica visibilidad a sus poblaciones femeninas. Tal vez sea este el reto de las próximas hornadas de miembros femeninos de la Tribu.
*Javier Valenzuela es periodista, escritor y colaborador de Javier ValenzuelainfoLibre. Su último libro, Tangerina (Planeta).