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El sistema de salud británico ya sufre las consecuencias del 'Brexit'

La primera ministra de Reino Unido, Theresa May.

Marion LHour (Mediapart)

Se trata del mayor empleador de la UE y uno de los más importantes del mundo, por detrás del Ejército chino y de los supermercados Walmart. El National Health Service (NHS), el sistema gratuito de salud británico, emplea a 1,3 millones de personas, entre ellos 350.000 enfermeros y matronas y alrededor de 150.000 médicos. Y se viene abajo. La prueba, el pasado invierno: el envejecimiento de la población, la epidemia de gripe y la falta de personal y de inversiones transformaron el hospital en “zona de guerra”, según los sanitarios. Joan Pons Laplana, que trabaja en el hospital de Great Yarmouth, en la costa este de Reino Unido, todavía se estremece al recordarlo, en el aparcamiento, ante el hospital James-Paget, construido de ladrillo y cristal. “A comienzos de enero, había 35 ambulancias en las puertas de urgencias. Hoy, hay 40, en un día normal. Nunca había visto algo así”, dice.

Ambulancias atrapadas en la puerta, como en muchos centros británicos. Entre diciembre y mediados de febrero, 150.000 personas tuvieron que esperar más de media hora en el vehículo de asistencia antes de ser atendidas. Y añade el enfermero que “había pacientes en los pasillos, personal médico que se vio obligado a atender en la parte trasera de los vehículos, personas que fallecieron en sus domicilios a la espera de la ambulancia y este ala, normalmente cerrada por falta de personal, el hospital tuvo que reabrirla para descongestionar”.

“La gente que, como yo, no trabaja en primera línea fue reasignada para atender a los pacientes”, recuerda Joan Pons Laplana. En virtud del puesto que ahora ocupa, normalmente está lejos de camas y medicamentos. “Hace cinco años que no hacía trabajo de campo y, de repente, me convertí en responsable de un ala”, explica el enfermero. “¡Tuve algo de miedo! Da miedo cuando el hospital se encuentra al 100% de su capacidad porque para gozar de seguridad, el umbral fijado por el Gobierno es del 85%”. Esta tasa de ocupación tiene que permitir no rechazar pacientes, pero a comienzos de marzo, en Reino Unido, era del 93%.

Resulta imposible en el hospital James-Paget, como en otros centros, respetar el límite fijado de ocho pacientes por enfermero. Después de la crisis invernal, Joan Pons Laplana tuvo que ponerse con el trabajo administrativo que no pudo hacer antes, a costa de trabajar más horas: “Mi contrato es de 37 horas y media semanales. Esta semana, he tenido que hacer 50 horas... Todo esto se podría haber evitado”.

Semanas y días de más horas que también ha vivido Zeshan Kureshi. Este invierno, el médico, que trabaja en urgencias pediátricas en el hospital Queen-Elizabeth, se vio obligado a trabajar hasta tarde, quedarse sin comer... “Una vez, después de un turno de noche, me encontraba tan cansado que me quedé dormido en mi coche y tuve que volver en taxi”, dice el pediatra en su residencia de la periferia de Londres. “Si no estoy bien como para conducir un coche, ¿cómo voy a estarlo para velar por mis pacientes?”. Ante el flujo de urgencias, 50.000 operaciones consideradas no urgentes se han reprogramado, lo que ha llevado a Theresa May a pedir disculpas. Aunque no hay cifras, la prensa nacional asegura que hay varios muertos relacionados con esta crisis invernal.

¿Cómo se explica un balance así? Cuestión de dinero, claro. A comienzos de enero, la primera ministra decía que “el NHS estaba mejor preparado que nunca para afrontar este invierno” y aseguraba que el Gobierno conservador había “añadido financiación”. Así es. El ministro de Hacienda Philip Hammond prometió, a finales de 2017, que destinaría 3.200 millones de euros en dos años al NHS. Pero los actores sanitarios reclamaban 4.500 millones y la diferencia aumenta siempre entre demanda creciente y financiación, bastante menos dinámica. Según el think tank independiente King’s Fund, los ingresos hospitalarios han aumentado un 3,6% anuales entre 2003 y 2016.

El presupuesto del  NHS sólo subirán un 1,1% entre 2009 y 2021. Un tijeretazo que lamenta Danny Mortimer, representante de los trabajadores del NHS. “Se gasta una parte relativamente mínima de nuestro PIB en la salud con relación a otros países, Francia incluida. Una parte de la respuesta a la crisis es más inversiones”. Mientras tanto, “cada vez es más difícil proporcionar cuidados de calidad”, lamenta Joan Pons Laplana, también del sindicato Unison. “A fin de cuentas, es más costoso para el NHS. Los litigios se han duplicado y, en cinco años, han costado 1.400 millones de libras sólo los errores”.

En resumen, Gran Bretaña muestra malos resultados, como apunta el pediatra Zeshan Kureshi: “Nuestra tasa de mortalidad es mucho más elevada que la de nuestros vecinos, estamos en la posición 15ª de los 19 países de la UE evaluados”. De ahí el debate recurrente sobre financiación. Antes del referéndum, Boris Johnson hizo de ella un argumento pro-Brexit: gracias al dinero no pagado a la UE, pretendía obtener 400 millones de euros (350 millones de libras) semanales para el sistema de salud británico. El lema, que se podía leer en un autobús rojo, se ha puesto en duda muchas veces desde entonces. Por otro lado, los actores sanitarios no lo creen. "Parece claro que los 350 millones de libras semanales para el NHS no llegarán nunca”, se ríe Zeshan Kureshi.

El Laborismo, a la ofensiva

En su ofensiva de Londres, Danny Mortimer, responsable de NHS Trabajadores, suspira en términos diplomáticos cuando se menciona el maná del Brexit: “Se trata de dinero hipotético. El NHS necesita inversiones de manera urgente y si las ganancias financieras vinculadas a la salida de la UE no se materializan antes del 2021 [fin del periodo de transición], la espera será demasiado larga”. Anne-Marie Rafferty, enfermera y miembro del sindicato de enfermería Royal College of Nurses y profesora en el King’s College, resume el sentimiento general: “No creo que nadie pudiese predecir lo que va a pasar con este dinero ni cuándo se le podrá poner la mano encima”. Así que el Brexit no salvará el NHS a corto plazo. Al contrario.

Sentada en una cafetería de Londres, Anne-Marie Rafferty destaca otro problema: la falta de personal, una situación que repercute sobre la vida de los pacientes. “En el NHS, si algo no funciona, hay que esperar demasiado tiempo”, lamenta Debra, a la salida del hospital del King’s College. “Mi madre tenía una herida en la boca, en noviembre pasado. No la atendieron hasta enero, entonces fue demasiado tarde. Tenía cáncer y está muerta”. Esperar meses para una cita es la norma.

Y el personal sufre la presión de la falta de efectivos. “Los enfermeros en Inglaterra tienen uno de los mayores niveles de burn out de Europa”, apunta Anne-Marie Rafferty. “El hecho de tener que quedarse hasta tarde y de ver cómo la gente empeora porque no has tenido tiempo de examinarlos, recae sobre cada uno de nosotros”, confirma Zeshan Kureshi, de urgencias. “Uno de mis colegas, que trabaja en el sector desde hace tiempo, dice que la moral del NHS se encuentra a uno de sus niveles más bajos”.

¿La razón? La dificultad del oficio, la falta de formación inicial y continua... entre los enfermeros hay alrededor de un 20% de puestos vacantes, es decir, se necesitan de 26.000 a 42.000 enfermeros en el NHS para que todo funcione bien. El sueldo influye: de 23.000 a 29.000 euros anuales de media para un enfermero. En el Great Yarmouth, Joan Pons Laplana gana alrededor de 2.300 euros mensuales. Su remuneración ha bajado en términos reales por la congelación casi total que viven desde hace siete años. “Es como si ganase 4.500 libras menos al año”, dice. “Ahora tengo dificultades para pagar las facturas”. El Gobierno debería dejar zanjado el asunto porque acaba de anunciar un aumento del 6,5% en tres años. ¿Para seducir al personal? No está claro.

Porque el NHS, a falta de personal nacional, ha contratado a muchos extranjeros. Los europeos suman entre 55.000 y 60.000 en el sistema británico, asustados por el futuro que les reserva el Brexit. “Se depende demasiado de esta fuerza de trabajo”, reconoce Anne-Marie Rafferty. Es un problema. Por primera vez este año, hay más enfermeros que dejan Reino Unido que enfermeros que llegan. Según un estudio del King’s Fund de diciembre de 2017, el número de enfermeros y de matronas europeas que desembarcaron en Reino Unido cayó un 89% en 2016-2017 con relación a 2015-2016.

Un 67% de los enfermeros y matronas más dejaron el país en 2016-2017. En el hospital James-Paget, Joan Pons Laplana se lo plantea. “Todos los días pienso en irme”, dice este español, que lleva en Inglaterra 17 años y es padre de dos niños británicos. “Tengo la impresión de que el Gobierno me trata diferente”, lamenta. “Y como todo británico, soñaba con jubilarme en España. Algo que se ha convertido en inimaginable porque después del Brexit, si me voy del país más de cinco años, pierdo todos mis derechos. ¿Qué he hecho para que me castiguen?”.

A esas preocupaciones se suman la caída de la libra, que la economía se recupera en España o en Portugal y la desconfianza, también de los empleadores británicas, de la que será la nueva normativa. Pero la desafección también afecta a los médicos. “El 20% ya está preparando la salida”, dice el pediatra Zeshan Kureshi, que acudió hace poco a la despedida de un amigo irlandés. La salida de la UE suscita, no obstante, otras cuestiones: “Hay que asegurarse de tener acceso a los fondos europeos. Que se sigan respetando las reglas europeas para tener una investigación de calidad, validaciones de calidad para los equipamientos. Necesitamos eso para que el servicio no decaiga”.

Ante cientos de militantes, en una sala de conferencias de Westminster, Jeremy Corbyn repite su discurso: “Un día, seréis viejos... Un día, os dará un infarto...”. Delante del micrófono, el líder del Partido Laborista defiende este sistema de salud gratuito para los pacientes, que se financia vía impuestos. “No lo privatizaremos, no lo haremos franquicias”, promete el dirigente de la oposición frente a una multitud entusiasta. El Laborismo se ha comprometido ya, si llega al poder, a destinar 42 millones al NHS adicionales en cinco años.

¿Cómo? No con lo que los activistas laboristas llaman Boris money, el dinero que debe traer el Brexit. “Nos han mentido”, dice Damie. “Lo que quieren es echar por tierra el sistema para que se degrade y después recurrir a la varita mágica de Virgin y su jefe, Richard Branson”, denuncia Richard, otro activista. De hecho, una técnica para “aliviar” el NHS consiste en subcontratar al sector privado actividades por importe de 3.500 millones de euros.

“Desde el principio, su idea fue privatizar el NHS y hacer pagar a la gente por ir al médico”, suelta Damie. Impensable para el Laborismo, que dice estar incluso dispuesto a subir los impuestos para conservar el sistema sanitario universal. “Financiar colectivamente el NHS a través de los impuestos, es el mejor modo de sostener nuestros servicios”, confirma Danny Mortimer, jefe de NHS Empleados. “Pero se debe aceptar también que se pueden hacer cosas con mayor eficacia”. Ese es el objetivo de un informe pedido para el mes de junio por NHS Empleados, que lleva por título “Una conversación estratégica a largo plazo”, que Danny Mortimer presentará a los políticos de derechas e izquierdas. El ministro de Sanidad Jeremy Hunt, contactado en varias ocasiones por Mediapart (socio editorial de infoLibre), no ha querido responder a nuestras preguntas.

Mientras, encontrar financiación y el personal necesarios llevará al menos de dos a tres años. Y el sistema sigue basándose en los expatriados, a quienes el responsable de los responsables del NHS se dedica a tranquilizar. “Existe un acuerdo entre Reino Unido y la UE sobre los derechos de ciudadanos después del Brexit, es muy importante”, dice Mortimer. Antes de abogar por “un futuro sistema migratorio que reconozca el talento”: “El país ha votado por un control reforzado de las migraciones, pero si hay que elegir entre tener puestos sin cubrir en el NHS y reclutar talento llegado de fuera, entonces la gente querrá que se reclute para ocupar esos puestos”. ¿Una inmigración seleccionada a la canadiense? Por qué no, responde Danny Mortimer.

En su hospital de Great Yarmouth, Joan Pons Laplana sueña, mientras, con un segundo referéndum. “La gente se ha dado cuenta de que cuando votó sí al Brexit votó por un montón de mentiras. No cambiar de opinión sería de locos”. __________

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Traducción: Mariola Moreno

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