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Luces Rojas

A los españoles nos gustan los robots

Luz Rodríguez

Fruto de un proceso económico que empezó a incubarse desde finales de los años 90 del siglo pasado, la tecnología ha irrumpido como elemento central de los procesos productivos y los modelos de negocio. Los drivers de este fenómeno son de sobra conocidos.

Como una rueda que gira sin parar, las empresas buscan continuamente ser más competitivas y encontrar la forma de producir mayores beneficios, a lo que responde, siempre ha respondido, una continua búsqueda de avances tecnológicos que les permitan reducir los costes de producción. A ello ha contribuido desde el principio la introducción de las tecnologías de la información y la comunicación, dado que permiten disgregar las fases de los procesos productivos y diseminarlos a lo largo del mundo con una perfecta coordinación. De otra parte, las políticas adoptadas durante la última crisis económica, especialmente los bajos tipos de interés, han permitido a las empresas acumular fondos y derivar inversiones muy significativas hacia la experimentación, la innovación y el avance tecnológico.

Finalmente, la búsqueda de nuevos factores de producción ha convertido los datos que se vierten en la red en una nueva materia prima, cuya explotación mediante el análisis y la venta de los mismos se ha convertido en la actualidad en el negocio más lucrativo que existe. El Big Data ha dado origen, a su vez, a las plataformas digitales, que han transformado radicalmente los modelos de negocio y la forma de organizar la provisión de bienes y servicios para el mercado. Todos ellos son los fenómenos que confluyen en lo que comúnmente denominamos economía digital y que Valenduc y Vendramin han sintetizado en cuatro características definitorias básicas de la misma: “La irrelevancia de la localización geográfica, el papel central que juegan las plataformas digitales, la importancia de los efectos de red y el uso de Big Data”.

Estas son también las características que se identifican como vectores de la economía digital en la Estrategia Digital para una España Inteligente (EDEI), sucesora de la Agenda Digital para España de 2013 y que en este momento se encuentra en fase de elaboración, después de haber concluido en septiembre de 2017 el proceso de consulta pública. En ella se señalan como principales tendencias económicas de la era digital, de un lado, “la importancia creciente de los datos para crear nuevos servicios y dar soporte a los servicios existentes”, y, de otro, “la consolidación de las plataformas como agentes fundamentales de cambio (…) junto con el avance de la industria 4.0, la automatización intensiva y el uso de la Inteligencia Artificial”.

Dejo ahora de lado la economía de los datos, porque quiero llamar la atención de los lectores de infoLibre sobre el estado de la robótica y la Inteligencia Artificial y cómo valora ambas la sociedad española.

Por lo que se refiere al número de robots, la Asociación española de robótica y automatización de tecnologías de la producción (Aeratp) cifra el número de unidades en 2016 en 34.528. La mayor parte de ellas se hallan en el sector del automóvil, con el 48% de los robots incorporados, y su principal aplicación es la manipulación carga/descarga de máquinas.

 

De su lado, la International Federation of Robotics (IFR) estima que el crecimiento del número de robots en nuestro país fue del 10% entre 2016 y 2017 y del 15% de media anual entre 2018 y 2020.

 

A ellos debe sumarse la legión de bots que automatizan procesos informáticosbots y que viven en racks y no tienen ni rostro humanoide ni brazos neumáticos.

Por lo que se refiere a la Inteligencia Artificial, el Ministerio de Industria, Turismo y Agenda Digital, en el marco de la elaboración de la EDEI, ha constituido recientemente un Grupo de Expertos, que van a evaluar su impacto en términos económicos, sociales y éticos. Entre tanto, hay algunos datos disponibles de especial interés. En el Informe patrocinado por Accenture y titulado Why Artificial Inteligence is the Future of Growth, se han estimado las diferencias existentes en relación con el Valor Añadido Bruto (VAB) y la productividad en función de tener en consideración o no la introducción de Inteligencia Artificial como un nuevo factor de producción, en el escenario económico de 2035. Las diferencias son significativas, también para nuestro país. El crecimiento del VAB sin agregar la Inteligencia Artificial será, según este Informe, de un 1,7%, incrementándose hasta el 2,5% en caso de sumar la Inteligencia Artificial como nuevo factor de producción. Pero quizá sea el dato más significativo el del incremento de la productividad. En 2035, la inclusión de la Inteligencia Artificial como factor de producción podría hacer que nuestra productividad creciera un 11%.

 

Ahora bien, la introducción de la Inteligencia Artificial tiene un efecto sobre el mercado de trabajo que conviene evaluar. Como toda tecnología, impulsa la creación de nuevos bienes y servicios y ello puede generar nuevos puestos de trabajo; puede utilizarse, además, para complementar las competencias y habilidades de los trabajadores existentes; pero también –y ello es lo más relevante– puede proporcionar fuerza de trabajo “virtual”, ciertamente muy productiva. En el Informe que acaba de referirse se pone un ejemplo del mundo jurídico: utilizando asistentes virtuales, pueden ser revisados 1.000 documentos legales en cuestión de días; mientras que la realización de la misma tarea por humanos necesitaría de 3 trabajadores y un lapso de tiempo de 6 meses. La diferencia de productividad entre unos y otros es evidente.

Aún así, la percepción que tiene la sociedad española sobre los robots y la Inteligencia Artificial es bastante positiva. Con datos del Special Eurobarometer 460: Attitudes towards the impact of digitalisation on daily life, elaborado por la Comisión Europea en 2017, resulta que el 90% de los españoles entrevistados piensa que los robots y la Inteligencia Artificial pueden “robar” sus puestos de trabajo a las personas (media europea 72%) y el 89% cree que destruirán más puestos de trabajo de los que se creen por su aplicación a los procesos productivos (media europea 74%). Sin embargo, el 56% de las personas de nuestro país tienen una visión positiva de los robots y la Inteligencia Artificial (media europea 61%), el 70% de los entrevistados cree que impacto de las recientes tecnologías en la economía será positivo (media europea 78%), el 66% entiende que su impacto será también positivo para la sociedad (media europea 64%) y el 68% cree que el impacto será positivos para su propia calidad de vida (media europea 67%). Ahora bien, cuando nos preguntan si los robots y la Inteligencia Artificial podrán desarrollar los trabajos que ahora hacemos nosotros, las respuesta mayoritaria (44% de los entrevistados, media europea 53%) responden con un “absolutamente, no”, aunque son mayoría la suma de los que creen que así será en un futuro, al menos parcialmente (32% de los entrevistados, media europea 26%).

 

No deja de ser paradójico que, reconociendo que los robots y la Inteligencia Artificial restarán puestos de trabajo, los españoles pensemos que, con todo, su efecto sobre nuestras vidas será muy positivo. Esto dice mucho de la sociedad española, a la que no parece darle miedo el futuro.

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Las máquinas desempeñarán casi la mitad de los trabajos para 2025, según Foro Económico Mundial

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Luz Rodríguez es profesora de Derecho del Trabajo de la UCLM y experta en Trabajo y Digitalización de los 100 de COTEC.

 

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