Desde la casa roja
#StolenMemory
En Bad Arolsen (Alemania) hay un centro que se dedica al archivo y documentación de las víctimas de la persecución nazi y de sus supervivientes liberados. Es el Centro Internacional de Rastreo (ITS, de sus siglas en inglés). Allí se guardan cerca de 30 millones de documentos que proporcionan información sobre el destino de las víctimas del Holocausto. Desde 2013, las colecciones forman parte de la UNESCO, de su Memoria del Mundo. Los temas están organizados en tres grandes epígrafes: encarcelamiento, trabajo forzado y supervivientes liberados. Hasta allí acuden hijos y nietos, sobre todo, para buscar un rastro, una pista que alumbre el terror anterior, que rellene los huecos de los que la víctima no pudo o no quiso hablar a la familia. Pero también llegan a su archivo aquellos que sobrevivieron, quienes décadas después son capaces de hacer remotamente soportable el hecho de enfrentarse a un pasado traumático. Sin embargo, el centro no se limita simplemente a entregar objetos, fotografías o documentación sobre las personas. Permite, por ejemplo, el reencuentro de familias que fueron separadas y se perdieron la pista.
Conocí este centro gracias a un artículo publicado la semana pasada en El Confidencial, firmado por Martín Ibarrola. En él narra cómo el ITS está buscando a los descendientes de 68 de los presos españoles que estuvieron en los campos de concentración nazis. El ITS tenía más de 5.000 objetos personales requisados a los prisioneros de origen español, en su mayoría presos políticos. En 2016, gracias a una catalogación exhaustiva, se lanza una campaña, viralizada por el hashtag #StolenMemory, mediante la que tratan de devolver a las familias sus pertenencias. La dictadura, primero, y el desinterés posterior han obstaculizado la labor del centro con España. El exilio, el destino y vida de los más de 100.000 españoles que vivieron y murieron en Europa, más de 400.000 en todo el mundo, sigue habitando en el vacío.
Y así sucede que, de vez en cuando, avalado por la desatención institucional, un edil del Partido Popular abre una fuga del discurso interno y se aventura a decir que lo que pasó en Mauthausen “no interesa a nuestra generación ni a la de nuestros hijos”, siempre bajo la premisa de que es momento de “perdón y reconciliación” y de apartar “cuestiones en las que el odio y el rencor están presentes”. Tal vez no deberíamos reconciliarnos con según qué cosas.
Cerca de 9.200 españoles estuvieron repartidos en 14 de los miles de campos de concentración nazis. Sobre todo, en Mauthausen (Austria), donde vivieron alrededor de 7.000; murieron 5.000. ¿Sabía Franco la situación en la que se encontraban? ¿Ignoraba el Gobierno español que el Reich perseguía y exterminaba a millones de judíos, gitanos, homosexuales y disidentes políticos? ¿Por qué no ha habido ni hay un proceso de esclarecimiento de la verdad sobre esto? ¿Y qué reparación, individual, colectiva o simbólica se ha dado a las víctimas y a sus familias?
Varios colaboradores de Hitler, entre ellos el nazi Gerhard Bremer, condenado por crímenes de guerra, encontraron en España libertad y acogida. Murió en 1989 en su casa de la Costa Blanca. O el teniente de las Waffen SS, Hauke Pattist, condenado en Holanda en 1947 a cadena perpetua y fugado de una cárcel. Varias veces se reclamó su extradición, pero ni Franco ni los gobiernos de Suárez, González o Aznar extraditaron al criminal. Murió en Asturias. O el caso de Aribert Heim, conocido como “doctor Muerte”, un sádico que experimentó hasta la tortura con seres humanos, también con los Rotspanier (españoles rojos). Jamás pagó por sus crímenes y utilizó España como vía de paso hacia su fuga. Lo contaba hace unos días La Sexta en un reportaje, gracias al trabajo de investigación del periodista Carlos Hernández y a través de testimonios de supervivientes y de imágenes que solo alguien despiadado podría decir que no interesan a nadie.
¿No es justo que sepamos, no solamente mediante la ficción cinematográfica o literaria, desde la investigación periodística o documental si, durante años, se falseó o se ocultó parte de la historia para hacernos creer que el Gobierno franquista era ajeno al genocidio nazi? Si alguien puede salvar a un ser humano de la muerte y no lo hace, ¿no se convierte en cómplice? ¿No fue Serrano Suñer la conexión entre Franco y Hitler y quien murió en Madrid en 2003, a los 101 años, sin responder ante un tribunal sobre nada pero tampoco acerca de su responsabilidad sobre el destino de estos prisioneros? ¿No sería todo esto suficiente para exigir que nadie en este país pueda hacer apología de la dictadura sin ser sancionado?
'El fotógrafo de Mauthausen' rescata la memoria de los españoles en los campos nazis
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Tal vez, la documentación que podría ayudar a esclarecer la verdad forme parte del archivo documental de la Fundación Nacional Francisco Franco, papeles que no han sido nunca reclamados por el Ministerio de Cultura, otra de las muchas anomalías democráticas de este país. #StolenMemory.
Al final del reportaje Españoles en la Segunda Guerra Mundial, se advierte al espectador que casi todos los supervivientes que han participado con sus testimonios ya han fallecido. Así lo advertía José Marfil con rabia, quien sobrevivió a Mauthausen y fue hijo del primer asesinado español en un campo de exterminio, en una entrevista hace dos años: “Cuando no quedemos ninguno, ya no se hablará más de este drama”.
Y así seguimos poniendo peso sobre la historia para que no se levanten sus páginas.