Librepensadores

Desprendimiento de rutina

Pablo Alcázar

Las fiestas, en las sociedades tradicionales, suponían un desprendimiento de la rutina. Del trabajo agotador. De la explotación de los horarios y de los relojes. Todavía por los años 80, si te invitaban a dar un pregón de fiestas, sermoneabas sobre lo revolucionario del carnaval, de las fiestas. E invitabas a los vecinos a tirarse a la calletirarse en las fiestas señaladas y a disparar a los relojes, como hicieran aquellos arcabuceros franceses de finales del siglo XVIII que dispararon contra los relojes que desde los más alto de los edificios medían inexorables el tiempo organizado, el tiempo del trabajo. Las fiestas eran entonces espacios conquistados al poder que a lo que tiende es a tener a la gente trabajando sin pausas. Esclavizada. Porque siempre hay quien tiene que trabajar, para que unos cuantos no den golpe.

En la Asamblea de las mujeres, de Aristófanes (444 a. C.), Praxágora, la protagonista, propone un comunismo absoluto: “Pues bien; que nadie me contradiga ni interrumpa antes de conocer mi sistema y de haberme oído. Quiero que todos los bienes sean comunes, y que todos tengan igual parte en ellos y vivan de los mismos; que no sea éste rico y aquél pobre; que no cultive uno un inmenso campo y otro no tenga donde sepultar su cadáver…, en una palabra: establezco una vida común e igual para todos”. Perfecto. Pero Blépiro, su marido, no lo tiene tan claro y le pregunta que quién cultivará la tierra. Praxágora lo tranquiliza: “Los esclavos. Tú no tendrás otro quehacer que acudir limpio y perfumado al banquete”.

Las sucesivas reformas laborales se han encargado, con sus contratos de mierda, de hacer desaparecer los relojes, sin disparar un solo arcabuzazo. Y ha sido la fiesta perpetua en que se ha convertido España vendida, con la anuencia de todos nosotros, a los turistas extranjeros, que la invaden permanentemente, la que ha roto todos los relojes. España ha sido tomada por los forasteros y es hoy un after hour sucio de meadas y vómitos. Intransitable para los nativos. Ahora, España está abierta las 24 horas del día, vendiendo tortillas de patatas, paella y migas con torreznos. Nuestros jóvenes son ahora los esclavos que, sin horarios definidos ni pagados, ponen todos los días la mesa del banquete a los de fuera y a los listos de dentro que los explotan. La fiesta es ahora la rutina. ___________

Pablo Alcázar es socio de infoLibre

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