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Los 'pañuelos rojos' le plantan cara a los 'chalecos amarillos' en Francia

Manifestantes con pañuelos rojos para apoyar la política del gobierno en París, este domingo.

“¡Por la República, hagamos ruido!”. Este domingo, a las dos y media de la tarde, en la Plaza de la Nación de París, un joven se desgañita tratando de animar a los manifestantes que se han echado a la calle pese a la condiciones meteorológicas adversas en la capital francesa.

En la protesta, que congregó a 10.000 personas según la Dirección General de la Policía de París, podían verse algunas pancartas, muchas banderas francesas y algunas europeas, reinó el silencio y la calma. Aunque se entonase la Marsellesa y a menudo se corease “No me toques la República”, “Democracia, democracia” o “Nosotros también somos le pueblo”.

Emma llegó a la Plaza de la Nación a mediodía con el objetivo de “defender la democracia atacada por los amarillos”amarillos. Residente en el área metropolitana de París, su marido la acompañó hasta el centro aunque él no se quedó a la marcha “porque tenía miedo de ser agredido y atacado por los chalecos amarillos”. La mujer lleva un globo rojo en el que ha escrito con un rotulador negro “Stop a los vándalos” y, sobre todo, le reprocha a los chalecos amarillos sus métodos. “Compartía las primeras reivindicaciones, sobre el gasoil y el poder de compra, pero ahora el Gobierno ha cedido y hay que dejarlo ya”.

Sin embargo, la razón principal de su presencia este domingo es su oposición al RIC (referéndum de iniciativa ciudadana) que reclaman. “No vamos a votar cada tres meses por un motivo u otro. Más aún cuando la gente ni siquiera acude a votar cuando hay elecciones”. ¿Y ella? “Siempre he votado, pero nunca me ha interesado la política. Las cosas han cambiado con Emmanuel Macron”. Y esta mujer, de origen marfileño y que trabaja para su marido, auditor de cuentas, explica que “nunca había escuchado los debates como en la última campaña presidencial. Me convenció, mientras los demás políticos nos dormían. Sólo lleva 18 meses en la política, hay que darle tiempo, no es un mago. Macron dice en voz alta lo que todos piensan. A día de hoy está pagando su franqueza”.

Sin embargo, cree que los chalecos amarillos “hicieron lo correcto al presionar a los grandes patrones. Pero han ido demasiado lejos. ¡No podemos pasarnos la vida en la calle! Por eso la opinión pública se está rebelando”. Considera que hacen falta “hacer esfuerzos por los que trabajan, pero no por los holgazanes que perciben ayudas sociales”, dice, mientras distingue entre los “verdaderos chalecos amarillos de las zonas rurales que trabajan y a los que hay que ayudar” y los que se ven en París, “influidos por Le Pen o Mélenchon”.

En la primera vuelta de las elecciones presidenciales, Laurent –que se ha desplazado desde Lille [noreste del país] para acudir a la protesta– votó al líder de Francia Insumisa. Se manifiesta “por la recuperación por los extremos y en defensa de la República y las libertades”. El hombre se unió al grupo de Facebook denominado los bufandas rojas después de los daños causados en el Arco del Triunfo. “A día de hoy creo que debería haber votado a Hamon, cuando veo el entusiasmo que Mélenchon tiene por Éric Drouet o el hecho de que se negase a participar en el gran debate; hace oposición por el mero hecho de hacer oposición”. Pero este funcionario de 36 años no se define como anti chalecos amarillos. “Entiendo las reclamaciones y las dificultades, pero estoy en contra de la violencia, los bloqueos, la falta de diálogo. En este sentido, la lista de los chalecos amarillos para las europeas promovida por Levavasseur me parece una buena iniciativa”.

Damien, que trabaja en el sector agroalimentario, subió al mismo autobús que Laurent. Lleva una camiseta que ha comprado en internet, donde puede leerse, en el pecho, “Quiero a mi República” y, en la espalda, “Stop a la violencia”. Hace un mes, se unió a los pañuelos rojos, “atormentado por lo que vio en los medios de comunicación”. Miembro del sindicato Confederación Francesa Democrática Laboral, nunca ha militado en ningún partido político, pero votó por el candidato de La República en Marcha en ambas vueltas de las últimas presidenciales. No se define como pro Macron, sino que alude al presidente de la República para justificar su presencia este domingo en la marcha: “La primera injusticia es el desempleo. Si hubiera crecimiento y redistribución, no estaríamos atacándonos los unos a los otros”.

Maryline no viste pañuelo rojo ninguno, es miembro de La República en Marcha, pero dice que acude “como ciudadana”. “No soy proMacron”, continúa. “Soy proinstituciones, prorrepública. Es importante que la gente no esté representada sólo por los chalecos amarillos. Podemos compartir algunas de sus reivindicaciones, pero no apoyo estas repetidas manifestaciones. Soy parte de la mayoría silenciosa. Deberíamos haber sido mucho más numerosos hoy, pero hubo muchas fake news, como que la manifestación había sido cancelada o que sería peligrosa. Y sé que nuestro diputado debía venir, pero tenía algunos problemas”. Sin embargo, algunos parlamentarios de la LREM se habían unido a la marcha, pero sin ningún signo distintivo.

Maryline es una maestra de escuela. Tiene 58 años, “pero lejos de la jubilación, déjalo claro”, puntualiza. “Porque en Francia nos preocupa que la población activa sea demasiado pequeña en comparación con el resto de la sociedad”. Hace tiempo que compró un billete de tren para París “para que no le costara demasiado”. Su hija estudia en París, en una escuela privada que le sale por 10.000 euros anuales. “No son los ricos los que protestan hoy. Sé lo que son los problemas económicos. No son sólo los chalecos amarillos los que tienen problemas de fin de mes. Podemos decir lo contrario”.

Monique, médico en un hospital del Norte de Francia, no lleva ni pañuelo rojo ni cartel. Se define como una “ciudadana comprometida, no especialmente politizada”. También se ha desplazado este domingo para que no se hable “sólo de chalecos amarillos”. “En el sector sanitario, que conozco bien, hay reformas importantes en curso y en las que creo. No hay que escuchar sólo a una minoría”, añade.

Sin embargo, reconoce un aspecto positivo de los chalecos amarillos: “Es que ha permitido que la gente hable entre sí, cuando ya no se habla en las cafeterías, en las iglesias. Lo bueno es que estamos hablando de nuevo. Una medida importante sería, sin duda, recrear lugares de socialización. El mayor éxito para mí no es sólo este acontecimiento, sino el gran debate. Es cierto que Macron puede haber ofendido a la gente, pero ahora está escuchando”.

En el Bulevard Diderot, un hombre que prefiere permanecer en el anonimato, sostiene un cartel donde se puede leer: “Democracia, espera. Sí a la reforma, no a la mascarada”. Sin embargo, es “demasiado joven para haber conocido la contramanifestación gaullista del 30 de mayo de 1968, a la que esta marcha del 27 de enero pudo compararse en algún momento”. Está a favor de “las reformas en curso” y se opuso desde el principio a los chalecos amarillos. “Sabía que el movimiento conciliaría a todos los extremos. Ya desde el primer momento, hablé con un chaleco amarillo que quería poner a Putin en el lugar de Macron”.

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Mientras habla, otro hombre se le acerca y le llama a la atención por la pancarta que porta, diciendo que estaba en la calle contra De Gaulle en aquel momento. No era un estudiante más, se trata de un exlíder de Mayo del 68, el arquitecto Roland Castro, que también protesta, este domingo lluvioso, para defender la democracia. “Los políticos que apoyaron los chalecos amarillos, como Rufin o Mélenchon, son unos sinvergüenzas”, dice. “Ataco el petróleo, no el fuego, porque hay un sentimiento de infelicidad en el país que percibo desde hace mucho tiempo. Pero es un movimiento basado en el odio, cuando debería haber grandes cosas unificadoras, como por ejemplo un gran servicio cívico”. Para el arquitecto, que admite “adorar a Macron”, la situación es “triste” y el referéndum de iniciativa ciudadana, “una gran gilipollez”. “No quiero que la taberna se convierta en el lugar principal de la política francesa, aunque no me oponga a las formas de referéndum”.

Un poco más adelante, un hombre que ataca verbalmente a los manifestantes recibe insultos como respuesta: “Fuera los fascistas”. “Izquierdistas y fascistas, luchan por lo mismo”. Un poco después, un hombre con un chaleco amarillo pasa corriendo. Le abuchean los manifestantes y le aplauden los curiosos que miran desde una cafetería... __________

Traducción: Mariola Moreno

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