Cultura
Rocío Márquez: "memoria colectiva" para no "volver atrás"
El Jueves, en la calle Feria de Sevilla, no es solo el día que va antes del viernes. Es un lugar de encuentro e intercambio, una convención cultural, una ocupación (¿política?) del espacio público, una expresión de sabiduría popular, una institución. Es un mercadillo. Uno que se celebra desde el siglo XIII cada jueves —excepto el Santo— y que ha ido derivando, con el paso de los años (de los siglos) en una feria dedicada a las antigüedades y los objetos de segunda mano... en un sentido amplio. Aquí puede haber un sifón de principios del siglo XX, allí una talla de un crucifijo, allí unos trajes de flamenca de la temporada pasada, más allá unos juguetes viejos, allí cachivaches sin identificar y allí, en aquellos puestos, vinilos y casetes que han sobrevivido al mp3 y a la nube.
Por allí deambulaba Rocío Márquez (Huelva, 1985), la adolescente que quizás aún dudaba si llamarse a sí misma cantaora, vecina de una calle cercana desde los 15 años. Y allí se labraba parte de su cultura musical, dándose el capricho de comprar un vinilo o una cinta de vez en cuando. Visto en El Jueves (Universal), su nuevo disco, está compuesto solo de cantes y canciones que descubrió ahí, trasteando cerca de la plaza de Monte Sión. "Me gusta el encanto de los objetos que ya han tenido una vida y que tú se la puedes prolongar. Puedes reinventarla, de alguna manera", cuenta la música en Casa Patas, en Madrid, el tablao madrileño donde presentó el disco el pasado 28 de febrero. Y ahí, en ese mercadillo que se resiste a morir —y que ha estado a punto de hacerlo varias veces—, hay otra cosa. "La memoria colectiva", dice. "Estamos en un momento en el que empezar a hablar otra vez de Autonomía, de género y de memoria histórica es necesario. Eso, de una manera quizás más inconsciente, me ha llevado a todo esto".
"Todo esto" es un disco que nace de su encuentro con el guitarrista Canito, con quien tocó por primera vez en el espectáculo Naranja amarga, de la bailaora Leonor Leal, allá por 2013. "Deberíamos hacer algo", le dijo entonces Márquez al tocaor. Visto en El Jueves es ese algo, donde se suma también el trabajo de la cantaora con el artista plástico Manuel León, con quien ha paseado el espectáculo La costilla de Rocío y que aquí se encarga de los dibujos de la carátula, sobre fotografías de Celia Macías, que también la acompaña desde hace un tiempo, como Agustín Diassera, a la percusión. Hasta el tema número 15, "Andaluces de Jaén" con Kiko Veneno, lo recoge Márquez de su concierto en el Auditorio Nacional en 2018, a donde el músico acudió como artista invitado. El disco es también en esto un ejercicio de acopio, recuperación y reutilización —para empezar, del formato guitarra, voz y percusión, que Márquez no ha trabajado en los dos últimos trabajos—. Como el propio mercadillo.
Los 14 primeros temas siguen en común, además de su lugar de encuentro, un hilo sentimental: "Me han tocado". La selección es heterodoxa, como acostumbra la ganadora de la Lámpara Minera en 2008. Ha llovido desde entonces, y Márquez ha pasado ya por un rompedor homenaje a Pepe Marchena (El Niño), un trabajo de flamenco de vanguardia (Firmamento) y un maridaje entre el flamenco y la música barroca (Diálogos de viejos y nuevos sones, con Fahmi Alqai). Aquí hay emblemas de la canción mexicana como "Luz de Luna" (primer single del disco), tangos argentinos como "Trago amargo" o "El último organito", coplas como "Me embrujaste" o "Se nos rompió el amor", y también fandango, rumba, petenera, rondeña... "A la hora de arreglar", celebra Márquez, "Canito es muy inteligente: los cantes los acanciona, y las canciones las vuelve cante". Así, "El último organito" se convierte en una vidalita, y una mariana como "Entorna la puerta" lleva "a cualquier sitio antes que al flamenco".
La relación de la cantaora —en este trabajo, también productora por primera vez— con los distintos temas viene de lejos. "Luz de Luna", por ejemplo, no le llegó por voz de Chavela Vargas, como a la mayoría. "La primera vez que la escuché tenía ocho años y estaba en la peña flamenca de Huelva. La cantaba una niña que estaba en el mismo grupo, y me enamoré", recuerda. Su profesora, Amparo Correa, le grabó una cinta donde estaba esa canción, hecha cante por el Cabrero, cantaor mítico conocido también por su compromiso político. La misma versión con la que se topó ella, casi una década después, curioseando por los vinilos de El Jueves. A la composición original de Álvaro Carrillo, él sumaba la "Vidala del nombrador", de Jaime Dávalos, que ella ha respetado, continuando la letra del mexicano con una melodía propia allí donde la dejaba el cantaor. El investigador cultural Pedro Jiménez, en el texto que acompaña el disco, compara este proceso con el de la "remezcla", pero también con la transmisión del saber popular, que corre de mano en mano.
El trabajo de Rocío Márquez vuelve a caminar sobre la cuerda tensada que une tradición y vanguardia. Aquí hay, como recuerda la creadora, un buen puñado de "cantes en desuso" —la mariana, la serrana, la vidalita...— que ella recupera como se hace con los objetos de El Jueves. Y que reinventa, porque la distancia entre la mariana de "Entorna la puerta" de Menese y la de Márquez, dulcificada y acompañada de una sugerente percusión, es ancha. En "Llegar a la meta", la cantaora toma prestado el recitado de los romances de Pepe Marchena, pero con versos de Antonio Orihuela, exponente de la poesía de la conciencia nacida en los noventa. Y en las canciones, más de lo mismo: "Todas las conozco yo a través del flamenco. No hay ninguno que no venga de ahí". Es decir, que esos tangos y esas coplas ya llegaban remezclados.
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En las páginas centrales del libreto que acompaña al disco se lee una cita de la escritora Ursula K. Leguin: "No estoy perdida hasta que pierda la memoria". Y hay al menos tres temas en el disco que siguen esta sentencia en su sentido más político. Está "Andaluces de Jaén", el canto a los "aceituneros altivos" escrito por Miguel Hernández y musicalizado por Paco Ibáñez. Está "Andalucía", popularizada en los setenta por el Turronero: "Con las manos hechas jirones/ campesino te has quedao/ y han empapao los terrones/ la sangre que has derramao". De la misma época es "Empezaron los cuarenta", con letra de Moreno Galván y popularizada, de nuevo, por Menese, un cante a la posguerra española: "Se hizo el reparto de pan,/ tan alabado y bendito,/ sin derecha y sin izquierda:/ dando más bienes al rico/ y a los pobres más miserias".
Márquez, heredera del flamenco comprometido, no duda en impregnar sus cantes de feminismo, ecología y lucha de clase, y tampoco duda en pronunciarse políticamente. Con los resultados de las elecciones andaluzas aún frescos, su voz se ensombrece: "Lo que ha pasado con Vox es una cosa que a mí me aterra. Es verdad que el PSOE llevaba mucho tiempo, es verdad que había que refrescar… Pero esto no nos lo podíamos esperar. El susto ha sido muy gordo". La cantaora teme un regreso "de la época de los señoritos y de las grandes desigualdades, de muchos teniendo muy poco y muy pocos teniendo mucho". Este disco es anterior a la irrupción de la extrema derecha, pero cree intuir en él una receta, o más bien un camino: "Volvemos atrás. Estamos en un momento dedicado donde es necesaria la toma de conciencia y la acción. Y yo eso lo encuentro en la memoria, en la colectiva, en la histórica".