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Las memorias de Edward Snowden o la génesis de un denunciante

Edward Snowden, exempleado de la CIA.

En línea con su política de tolerancia cero hacia los denunciantes, las autoridades estadounidenses han decidido ser implacables con el más famoso de ellos, Edward Snowden. Ahora que el exinformático de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés) que filtró los documentos confidenciales más importantes de la historia de Estados Unidos promociona su autobiografía, la Justicia estadounidense anunciaba el martes 17 de septiembre la apertura de una causa en su contra por incumplimiento de la cláusula de confidencialidad incluida en el contrato entre él y los servicios estadounidenses.

La demanda, presentada en un tribunal federal en Alejandría, cerca de Washington, reclama el embargo de los ingresos que Edward Snowden obtenga por la venta de su libro y sus conferencias. “No permitimos que los individuos se enriquezcan a expensas de Estados Unidos”, ha señalado Jody Haunt, un alto responsable del Departamento de Justicia.

“Resulta difícil de imaginar una mejor prueba de autenticidad que el Gobierno estadounidense iniciando un proceso que confirma que el libro es tan cierto que, literalmente, va en contra de la ley escribirlo”, reaccionó en Twitter el denunciante, todavía exiliado en Rusia.

El libro, que se publicó en Francia este 19 de septiembre con el título de Mémoires vives (editado por Le Seuil) y que en España ha editado Planeta bajo el título Vigilancia permanente, no contiene, sin embargo, ninguna revelación sorprendente sobre los programas secretos de la NSA. Edward Snowden comparte algunas anécdotas sobre el funcionamiento interno de las agencias de inteligencia estadounidenses, especialmente cuando detalla sus condiciones de trabajo o explica cómo consiguió sacar los documentos de las oficinas de la NSA.

Pero el interés de esta autobiografía está en otra parte. El verdadero protagonista del libro es el autor, un joven que tenía poca intención de convertirse en un rebelde rechazado por su país y que evolucionará hasta convertirse en un héroe del hacktivismohacktivismo.

“Mi nombre es Edward Snowden”, así empieza el libro. “Antes trabajaba para el gobierno, pero hoy estoy al servicio de todo el mundo. Tuvieron que pasar 30 años para que entendiese la diferencia y cuando lo entendí, me acarreó problemas en el trabajo”.

Nacido en 1983 en Elizabeth City, Carolina del Norte, Edward Snowden vivió una vez en el mundo del patriotismo estadounidense. Su padre era un ingeniero de la Guardia Costera cuyos antepasados, los cuáqueros británicos, emigraron a Maryland en el siglo XVII. Una rama de la familia Snowden fue lo suficientemente rica como para poseer una gran propiedad, que más tarde pasó a manos del ejército, y se instaló Fort Meade, el cuartel general de la NSA. Su madre, “es descendiente directa de los padres fundadores”, los primeros estadounidenses que llegaron en 1620 para fundar la colonia de Plymouth, Massachusetts.

Ya sea de parte de padre o de madre, sus antepasados participaron en todos los conflictos de la historia de Estados Unidos, desde la Guerra de la Independencia hasta la Segunda Guerra Mundial. "Mi familia siempre ha respondido a la llamada del deber", escribe Snowden.

Cuando tenía 9 años, la familia se mudó a Crofton, Maryland, donde su padre, que había sido ascendido, fue trasladado al cuartel general de la Guardia Costera. Su madre encontró un trabajo en "una compañía de seguros para gente de la NSA" y pasa buena parte de su jornada laboral en Fort Meade.

En esta zona residencial, muchas personas trabajan para el ejército o para algún servicio sensible. "En el ambiente en el que crecí, nadie hablaba de su trabajo real, ni a los niños ni a los demás. Muy a menudo, los adultos con los que conviví no podían hablar de su trabajo, ni siquiera a sus seres queridos”.

Fue su padre quien le introdujo en el mundo de la informática a una edad temprana, en primer lugar a través de los videojuegos, que se convirtieron en una pasión devoradora. Edward Snowden dedica varias páginas de su libro a sus videojuegos favoritos. Durante muchos años, pasó noches enteras en su consola Nintendo o en juegos de rol multijugador en línea. También fue su padre quien le enseñó lo básico de la programación informática: lo llevó un día a su laboratorio, cuando sólo tenía siete años.

El joven Edward Snowden no era un chico muy sociable. Tímido, reservado, pasa la mayor parte de su tiempo libre en casa. Estaba muy mal integrada en el sistema escolar. “¡Se reían de mí porque llevaba gafas, porque no me interesaban los deportes y, sobre todo, porque tenía un fuerte acento sureño que me hacía sentir como un retrasado”, recuerda.

Un niño superdotado, con un coeficiente intelectual estimado de 140, que también se enfrenta regularmente a sus maestros. Después de un viaje caótico, dejó la escuela secundaria a los 15 años para matricularse directamente en una facultad, sin obtener su diploma final, que no se sacó hasta varios años más tarde.

No esperaba nada del sistema educativo, también porque Edward Snowden sacia su sed de conocimiento en Internet. "Desde los 12 años traté de estar conectado todo el tiempo”, dice. Se pasaba las noches leyendo todo lo que quedaba bajo el ratón, en Internet. “Un curso intensivo para quienes quieren construir sus propios ordenadores y listo; otro sobre la arquitectura de procesadores, pasando por las artes marciales, las armas de fuego, los coches deportivos y el porno soft goth, que fue para mí una revelación”.

Edward Snowden atravesará, como todos los demás, una crisis de adolescencia. Pero a su manera. “No podía recurrir a las salidas usuales de los adolescentes que se estaban separando porque yo era demasiado bueno para convertirme en un vándalo y no lo suficientemente guay para drogarme. (Hasta la fecha, nunca he estado borracho o fumado un cigarrillo). En su lugar, me embarqué en la piratería informática, que hasta donde yo sé sigue siendo la forma más sana, razonable y educativa para que los jóvenes reclamen su autonomía y se dirijan a los adultos en pie de igualdad”.

Es un adolescente solitario y retraído. Y lo será todavía más después del divorcio de sus padres, cuando estaba en tercer curso. Pero poco a poco va haciendo un trabajo sobre sí mismo y se reafirma. En la universidad, incluso hace un grupo de amigos tan frikis como él.

Edward Snowden estaba en su coche cuando el primer avión secuestrado por Al Qaeda se estrelló contra una de las torres del World Trade Center. Al joven, entonces, como a gran parte del país, le invadió la ira y el deseo de venganza. Apoya la decisión de George W. Bush de invadir Irak en nombre de la “guerra contra el terrorismo”.

“Apoyé esta política incondicional y ciegamente, es mi mayor pesar”, explica. “Daba por sentado lo que se decía en los medios de comunicación [...]. Me movía la sed de venganza”.

Edward Snowden se alistó en el Ejército, pero en las clases se rompió las tibias. Su contrato quedó rescindido y encuentró otra forma de trabajar al servicio de su país: la subcontratación. Para eludir las normas presupuestarias, las agencias estadounidenses recurren masivamente a los proveedores de servicios externos, que sirven de mera cobertura.

Para trabajar en una de estas empresas, primero debe obtener una habilitación. Lo consigue sin mayores dificultades. Casi al mismo tiempo conoció, a través de una página web, a Lindsay Mills, la mujer que más tarde se reuniría más tarde con él en Rusia. “Mi pareja y el amor de mi vida”, explica.

Posteriormente encadena varias puestos. Trabaja en la sede de la CIA en Langley, Virginia, donde pasa las noches leyendo noticias clasificadas de todo el mundo. A los 24 años fue destinado a Ginebra, donde era el responsable de “gestionar la asistencia técnica de las operaciones dirigidas por la CIA”. En 2009, se trasladó a Japón, donde le asignaron a una unidad de la NSA, el Centro Técnico del Pacífico, ubicado en la Base de la Fuerza Aérea de Yokota, en los suburbios occidentales de Tokio.

En ese momento, Edward Snowden no podía imaginar que su país pudiera participar en operaciones de vigilancia masiva a escala mundial, a pesar de cierta información que ya estaba circulando en los medios de comunicación. “Estas sospechas sobre los programas secretos de la NSA no parecían muy diferentes de los delirios paranoicos de aquellos que pensaban que los extraterrestres se ponían en contacto con nosotros por radio. Nosotros –yo, tú, tú, nosotros, todos– éramos demasiado ingenuos”, escribió.

En parte por casualidad un día abre los ojos. En julio de 2009, se publicaba un Informe público sobre el programa de vigilancia del presidente. Pero la versión había sido censurada. Algún tiempo después, “por error”, llegó a su escritorio una versión íntegra de este informe, clasificada como “información sujeta a un control excepcional”. “Varias decenas de personas de todo el mundo estaban autorizadas a conocer su contenido”, dice Edward Snowden.

El documento resulta ser “un relato detallado de los programas de vigilancia más secretos de la NSA, así como la lista de instrucciones que había dado y la línea estratégica adoptada por el Departamento de Justicia para eludir la ley y violar la Constitución estadounidense”, recuerda. “Describía maniobras tan criminales que ningún gobierno podía hacerlos públicos sin antes censurarlo”. “Después de leer este informe”, Edward Snowden pasa “semanas o incluso meses consternado”.

En 2011, la pareja regresa a los Estados Unidos y trabaja para la CIA. La situación del joven empeora por momentos. Comienza a tener ataques epilépticos y termina de baja médica.

En 2012, fue destinado a Hawai, a Tunel, una base de la NSA situada en una antigua fábrica aeronáutica “escondida bajo un campo de piñas”. Está a cargo del mantenimiento de Sharepoint, un programa interno de gestión de documentos de Microsoft. El puesto le da acceso a mucha información. Decide comenzar una “investigación”. “Estaba decidido a saber si mi país había puesto en marcha un sistema de vigilancia masiva y, de ser así, cómo funcionaba realmente”.

Entonces tuvo una idea particularmente atrevida. Comenzó a desarrollar un programa llamado Heartbeat, un sistema para centralizar las diversas fuentes de información de la NSA. “El volumen de información en sus venas era simplemente monstruoso: desde documentos internos dedicados a todas las especialidades posibles e imaginables, hasta actualizaciones sobre los últimos proyectos de investigación criptográfica, pasando por las actas de las reuniones del Consejo de Seguridad Nacional”, explica. “Casi todos los documentos que más tarde puse en manos de los periodistas fueron recuperados gracias a Heartbeat”, dice Edward Snowden.

Lo que descubre confirma sus temores; su país había puesto en marcha, con ayuda de sus aliados, un sistema de vigilancia masiva de las comunicaciones a nivel mundial. Es entonces cuando decide que esta información se debe conocer. “La exposición total del aparato de vigilancia masiva, no por mí, sino por parte de los medios de comunicación, que en realidad es el cuarto pilar del gobierno de Estados Unidos, protegido por la Carta de Derechos; esa fue la única respuesta apropiada a la escala del delito”.

Comenzó a buscar periodistas que hubiesen trabajado en temas de seguridad nacional y descubrió a Laura Poitras, realizadora de documentales que había trabajado en la política exterior estadounidense desde el 11 de septiembre, así como a Glenn Greenwald, defensor de los derechos civiles y columnista de The Guardian. Minuciosamente, prepara el traspaso de los documentos recogidos gracias a Heartbeat.

Aunque ya tiene una visión global de los sistemas de vigilancia de la NSA, todavía quiere saber cómo se aplican en la práctica, hasta qué punto se extienden a las personas y qué es exactamente lo que la agencia ha podido saber. “El programa que hizo posible este acceso se llamaba XKeyScore, que podría describirse como un motor de búsqueda que permite al analista buscar en todos los registros de su vida. Imagine una especie de Google que, en lugar de mostrar páginas de la Internet pública, ofreciera resultados de sus correos electrónicos privados, chats privados, archivos privados, etc.”.

En Hawaii, el único acceso a XKeyScore se encuentra en las instalaciones del National Threat Operations Center (NTOC), el centro nacional de operaciones de lucha contra las amenazas nacionales. Un anuncio de trabajo le permitió incorporarse como “analista de infraestructuras” a través de la subcontrata Booz Allen Hamilton.

El trabajo le da acceso a XKeyScore. Aunque no lo hizo, asegura que era posible realizar una búsqueda con el nombre del presidente estadounidense. “Todas las comunicaciones estaban en el sistema, todas”, dice Edward Snowden.

Entonces ya disponía de todas las pruebas que necesitaba y organiza su fuga. Vació sus cuentas bancarias, ocultó los retiros de efectivo y limpió sus computadoras. Está pensando en un país donde pudiese reunirse con los periodistas. Su elección es, por descarte, Hong Kong.

El día de su partida, se despidió de Lindsay Mills, que se marchaba unos días de camping. Finge un ataque epiléptico como pretexto para no ir a trabajar. Recoge sus cosas y se va, dejando una nota: “Fuera por curro. Te quiero”.

Pero una vez en Hong Kong, los periodistas no se encuentran allí. Laura Poitras ha aceptado venir, pero primero quiere convencer a Glenn Greenwald de que acuda con ella. Durante diez días, no sale de su habitación de hotel. El 2 de junio llegaron los dos periodistas, a los que se unió Ewen MacAskill del diario The Guardian.

El resto de la historia es conocida. El 5 de junio, el diario británico publicó el primer artículo detallando los documentos proporcionados por Edward Snowden. El 9 de junio, emitió el famoso vídeo en el que el denunciante se da a conocer y explica sus motivaciones. A partir de ese momento, se convirtió en un “blanco andante” y fue trasladado del hotel por los abogados, que lo escondieron en casas de refugiados, en los barrios pobres de la ciudad.

El 14 de junio, cuando cumplió 30 años, el gobierno de Estados Unidos lo acusó de violar la Espionage Act. “Si quería dejar el país libremente, tenía que irme en ese momento”, recuerda. Borré todo lo que había en mis portátiles y destruí la clave criptográfica, lo que significaba que ya no podía acceder a ninguno de los documentos, ni siquiera bajo coacción”.

Un equipo de activistas, periodistas y abogados se formó a su alrededor y se puso en contacto con los países para pedirles que le dieran la bienvenida. "Es entonces cuando entra en escena Sarah Harrison, periodista y editora de WikiLeaks", recuerda Edward Snowden. La experiencia en materia de asilo que adquirió junto a Julian Assange, que en ese momento aún estaba atrapado en la embajada ecuatoriana en Londres, la convirtió en una valiosa aliada.

Estos apoyos organizan un plan de huida para llegar a Ecuador, vía Rusia y luego a Cuba. Pero cuando llegaron a Moscú, Edward Snowden y Sarah Harrison fueron recibidos por un agente del FSB, el servicio de inteligencia ruso, que les informó de que su pasaporte había sido anulado por las autoridades estadounidenses. Pasarán 40 días en el recinto del aeropuerto. Solicitaron asilo en 27 países, incluida Francia. En vano.

Finalmente, el 1 de agosto, las autoridades rusas le concedieron asilo temporal, que ha sido renovado desde entonces. Ahora vive en un apartamento de dos habitaciones en Moscú, donde Lindsay Mills se unió a él hace tres años y donde se casaron. Lleva una vida más o menos normal allí.

¿Valió la pena? Edward Snowden está contento de su innegable sensibilización. En todo el mundo se han abierto debates sobre cuestiones de privacidad, vigilancia y seguridad informática.

En Estados Unidos, “las revelaciones de 2013 incendiaron el Congreso y las dos Cámaras del Congreso han constituido varias comisiones de investigación para investigar los abusos de los agentes no estatales”. Este trabajo dio como resultado la Ley de Libertad de los Estados Unidos de 2015, que revirtió algunas de las disposiciones de la Ley Patriota. En Europa, los debates sobre datos personales han llevado a la adopción del Reglamento General sobre la Protección de Datos Personales (GPDR).

Las empresas de Internet, pilladas en flagrante delito de colaboración con los servicios de inteligencia, han cambiado sus prácticas. Y el número de herramientas de encriptación disponibles para el público en general ha aumentado. “Internet es claramente más segura hoy en día de lo que era en 2013”, dice Edward Snowden.

Pero eso no significa que se haya ganado la batalla. Nada más lejos de la realidad. La cantidad de datos recopilados sobre las personas se ha disparado y su almacenamiento se ha convertido en internacional. "Hoy, sin importar quién eres o dónde estás físicamente, también estás en otro lugar, en el extranjero - tus múltiples yos vagan por las redes de información sin que ningún país sea el suyo, pero están limitados por las leyes de todos los países por los que pasan”.

Para hacer frente a estas nuevas amenazas, Edward Snowden cuenta con “una nueva generación”. “Nacida después del 11 de septiembre, ha vivido toda su vida bajo el espectro omnipresente de la vigilancia. Estos jóvenes que no han conocido ningún otro mundo han intentado imaginarlo y es su creatividad política y su ingenio tecnológico lo que me da esperanza”.

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Traducción: Mariola Moreno

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