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Cultura

'La Résistance' española

Grupo de guerrilleros del pantano del Águila. A la derecha, Juan Escoriza, 'Alcántara', dirigente del Batallón Didier.

El 16 de septiembre, Charles de Gaulle, líder de la Francia libre, llega a la Toulouse liberada por las Fuerzas Francesas del Interior (FFI), una amalgama de las distintas organizaciones de la Resistencia. Allí, dirá luego en sus memorias, "en torno a Ravanel, jefes de fracciones armadas constituían una especie de sóviet". Él llegaba para uniformizar, centralizar y apagar cualquier conato de revolución autónoma. Por eso se tomó mal cuando, en el desfile de las FFI, en general se topó con hombres en alpargatas que portaban cascos alemanes que le habían robado al enemigo, hombres entre los que se encontraban no pocos españoles. Antes de abandonar la ciudad, De Gaulle dejó dos cosas claras: a los españoles, que "el acceso a la frontera pirenaica les estaba prohibido"; a todos, que podían enrolarse en el nuevo ejército francés que él comandaba o, si no querían, podían volverse a sus casas. ¿Pero a qué hogar podían regresar los españoles?

Este episodio da título a Y ahora, volved a vuestras casas (Ediciones B), el libro de la periodista Evelyn Mesquida sobre los republicanos españoles que, tras su exilio, participaron activamente en la Resistencia francesa. "Se suele decir que había algunos que ayudaban a la Resistencia en el sur", protesta la autora, nacida en Alicante pero residente en Francia. "No, no y no, estaban por toda Francia". ¿Cuántos eran? ¿Cuántos de los cientos de miles de españoles que atravesaron la frontera acabaron luego combatiendo el nazismo y luchando por la liberación?  "Imposible, imposible saberlo", admite, con frustración. "Lo único que he hecho yo es rebelarme y rebelarme cada vez que me decían historiadores o militares que si no se les conocía era porque se trataba de un puñado de hombres. Fueron miles y miles, miles y miles de hombres y mujeres, que por toda Francia combatieron hasta el final". En su volumen, Mesquida rescata tan solo a unas decenas de ellos. 

La autora venía de investigar sobre La Nueve, el batallón de republicanos que abrió el paso en la liberación de París y que fue homenajeado oficialmente por el entonces presidente francés, François Hollande, en 2014, cuando se cumplían 70 años de la gesta. Pero ellos eran soldados. Estaban integrados en el ejército de De Gaulle. Rastrear a los resistentes en la Francia ocupada y la de Vichy, a los saboteadores, a los espías, a los maquis era infinitamente más difícil. "Este silencio es tremendamente injusto", denuncia Mesquida. "Estaban, lucharon y la mayoría murieron, y otros usurparon su puesto". Lo cuenta Michel Carcenac, que se unió al Maquis Soleil en Belvès, Dordoña, cuando contaba apenas 17 años: ahí estaban 100 o 200 españoles, algunos de ellos muy cercanos incluso al legendario René Coustellier, el comandante Soleil, para el que el propio Carcenac actuaría como secretario. Y lo cuenta Maurice Nussembaum, que también integró aquel equipo: "Nos enseñaron muchas cosas. La mayoría de nosotros no tenía formación militar, no teníamos entrenamiento. (...) No participaron de los honores. Es una injusticia, pero fue así. No tenían a nadie para reivindicarlos". 

'Y ahora, volved a vuestras casas'

'Y ahora, volved a vuestras casas'

Mesquida sitúa el origen de la participación de los españoles en la Resistencia en las Compañías de Trabajadores Extranjeros (luego Grupos de Trabajadores Extranjeros), unas divisiones militarizadas en las que Vichy integró de manera obligatoria a los solicitantes de asilo. Conforme se ceñía sobre ellos la amenaza de ser enviados a Alemania para continuar con su servicio, algunos no dudaron en desertar, en contacto al principio con las fuerzas británicas, llevándose consigo en ocasiones dinamita de las minas en las que habían trabajado hasta entonces. En 1943, señala la autora, los españoles suponían el 83,7% de los Grupos de Trabajadores, repartidos por todo el país. El primer rastro de la resistencia española, del que empezó a tirar, lo encontró la periodista en Glières, en los Alpes de la Alta Saboya, un punto especialmente relevante, por su geografía, para el posterior desembarco de los Aliados. Entre los 450 guerrilleros elegidos para tomar la meseta, había 56 republicanos. Cuando la Resistencia perdió esta batalla, también perdieron ellos. 

Y ahora, volved a vuestras casas ha servido para recopilar la historia que había salpicada aquí y allá sobre el papel de los españoles en la Resistencia —una información desplegada por los historiadores, cuenta la autora, pero poco accesible para los lectores comunes—, pero también para rescatar nombres menos conocidos. El de José Gonzalvo, aragonés integrante de la Columna Durruti, que acabaría sendo un maquis en Dordoña; como Emilio Álvarez Canosa, militante comunista que comenzó a organizar los primeros grupos autónomos en Marsella; como a Ventura Márquez, al que la Guerra Civil pilló como secretario de UGT en Esplugues de Llobregat y que trabajó en el embalse del Águila, uno de los principales focos de la Resistencia española, antes de sumarse a la ofensiva guerrillera que pretendía recuperar España entrando por el Valle de Arán. Allí fue hecho prisionero y condenado a muerte. 

Pero también a Carmen Bazán, enlace de guerrilleros, Sara Berenguer, elemento clave de la comunicación entre los maquis libertarios del sur, o Conchita Grange, miliciana, prisionera en Dachau y receptora de la Legión de Honor. Los nombres de mujeres son mucho más difíciles de localizar. "Para la historia no existen", se queja Mesquida, "pero no había una sola red de maquis que no tuviera mujeres. Era la ligazón necesaria entre los guerrilleros y el mundo, pasaban armas, pasaban noticias, pasaban mensajes. Y, naturalmente, sabiendo que muchas murieron sin reivindicarse. No les han dado las medallas, no las han reconocido porque no tenían las armas en la mano". La autora señala una foto incluida en el libro, que retrata a un grupo de maquis en La Madeleine: entre ellos hay una combatiente. Su nombre se ignora todavía. 

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