Los diablos azules
María Teresa León, memorias de una mujer de letras
En 1967, cuando estaba escribiendo sus memorias, María Teresa León tenía 64 años y se sentía una mujer vieja: "Es difícil ser vieja. Se necesita un aprendizaje, que es el drama de nuestra vida". Apenas cinco años más tarde, los síntomas del Alzheimer se harían plenamente visibles. Cuando en 1977 consiguió al fin aterrizar en España, con su marido Rafael Alberti, apenas si conservaba un hilo de conciencia para disfrutar del anhelado regreso. Y sin embargo, Memoria de la melancolía (reeditado por Renacimiento)es un libro pleno de lucidez, lleno de recuerdos significativos, pero también de reflexiones agudas y del apasionado lirismo de quien nunca pudo ni quiso olvidar su país, que durante muchos años se encarnó en los amigos, en los conocidos, en los admiradores: "Llaman a la puerta de esta casa nuestra de Roma personas que son como sueños que regresan".
María Teresa León quiso concentrar en este libro muchos años de vivencias que no eran solo suyas, sino de la parte de España que encarnaron los que tuvieron que marchar al exilio: "Somos los que quedamos gentes devoradas por la pasión de la verdad". Si algo le obsesionaba y le preocupaba era no ceñirse a lo ocurrido: "Todo son palabras y colores dentro de mí que ya no sé muy bien qué representan. Me asusta pensar que invento y no fue así…". Benjamín Prado, prologuista y biógrafo de la autora, define el libro como una "especie de tratado de la pérdida". José Luis Ferris tituló Palabras contra el olvido su biografía de María Teresa León. "No sé quién decía en mi casa ―escribió ella— que hay que tener recuerdos. Vivir no es tan importante como recordar".
Y sin embargo, si pudo componer el libro, si pudo recordar, es porque vivió mucho. Vivieron. Y el plural es importante en su caso porque siempre son compartidas sus vivencias. Aunque organizó el traslado de las obras maestras del Museo del Prado a Valencia para salvarlas de las bombas, y coordinó la Alianza de Escritores Antifascistas en el palacio del marqués de Heredia Espínola, y fundó las revistas Octubre y El mono azul, y llevó el teatro al frente de batalla, jugándose la vida en varios momentos, y se entrevistó con Stalin y fue vetada en varios países de América, que les cerraron sus puertas a su marido y a ella, aunque vivió muchos años al menos en tres países distintos y páginas irrepetibles de la historia de España, todas sus evocaciones las comparte con otras personas, como si el vivirlas hubiese sido menos un mérito que un regalo: "Fue entonces cuando yo comencé a sentir junto a mis pies algo así como piedrecitas que caían, como esquirlas que golpeasen el suelo. Eran las balas. No las había oído nunca, no me daba cuenta y por eso no sentía miedo. Corría, corría como hacían los demás hacia unas paredes rotas...".
Habla también de su infancia, pero con tanto pudor que se desdobla. No es a ella a la que le pasan las cosas, sino a la niña rubia, a la sobrina de Menéndez Pidal y de María Goyri (primera doctora en Filosofía y Letras que tuvo España). Siente que ahora, al contarlo, es otro distinta, que ha conseguido cambiar aquel destino de niña bien: "Por favor, cierra la puerta. No quiero oír mi infancia". Porque María Teresa León se fue forjando a sí misma contra las balas, contra las circunstancias, contra el dolor del exilio: "Somos lo que nos han hecho, lentamente, al correr, tantos años. Cuando estamos definitivamente seguros de ser nosotros, nos morimos".
Los personajes que van desfilando por las páginas de Memoria de la melancolía componen un retablo de la historia de España, pero también de la historia de la cultura del mundo en una época precisa. Ahí están Gorki, Einsenstein, Malraux, Pasternak, por supuesto Neruda, casi todos con sus compañeras. Y, ¿cómo no?, están los españoles, todos descritos en unos breves trazos, rotundos. Y todos tratados con respeto, cuando no con cariño. María Teresa León reivindica la lealtad con España de Unamuno y de Cernuda. Retrata el lado inédito de los amigos: "Federico era el hombre que siempre llegaba tarde (…) improvisaba su vida". Y es clemente hasta con Miguel Hernández, a quien propinó una bofetada en un intercambio violento de palabras, unos días antes de que todo acabase.
Y, claro, estuvo siempre del lado de la mujer, reivindicándola con tanta elegancia como ironía. Así, "Eva Perón tuvo un entierro de hombre. La ciudad entera tembló". Y de Zenobia Camprubí dice que "fue la suya una decisión hermosísima: vivir al lado del fuego y ser la sombra". En cuanto a sí misma, le gusta que los franceses la definan como "mujer de letras": "Eso, mujer de letras, una junto a otra, no de palabras…". Y confiesa su pasión por la escritura: "Decimos al hacerlo casi en voz alta lo que las pequeñísimas células interiores nos dictan (…). El escribir puede dejarnos tan exhaustos como una noche de amor". De hecho, duda: "Tal vez no debería haber escrito este libro, pero escribir es mi enfermedad incurable".
Tampoco evita referirse a Rafael Alberti, su segundo marido, con el que compartió tantos años. Cita a Petrarca para resumir: "Decía que el efecto del amor es transformar a los amantes y hacerlos parecerse al objeto amado. Si eso fuese así, yo sería Rafael Alberti". Y retrata a su marido en diferentes momentos, en diferentes páginas: "Rafael había sido siempre escandaloso, hasta cuando pintaba en vez de escribir versos". Reconoce implícitamente que mantuvieron una rivalidad por el protagonismo, y no le importa declararse perdedora: "Ahora soy yo la cola del cometa. Él va delante. Rafael no ha perdido nunca su luz". Una bofetada, otra, zanjó aquella legendaria relación, cuando el Alzheimer ya había dictado sentencia. Después se ha convertido en un tópico comparar Memoria de la melancolía con La arboleda perdida de Alberti, un libro también hermoso, en el que todas las piezas encajan. Como dice el prologuista Prado: "Son dos libros que se complementan, pero no se necesitan". En las memorias de María Teresa León, las emociones deciden el orden, son ellas las que arraciman los pasajes y los van relacionando: "Doy un golpe seco en mi corazón y todo enmudece".
Unamuno según Barea
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Memoria de la melancolía apareció en Argentina, en la legendaria editorial Losada, en 1970. La última edición aparecida en España es de Castalia, de 1999, hace más de 20 años. Abelardo Linares, propietario de la sevillana editorial Renacimiento, ha acordado con los herederos de la escritora abrir una colección con las obras de María Teresa León, muchas de los cuales siguen inéditas en España. Qué libro mejor para ir abriendo camino.
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Arturo Tendero es periodista y poeta. Su último libro es Arturo TenderoEl otro ser (Isla de Siltolá, 2018). Reseña cada semana un poemario en El mundanal ruido.