Los diablos azules
'Podría destruirte', violación y consentimiento
La miniserie de doce capítulos de HBO (producida originalmente por BBC One) Podría destruirte, creada y escrita por Michaela Coel, aborda con decisión el tema del consentimiento en las relaciones hetero y homosexuales. Inspirada en un suceso real, la violación de la directora y protagonista de la serie durante una noche en la que fue drogada hasta la inconsciencia, cuenta a un ritmo trepidante los efectos de ese trauma, las reminiscencias intrusivas que atormentan a la víctima, y la paulatina reconstrucción de los hechos olvidados durante meses. Todo ello a través de Arabella, su alter ego, interpretada también por Coel.
La autora, directora (junto a Sam Miller) y protagonista trata de poner sobre la mesa el problema del consentimiento desde sus aspectos más evidentes hasta los más sutiles. Habría consenso en que una chica drogada y violada no lo fue con su consentimiento, obviamente, pero quizás a algunos les asalten más dudas sobre la violación que sufre el joven amigo de la protagonista de parte de un esporádico compañero sexual con quien se ha citado voluntariamente, una penetración que es sin su consentimiento; o la penetración sin condón a la que, ignorándolo Arabella, la somete un compañero de trabajo con quien mantiene relaciones sexuales consentidas; o el aparente trío casual que realiza su amiga con dos jóvenes italianos que, allí donde la chica cree que es seducción y azar, descubre que se trata de dos amigos que se han puesto de acuerdo para acostarse con ella. Este engaño apunta a que el consentimiento va mucho más allá del famoso sí o no, y exige conocer los pormenores del encuentro y las intenciones del otro. ¿Se hubiese acostado la joven igualmente con los dos hombres de haber sabido que todo estaba planeado de antemano por ellos?
El consentimiento se plantea en la serie, y esto es lo que la hace más interesante, en un contexto de promiscuidad sexual, de libertad entre jóvenes millennials que utilizan las apps de citas para ligar, que corren riesgos, que viven alegremente su sexualidad y su juventud. Al plantearlo así, la directora pone de lleno el dedo en la llaga, pues el tema se perfila en toda su profundidad: sea cual sea la actitud sexual de los protagonistas del encuentro, el consentimiento atraviesa la relación como un requisito indispensable para que se trate de un encuentro entre iguales y no haya abuso de poder, pues si no hay consentimiento, hay abuso. El consentimiento tiene una profunda conexión con el reconocimiento del otro como un igual. Y, como decía el filósofo Axel Honneth, donde no hay reconocimiento del otro hay menosprecio.
También el racismo está presente tangencialmente en el desarrollo de la historia, pero lo central son los efectos devastadores de una violación ejecutada con premeditación y alevosía, que reduce a la víctima a un objeto para uso del violador.
Formalmente trepidante, como la propia vida de Arabella, la serie plantea también la velocidad que rige la vida de los jóvenes millennials, el oportunismo y las presiones de las editoriales a la hora de captar talentos a partir de su éxito en las redes sociales y, también de forma quizás tangencial, pero notable para quienes no formamos parte de esa generación, los modos de defenderse de la angustia prioritarios entre estos jóvenes, que utilizan la actuación compulsiva como recurso y huyen de la reflexividad hasta no saber quiénes son, hasta que el trauma exige la instrospección para poder elaborarlo. En la serie, la introspección se realiza a través de un grupo de autoayuda, y se expresa en el ritmo más pausado que adopta la narración, lo mismo que el que adopta Arabella.
Quiero hacer notar un hecho muy interesante, que no quisiera que pasaran por alto quienes se acerquen a Podría destruirte después de leer este comentario. Cuando el joven que se quita el preservativo en mitad del acto sexual con Arabella, cuando ella ha querido y creído que lo llevaba, la reacción de la chica es pedirle que le pague la pastilla del día después. Solo eso. Como si careciera de referentes para saber que ese gesto unilateral y taimado es también una violación. Tras el acto, compran la pastilla y Arabella sigue con el chico, lo besa, le sonríe, no parece indignada sino contrariada por las posibles consecuencias, como si su dignidad personal y su cuerpo no fuesen del todo suyos, como si no conociese sus propios límites ni tuviese una idea clara de lo que considera inaceptable. Solo cuando en un chat lee el testimonio de otra joven sobre ese mismo comportamiento, al parecer más común entre los hombres de lo que cabría pensarse, y se informa de que según las leyes inglesas es un delito, Arabella toma conciencia de que ha sufrido un nuevo abuso y denuncia públicamente al agresor.
Esta denuncia, desproporcionada e impulsiva, a nuestro entender, es también un síntoma que muestra la falta de reflexividad, la actuación permanente y la velocidad de las reacciones de los jóvenes millennials.
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El capítulo final es memorable, si bien no quiero hacer spoiler, abre un abanico que va del tremendismo de Tarantino a una sutil amenaza, susurrada al oído del violador que, finalmente, ha descubierto en sus frecuentes visitas al bar donde sucedieron los hechos, y en un giro metafílmico, la directora convierte el desenlace en una soberbia clase de literatura y del poder catártico y emocional de la escritura y de la ficción. Por todo lo anterior, considero esta miniserie muy recomendable.
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Lola López Mondéjar es psicoanalista y escritora. Su último libro es Qué mundo tan maravilloso (Páginas de Espuma, 2018).