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El estigma sobre las personas con esquizofrenia surge bajo las amenazas: no ejercen más violencia, la reciben

La ministra de Industria y Comercio, Reyes Maroto, muestra una fotografía de la navaja con la que ha sido amenazada.

Varios expertos y asociaciones especializadas en salud mental, psicología y psiquiatría han rechazado este martes los titulares, a su juicio, estigmatizantes que se han publicado en prensa a raíz de las amenazas recibidas por la ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto, por parte de un vecino de El Escorial que, según la Policía, está diagnosticado con esquizofrenia.  "El PSOE hace campaña con la amenaza de un esquizofrénico" era el titular de la edición del día de El Mundo; "la izquierda se aferra al "fascismo" aunque la navaja la envió un loco", se puede leer en El Español. Son dos ejemplos de varios que, señalan los especialistas, efectúan un vínculo entre esquizofrenia y violencia que no existe, además de usar expresiones discriminatorias. Las personas que padecen esta clase de sufrimiento psíquico no son más violentas con respecto a la población general y, de hecho, sufren violencia institucional y social que se acentúa por un "estigma" que lleva perdurando décadas y que, según estas organizaciones, pervive por titulares como ese. 

No hay vínculo entre esquizofrenia y violencia. Las personas diagnosticadas no son más propensas a enviar una navaja a una ministra. Su salud mental es uno de los múltiples factores que pueden explicar la acción. "Es un gravísimo error y un criterio acientífico unir el trastorno mental con violencia. Son muchas veces víctimas de violencia institucional y social", asegura el presidente de la Confederación Salud Mental España, Nel González. Rechaza que el sufrimiento psíquico de una persona sea la causa de su comportamiento. "Cientos de miles de personas que tienen problemas en España no mandan navajas. Es una grave error y una injusticia que se diga esto", sin tener en cuenta el carácter y el contexto político, social y económico en la que se encuentra. 

En el mismo sentido se pronuncia la Sociedad Española de Psiquiatría: "Los seres humanos somos lo suficientemente complejos como para que se nos pueda definir por una característica física, una querencia política, una afición o una enfermedad médica", asegura su presidente, Celso Arango. Se asume, asegura, que la esquizofrenia en una persona diagnosticada es el único elemento que dictamina su manera de actuar. "Se da a los trastornos mentales una entidad mayor que a otras patologías médicas en la anulación del resto de la persona", añade.

"Muchísimos medios han dado por sentado que lo que ha llevado a esta persona a hacer lo que hizo es su salud mental. Atribuyen una relación causa-efecto inmediata", arguye, por su parte, el director de la asociación contra el estigma Obertament, Miquel Juncosa. "Seguramente, esta persona ha hecho lo que ha hecho por otras razones", como una radicalización ultraderechista ajena a su diagnóstico. "Pero solo puedo especular. Que es lo que han hecho los medios, han especulado". 

Obertament ha publicado una guía para medios de comunicación sobre cómo tratar la salud mental en los medios. Ninguna de sus consignas, a juicio de Juncosa, ha sido respetada en la cobertura de la amenaza que recibió la ministra Reyes Maroto. Se oponen al uso de las expresiones un psicótico, esquizofrénico, loco o trastornado. "Las personas son más que su diagnóstico de salud mental. Éste no las define", defienden. E insisten: "Tener un diagnóstico de salud mental no justifica un carácter o comportamiento agresivo y no siempre es la causa de un acto violento". 

La ministra Reyes Maroto recibe una navaja ensangrentada

La ministra Reyes Maroto recibe una navaja ensangrentada

Las organizaciones han insistido durante todo el día en que las personas con un diagnóstico de esquizofrenia –el 1% de la población española, según estimaciones–, no son más violentas en comparación con la población general. Pero van más allá: sí sufren más violencia. Institucional, social o económica. Desde todos los frentes. González cuestiona "el tratamiento que se les da a estas personas cuando tienen un ingreso hospitalario. No tienen en cuenta sus argumentos, se les amarra (...) Ningún tratamiento coercitivo es terapéutico. Los medios coercitivos cuestionan los derechos humanos".

El presidente de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, Mikel Munárriz, cree que hay una forma "convencional" de tratar el estigma: "como una serie de falsas informaciones, de estereotipos, de clichés, de actitudes o posicionamientos sociales que afectan a las personas a las que se le atribuye el estigma". Pero va más allá. "El estigma es una forma de discriminación y un atentado contra un derecho fundamental. Tienes menos posibilidad de encontrar un trabajo, de encontrar pareja, de que tu voz sea escuchada". El especialista admite estar "muy cabreado" por los titulares de este martes y no sale de su asombro: "Hace diez años que no pasaba una cosa así". 

Munárriz cree que hay que abrir el debate en el mundo de la psiquiatría sobre si el diagnóstico "es algo que se nos ha ido de las manos". "Es un tema que también nos preocupa", reconoce. A corto plazo, hay que conseguir "que los medios tengan un enfoque respetuoso", una batalla con mucho por librar, según lo demostrado durante estos días. "Pero tienen que estar presente los lados oscuros que tiene el propio tratamiento diagnóstico. Muchas veces no está balanceado: es resumir todo lo que le pasa a una persona con una etiqueta". ¿Se puede separar el "trastorno" de la precariedad o la marginalidad que atraviesa al sujeto? ¿De su historial, de su contexto familiar, de sus relaciones? ¿Las llamadas "enfermedades mentales" son departamentos estancos, con síntomas claros e inequívocos, sin relación con el contexto político y social? Hay expertos y activistas que creen que no. Pero para afrontarlo, es necesario, creen, dejar de pensar que la esquizofrenia es la única razón detrás de una agresión.

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