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La carencia como oportunidad

La poeta argentina Marisa Martínez Pérsico.

Víctor Coral

Imposible competir con las certeras palabras con que Joan Margarit, el recordado poeta que nos dejó en febrero del año pasado, preludia el reciente poemario de Marisa Martínez Pérsico. Dice el autor de Un hivern fascinant: "… el lector aprende de golpe que no va a haber compasión para él en este libro. Que no escapará de sus historias de amor. Hallará comprensión, seguro que sí, los buenos poemas no pueden no desvelar, no consolar".

Pero esta carencia es, como casi todo, una oportunidad. El poeta me exime de referirme a los magníficos poemas de amor que conforman este libro; nadie puede hacerlo mejor que él. Yo me restringiré a señalar dos niveles de escritura en Principios y Continuaciones (Pre-Textos, 2021): uno más bien tópico —pero magníficamente resuelto—, el diálogo con otros escritores y libros; y otro más sutil pero sustancioso: el diálogo del texto con el yo interno de la poeta. Para ello nos valdremos de una buena cantidad de citas extraídas de un poemario harto citable. Apenas en las primeras páginas, encontramos estos versos:

Ya lo dijo Platón en su Banquete.

Hemos perdido, María, el instinto de unidad.

 

Cierto. Todo Platón se puede entender como una laboriosa y bella manera de recuperar esa unidad, perdida con la existencia humana; existir es caer en la diversidad… la multiplicidad esconde la prístina unidad desvanecida. Por cierto, no es la única referencia dialógica con la tradición. A lo largo de muchos poemas se encuentran casi sin dificultad alusiones, referencias, intertextualidades, apelaciones a escritores y poetas. Veamos este aporte cognitivo en un poema sobre Liang Kai el loco:

... para hablar del bambú

es indispensable

convertirse en bambú...

 

U observemos este ejemplar poema breve en honor del gran pintor belga:

VARIACIÓN DE MAGRITTE

Estoy tomando un café frente a la noche

y ya tengo abstinencia de tu tiempo.

Cruza el celaje un pájaro de luto

y en las plazas de Roma

los amantes

reproducen nuestros ritos de ayer

con esa falsa

verdad de los instantes.

 

Joan Margarit llama la atención en su prefacio sobre la presencia de Las Palabras, de Sartre, y de poetas como Marina Svetaieva y Petrarca (sublime el poema donde se habla del autor del Cancionero, dicho sea de paso). Yo quisiera destacar la alusión a Las Palabras y las Cosas, de Foucault; pero también los diálogos con pintores como Modigliani y Vlaminck, y con personajes literarios entrañables:

Concédeme

la tregua que te pido.

Te ofrezco el amor y la palabra:

seré tu Sherezade,

pero no te suicides.

Sería mezquino, sin embargo, afirmar que todo se resume aquí en el diálogo cultural, en la cita, en la alusión, aun cuando esté muy bien trabajado ello en Principios y continuaciones (título que se desprende naturalmente de unos versos de Wislawa Szymborska). Hay un segundo nivel de diálogo en el texto, y esto nos entusiasma aún más. A lo largo de todos los textos, la mayor parte de las veces sin constituirse en el tema principal de los poemas, aparecen reflexiones, reverberaciones cognitivas, aventuras (felices) aforísticas a veces. Cito:

Sentirás en el cuerpo el desengaño,

que es un arco tendido

entre el verbo y la idea,

lo arbitrario que anuda los nombres a las cosas

en futuros destinos que te aguardan.

 

¿No es poderosa, pero más importante aún, certera, la imagen que concibe el desengaño como un arco tendido entre el verbo y la idea? Y ese reconocimiento de la final arbitrariedad de la relación entre nombres y cosas… Reparemos en este aserto sucinto, lacónico y tan profundo:

Nombrar, también, es despedirse.

 

Cierto. Sólo la cosa innombrada, inasida, permanece a nuestro lado (si se quiere, asediándonos, pulsándonos); por otro lado (el más común) nombrar la cosa es domesticarla, desgastarla, empezar a perderla…

El diálogo con el cuerpo —ese yo urgente del sujeto contemporáneo— no está ausente en el libro. Pero como corresponde a una mirada lúcida, concentrada como la de MMP, su rotundez se halla ligada a temas otros:

Dime, cuerpo,

¿cuáles son tus hendijas?

¿desde dónde te aferras

a lo eterno?

¿es que tu vástago de luz

vino a roer la sombra

y sólo dura

en los huesos que descansan?

(Énfasis nuestro)

 

Hay versos, esquirlas de sentido trascendente, en los que la poeta roza la profundidad espiritual de un Porchia, de un Juarroz, de un Mujica (para convocar sólo compatriotas suyos, pues bien podríamos citar al peruano Martín Adán):

Qué lúcida, a veces, la nostalgia

de lo que nunca hemos sido

y que tampoco será.

 

Y de la mano del Platón invocado al inicio del poemario, y/o de los neoplatónicos posteriores, vienen estos filamentos reflexivos:

Este bastarse a sí mismo del instante

porque todo lo que cabe en un rayo es infinito.

 

Todo lo que cabe en un rayo es infinito. Difícil, muy difícil hallar una poeta todavía joven, en cualquier lengua, que acceda a estas altitudes poéticas. Tal como el instante se basta a sí mismo, la poeta MMP y su verbo privilegiado se bastan, quedan indemnes ante las veleidades poéticas que parecen señorear en el escenario actual.

Y aún se da tiempo nuestra poeta para jugar con temas "pesados" como la física cuántica —que lúdicamente envuelve en una tonada bolerística—, o fustigar, un poco maternalmente, a los epígonos del gran Néstor Perlongher, en un gesto poético atrevido pero necesario.

"Rara vez las preguntas nos dejan como antes", dice la poeta. Lo mismo se puede decir de los buenos poemarios. Y este es, sin ninguna duda ni exceso, de los mejores poemarios que me ha sido dado leer en los últimos años.

Una lectura de la poesía de Marisa Martínez Pérsico

 

 

Víctor Coral (Lima, 1968) es crítico literario, poeta y novelista peruano. Su último libro es 'Nada de este mundo' (Chile, LP5, 2020). 

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