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El impacto de la ganadería industrial

Garzón: "Las élites no supieron leer que a la ciudadanía le preocupa cómo nos alimentamos"

El ministro de Consumo, Alberto Garzón, en la presentación del Atlas de la Carne, de Amigos de la Tierra.

En los primeros días de 2022 el debate político español estaba colapsado por las macrogranjas y unas declaraciones del ministro de Consumo, Alberto Garzón, a The Guardian que fueron manipuladas. La actualidad avanza más rápido que nunca y aquella polémica parece lejana, en pleno terremoto en el PP y en plena crisis en Ucrania. Pero el miembro del Ejecutivo y coordinador de Izquierda Unida ha querido volver a aquella tormenta, mirarla con perspectiva, y reafirmarse. "Una parte de las élites de nuestro país no supieron leer que a la ciudadanía le preocupa el modo en el que nos alimentamos y las consecuencias", aseguró este miércoles, en la presentación del Atlas de la Carne, una investigación de la organización ecologista Amigos de la Tierra sobre los impactos de la ganadería industrial.

La intervención de Garzón empezó con una broma. Un aparato de los técnicos de cámara cayó al suelo al fondo de la sala, causando un estruendo, y el ministro lo aprovechó: "Cada vez que digo 'macrogranja, pasa algo'", lanzó, causando la risa de los presentes. El coordinador de IU lamentó la polémica de enero, pero cree que sirvió para que "se hablara de esta temática en cada bar, en cada centro de trabajo, en cada casa. Es un proceso positivo que hayamos abierto este debate de manera masiva".

El ministro fue contundente: "Hay una evidencia científica acumulada durante décadas" que apunta a que "vivimos en un modelo de producción y consumo insostenible". Los países industrializados generan más carne de la que los límites del planeta pueden consentir, por los gases de efecto invernadero y el cambio climático, y la industria provoca impactos a la población donde se asientan las granjas y a la biodiversidad de sus ecosistemas. "Cualquier sistema económico tiene que estar" dentro de esos límites, insistió; "es lo que tendemos que entender como sociedad".

"Como dijo el maestro", continuó Garzón en referencia a Karl Marx, "vivimos en el fetichismo de la mercancía"; cuando vamos al supermercado, desligamos el producto de su procedencia, tanto en relación al impacto ambiental y social como en relación a la explotación y el sufrimiento animal que se requiere. Sin embargo, el ministro reconoció: "No basta con tener razón", aunque, a su juicio, no exista un debate académico que cuestione estas "verdades científicas".

"Es necesario que articulemos política para transformar la realidad. Y ahí hay un obstáculo: el poder. No todos los actores del ecosistema político tienen las mismas capacidades e influencias". Interesados en que todo siga igual, pensando antes en su beneficio que en el bien común. Pero también sonó a una referencia al presidente, Pedro Sánchez, otro actor del ecosistema que le desacreditó el pasado verano. "Están interesados en otras dimensiones que no son compatibles con las transiciones ecológicas que tenemos que llevar a cabo".

Garzón terminó su intervención con una llamada a "que cambie el sistema, y que no cambie el clima", se sentó y escuchó con atención la presentación del Atlas de la Carne a cargo de Andrés Muñoz Rico, responsable de Soberanía Alimentaria de Amigos de la Tierra. El trabajo de la organización ecologista muestra que la producción y el consumo de carne podría aumentar en un 14% para 2028, a pesar de que el 20% de las emisiones a nivel mundial se pueden atribuir a la ganadería. Además, el 40% de las tierras a nivel mundial se destinan a la producción de pienso.

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España, recuerda el informe, es el tercer productor de porcino a nivel mundial, con el 22% del censo de la UE, y manda a China el 75% de las exportaciones. La gripe porcina, explicó Muñoz, hizo caer la producción asiática y las macrogranjas brotaron como setas en la Península Ibérica para atender esa demanda. Contaminando las aguas, generando malos olores y consumiendo un recurso hídrico aún más valioso ante la sequía que se avecina.

"A pesar del impacto global de la carne, ningún país del mundo cuenta con una estrategia para reducir su consumo o transformar la producción", explica el documento. España, obviamente, tampoco: y un problema social y ambiental necesita de una solución política no solo para abordar la transición, sino para ser punta de lanza del cambio cultural necesario en un país donde se come más carne de la que se necesita y de la que es recomendada para una buena salud, pero en la que cualquier abordaje, aunque sea tímido, provoca una explosión de reacciones en contra.

El país, en sus planes climáticos, no prevé un futuro con menos granjas ni una reducción del tamaño del sector: se apoya en la modernización de los procesos y en evitar en la medida de lo posible el impacto de cada instalación. "Son las políticas públicas y el dejar hacer al mercado lo que nos ha llevado hasta aquí. Necesitamos políticas agroalimentarias y de consumo", explicó Muñoz, que agradeció a Garzón su "valentía" para "poner el problema encima de la mesa". Nunca mejor dicho.

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