La extrema derecha francesa echa raíces en una ecología local, populista y xenófoba

Jordan Bardella, líder del partido de extrema derecha francés Agrupación Nacional

Youmni Kezzouf (Mediapart)

Rassemblement National (Agrupación Nacional) avanza a tientas. Aunque el partido de extrema derecha afirma a menudo que pretende "intensificar sus competencias" en cuestiones ecológicas, sacando a relucir ideas y personalidades para ganar votos en las próximas elecciones, también está mostrando las debilidades de su visión de las cuestiones ecológicas, que choca con la realidad científica y socava su estatus de autoproclamado "principal partido ecológico de Francia".

El viraje no es del todo nuevo. Ya en 2019, para las elecciones europeas, el partido promocionaba su corriente "localista", proteccionista e identitaria, frente a los "globalistas" considerados como sus adversarios. En las filas del partido ahora liderado por Jordan Bardella (dirigido hasta 2021 por Marine Le Pen, ndt) aseguran haber visto antes que nadie la correlación entre globalización, consumismo desenfrenado y estragos en la naturaleza.

"Siempre hemos defendido la lucha contra la globalización, la sociedad de consumo... en cierto modo, siempre hemos sido los más ecologistas de los ecologistas", afirma el diputado de RN Pierre Meurin.

La corriente localista, liderada entonces por Hervé Juvin, eurodiputado apartado desde noviembre de 2022 tras su condena por violencia doméstica, está ahora dirigida por Andréa Kotarac. Con sus orígenes en el movimiento identitario, esta corriente hace hincapié en los circuitos cortos, la producción local y la reindustrialización, centrándose casi exclusivamente en las emisiones de CO2 vinculadas a las importaciones.

Kotarac hace especial hincapié en la amenaza que representan los inmigrantes, descritos como una "especie invasora" que pone en peligro el equilibrio de un ecosistema. Hervé Juvin explicaba en BFMTV en 2019 que "un sistema vivo complejo no puede sobrevivir a las especies invasoras. Las especies invasoras de hoy son las finanzas globales (...) y la migración masiva. Ningún sistema vivo complejo puede resistir la migración masiva".

Cofundador de la corriente localista y compañero de Marine Le Pen, Andréa Kotarac pidió, con motivo del 50º aniversario de RN, que se limite la "explosión demográfica" mundial para luchar contra el cambio climático, insistiendo en que la ecología está "en el corazón del proyecto político del partido". Fue militante de La France insoumise (LFI) y ahora coordina un grupo de trabajo sobre ecología dentro de RN, para traducir las ideas del partido en propuestas legislativas concretas.

Para Stéphane François, politólogo y autor de Vert-Bruns. L'écologie de l'extrême droite française (Verde-pardos. La ecología de la extrema derecha francesa, edic. Le Bord de l'eau), esta visión localista es ante todo populista y xenófoba: "En el último programa presidencial del partido, la respuesta a todas las cuestiones ecológicas es 'fronteras'. Pero las cuestiones ecológicas son esencialmente transnacionales. Es un sofisma, no es ecología.”

Mano dura contra la ecología "punitiva”

En su último discurso del 1º de mayo en Le Havre (Seine-Maritime), Marine Le Pen detalló su crítica a la ecología "punitiva". Lanzándose en una larga diatriba, la presidenta del grupo parlamentario RN en la Asamblea Nacional atacó a los "hipócritas climáticos" que preconizan un decrecimiento que es sinónimo, según ella, de desaparición de la civilización, afirmando que ella encarna la "verdadera ecología desde hace diez años.”

Tras burlarse de la "ecología punitiva que persigue a los coches de combustión", la ex candidata presidencial detalló su visión catastrofista: "Detrás de este mismo planteamiento ideológico se esconde la idea de la desaparición de la actividad industrial e incluso de toda actividad humana. Desde una visión apocalíptica, nos conducen hacia una lógica de regresión e incluso de extinción".

La focalización de la llamada ecología "punitiva", sistemáticamente integrada en una crítica de los "bobos parisinos" (bourgeois bohèmes, ndt), está en el centro del discurso del partido de extrema derecha, que en este punto coincide con la derecha francesa y Emmanuel Macron. En el Salón Aeronáutico de París, en junio, el propio presidente hizo un llamamiento a la "sobriedad bien organizada y no punitiva". La retórica de RN se construye en torno a una promesa contraria al consenso científico sobre el cambio climático: ser ecológicos sin cambiar el estilo de vida de los ciudadanos.

Por eso los diputados de RN se encuentran en primera línea en sus circunscripciones, luchando contra la construcción de aerogeneradores o la "artificialización neta cero" del suelo, descrita como un ataque directo a las urbanizaciones de chalets, objetivo electoral predilecto del partido.

En declaraciones a Mediapart, Pierre Meurin, diputado de RN por el departamento del Gard, que se define como "hiperecologista", defiende la Francia rural: "Nuestros compatriotas saben muy bien que la Francia de las casas unifamiliares, de los propietarios de viviendas, la Francia de los automovilistas, está estigmatizada por unos logros ecológicos poco importantes a escala mundial.”

Una Francia rural ilusoria

El argumento se repite como un mantra: como Francia sólo es responsable del 1% de las emisiones mundiales de CO2, no tiene sentido proponer medidas que podrían ser impopulares. Este razonamiento ignora otros datos, como las emisiones de CO2 por habitante y la larga historia de los países industrializados, que emiten gases de efecto invernadero desde hace dos siglos. Sobre todo, este truco retórico permite trasladar a otros la responsabilidad de organizar una auténtica transición ecológica.

Es ahí donde reside la paradoja de los argumentos ecologistas de RN: una visión identitaria y proteccionista frente al cambio global, y una relación muy relativa con la emergencia climática. “Necesitamos darnos más tiempo", argumenta Pierre Meurin. “Aunque estemos de acuerdo en la urgencia de la situación, no se puede transformar una sociedad tan radicalmente, a menos que se instaure una dictadura.”

El partido intenta imponer el concepto de una ecología de "sentido común", que a menudo se reduce a grandes fórmulas sin sustancia. "No creemos en el decrecimiento, creemos en el poder", anunció Marine Le Pen en Le Havre, repitiendo su fe en el hombre y la ciencia. Una forma de aplazar las grandes transformaciones de la sociedad que podrían poner nerviosos a los electores potenciales.

Para Stéphane François, esta paradójica posición se explica de forma muy sencilla: "El FN es un partido comodín, un partido poujadista (defensor a ultranza de los comerciantes y artesanos, ndt), que aprovecha las quejas de los ciudadanos. A partir de ahí, prometen no tocar el estilo de vida de la gente. Es un discurso muy peligroso".

Esta visión ilusoria de una población rural esencialmente sobria, ecologista por naturaleza y víctima de la estigmatización de las élites urbanas permite al partido de extrema derecha nutrirse de un electorado valioso. Así, se muestra muy discreto sobre la responsabilidad de la agricultura intensiva en las emisiones de CO2 en Francia, y sorprendentemente ruidoso cuando se trata de defender las piscinas individuales o los coches con motor diésel.

La RN se inspira abiertamente en el modelo holandés, donde el partido populista agrario Movimiento Agricultura-Ciudadano (BBB) ganó las elecciones regionales en primavera aprovechando el rechazo del mundo rural a las reformas ecologistas.

En el Parlamento Europeo, los eurodiputados de RN libran una batalla contra el texto sobre "restauración de la naturaleza", pues le acusan de "obstaculizar gravemente la productividad de nuestra agricultura y de comprometer nuestra seguridad alimentaria". Hervé Juvin, inspirador de la doctrina localista y ex "Mr. Ecología" del partido, votó a favor del texto en una votación celebrada en julio.

Los argumentos de RN requieren una gran contorsión. La fe en la ciencia de la que hacen gala sus cuadros les lleva a reconocer la autoridad de los trabajos de los científicos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), pero cuando hacen sus recomendaciones, que implican cambios radicales en los modos de vida, se burlan de ellos por su "tendencia a exagerar", como dijo el diputado Thomas Ménagé en agosto.

A Pierre Meurin, que coordina los trabajos de los diputados de RN en la Comisión de Desarrollo Sostenible, le pareció una declaración desafortunada. Sin embargo, esas palabras fueron pronunciadas de forma casi idéntica por Marine Le Pen paralelamente a las celebraciones del Primero de Mayo, y por el diputado de RN Christophe Barthès, agricultor, que declaró a Le Monde: "Hay sin embargo científicos que dicen que el hombre no tiene nada que ver, pero ¿les dejan que hablen?”

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El tecnosolucionismo defendido por el partido de extrema derecha, que espera que la investigación científica encuentre salidas a la escasez de agua o alternativas a los carburantes contaminantes, le permite sobre todo evitar abordar la cuestión de la sobriedad, particularmente ausente de sus programas. Aunque sea recurriendo a espejismos como el hidrógeno, la solución milagrosa esgrimida por Marine Le Pen durante la campaña presidencial, cuya huella de carbono, según los estudios, es enorme.

 

Traducción de Miguel López

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