PREPUBLICACIÓN

'Almudena', de Luis García Montero

Almudena y Luis, en Madrid, 1994.

Almudena (Tusquets) reúne los poemas que Luis García Montero le fue dedicando a su mujer entre 1994 y 2021, y puede leerse como una historia completa, una hermosa y prolongada historia de amor que arranca con los encuentros y el enamoramiento de Completamente viernes, y prosigue con la vida en pareja de La intimidad de la serpiente, los afectos de madurez de Vista cansada, los compromisos compartidos de Un invierno propio, la complicidad de A puerta cerrada y la resistencia en común de No puedes ser así. Almudena alberga, pues, algunos poemas ya imborrables, que han quedado en la memoria de muchos lectores. Su autor, colaborador también de este periódico desde su fundación y director del Instituto Cervantes, ha sido hace unos días homenajeado en Nueva York por la Academia Norteamericana de la Lengua Española por su "contribución con su vida y obra poética" a "fortalecer la cultura y las letras panhispánicas".

infoLibre reproduce a continuación dos de los poemas más emblemáticos y emocionantes incluidos en el libro, que estará a la venta desde este próximo martes.

La ciudad de agosto

Baja el avión por fin,

estoy bajando a la ciudad de agosto.

La sombra de las alas deja huellas azules

sobre la tierra seca

y recorre los campos con una vibración

de película antigua.

Estoy bajando, llego

a la ciudad tomada por los brazos desnudos,

llego a la lentitud de los museos,

a terrazas que ponen en los árboles

un brillo de cerveza.

Estoy en la ciudad del calor soportado,

en la ciudad que vive a ritmo de transbordo.

Calle Santa Isabel, número 19,

donde acuden los taxis con mirada

de perro cazador

y la escalera tiene voluntad

de mano que se cierra,

de mano que se cierra porque esconde

por ejemplo una joya,

una esmeralda de color memoria,

un sueño que se quiere defender,

como dos cuerpos se defienden

cuando están abrazados,

como dos cuerpos que se aman

con una minuciosa voluntad de tormenta,

como dos cuerpos que ya saben

la hora que jamás olvidarán,

el caribe metálico de los ventiladores,

la sombra de sus aspas en el techo,

o las huellas azules,

las alas del avión que vuelve a irse,

en la ciudad de agosto,

en un piso segundo,

en un rincón del viento.

El abrazo

Es la debilidad lo que nos une.

Tener miedo contigo,

aprender a explicarme, a buscar las palabras,

guardar un día libre para los viejos tiempos,

necesitar la lluvia como cualquier sequía

y darle la razón

a la luz de la última ventana,

a la tímida rosa de hospital

o a la mano en la orilla,

me ayudan a entender mi libertad,

este calor que nace de otro cuerpo,

esta voz que se baja de la acera

para ceder el paso,

'Tesis'

mientras los ojos miran

los cuidados, las tazas de café,

lo que viene de frente, las manzanas.

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