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Las decisiones del nuevo CGPJ muestran que el empate pactado entre PP y PSOE favorece a la derecha

EL PULSO ELECTORAL

El coste en votos del 'caso Errejón' para la izquierda: una nueva vía de agua que el Gobierno deberá taponar

Iñigo Errejón y Yolanda Díaz durante una sesión plenaria, en el Congreso de los Diputados.

En estos días de desconcierto y shock en el electorado progresista son muchos los que se preguntan si la caída de Iñigo Errejón puede llevarse consigo a Sumar y debilitar a la izquierda en su conjunto hasta un punto de no retorno. No es de extrañar que el presidente de gobierno haya aprovechado la primera ventana que ha tenido, la rueda de prensa ofrecida en la India, para lanzar un mensaje de tranquilidad a sus votantes: “este Gobierno va a gobernar hasta 2027, las izquierdas se volverán a presentar y volveré a ganar a Feijóo o a otra lideresa”.

La consigna es clara: instalar la idea de que hay alguien al volante pese a las turbulencias. Lo que viene a decir Pedro Sánchez es que ni la imputación de Begoña Gómez, ni las exigencias de Junts y Podemos para aprobar los presupuestos, ni la sombra de sospecha que se extiende sobre algunos ministros en torno a sus relaciones con Ábalos, Koldo y Aldama, ni la implosión de Sumar va a tumbar al gobierno, hay legislatura para rato y “el tiempo pondrá a cada uno en su sitio”.

Más allá de los deseos del presidente, toca hacer valoración de daños tras la sacudida que ha supuesto las revelaciones sobre Errejón y el conocimiento de que ya en la campaña para las generales de 2023 algunos dirigentes de Sumar eran conscientes de la existencia de una acusación de agresión sexista.

En primer lugar, conviene discernir los efectos a corto plazo de las consecuencias a largo. A corto es previsible que el impacto emocional de ver cómo se tambalea uno de los pilares ideológicos del gobierno de coalición tenga su traducción en las próximas encuestas en forma de una menor lealtad electoral de la izquierda en su conjunto, que podría afectar a nivel de partidos no solo a Sumar sino también al PSOE. Esto derivaría en:

1.- Mayor abstención. La izquierda ha sido, y es, más propensa a castigar los errores del gobierno o las expectativas no cubiertas con desmovilización. El histórico electoral así lo atestigua. Antes de estallar el escándalo, el espacio progresista ya se estaba dejando por el camino 552.000 electores que manifestaban su intención de no ir a votar en caso de convocatoria de nuevas elecciones generales, una cifra que en ese momento superaba de largo a los 394.000 votantes de derecha que, decepcionados con PP y Vox, se quedarían en casa. La brecha podría ampliarse en estas semanas. Queda por saber la envergadura del roto.

2.- Menor captación de votantes que se abstuvieron en las pasadas elecciones generales y de nuevos electores que se incorporan al censo electoral. El CIS de la semana pasada señalaba que tanto izquierda (PSOE + Sumar + Podemos) como derecha (PP + Vox + Alvise) obtenían un volumen similar de voto desde abstención, que en el mejor de los casos sería cercano a los 600.000 electores. Es muy probable que en estos momentos la llegada de voto a la izquierda -su capacidad de atraer nuevos votantes- se reduzca, lo que unido a su mayor desmovilización generaría un efecto inmediato en las expectativas electorales a la baja.

3.- Un reagrupamiento en torno a las siglas PSOE, que ya antes de estallar el caso Errejón se beneficiaba de una transferencia de voto de electores de Sumar del 12%, 356.000 votantes que dejaban de votar a Yolanda Díaz para hacerlo a Pedro Sánchez. Esta cifra ahora aumentará. Un problema no tan determinante como el de los puntos 1 y 2 (dado que el potencial votante no se quedaría en casa, sino que se refugiaría en un partido “vecino”), pero que implica un punto alto de incertidumbre para las aspiraciones globales de la izquierda si, como parece, sitúa a Sumar en un porcentaje de voto que se traduce en un menor retorno en escaños en las provincias medianas, donde la Ley D’Hondt es decisiva. El 7,4% de estimación de Sumar de la semana previa al escándalo ya le situaba en la cuerda floja, caer más allá puede suponer una sangría de diputados, lo que le expondría a sufrir un marco, el de hundimiento, difícil de revertir. Más que castigo, el detonante puede ser el efecto contagio del miedo del electorado a tirar su voto si percibe que es el final de un ciclo. Habrá que ver en qué medida suplen PSOE y Podemos la pérdida de escaños de Sumar, si ésta finalmente se produce.

4.- Un empujón a las expectativas de Podemos, que está ante su gran oportunidad. En política es muy complicado remontar el vuelo y mucho más hacerlo para una formación aún joven. De Podemos se pueden escribir muchas cosas, pero no se le puede negar el valor de la resiliencia. Cuando ya tenía un pie en la tumba realizó su mejor campaña en mucho tiempo en las pasadas elecciones europeas, haciendo valer la circunscripción única que le beneficiaba, y el resultado le dio un balón de oxígeno y lanzó un mensaje de supervivencia al que se agarraron con fuerza sus dirigentes. Sumar apenas le superó en los comicios comunitarios por poco más de un punto en porcentaje de voto (4,6% vs 3,3%) Desde entonces se estabilizaron los frentes, con el recurrente y necesario debate de fondo sobre la reunificación para no laminar de partida las aspiraciones globales de la izquierda, que no se puede permitir concurrir a las próximas elecciones con dos siglas más aparte de las del PSOE. Y en estas estábamos cuando saltó la noticia de Errejón, con el telón de fondo de la ley del “solo lo sí es sí”, que ha sido la principal bandera de la formación morada tras su paso por el gobierno. El peligro para Podemos está en que el electorado perciba que sitúa su interés partidista por encima del de la izquierda. Antes de la caída de Errejón, un 25% de los que votaron a Sumar en 2023 decían que hoy lo harían por Podemos. Será interesante ver si aumenta ese porcentaje y hasta dónde.

5.- Yolanda Díaz, auge y caída. Días difíciles para la lideresa gallega, salpicada por haber compartido candidatura con Errejón en la campaña electoral de 2023, pese a tener conocimiento de lo sucedido en un festival de música de Castellón. Aunque Díaz haya diferido la responsabilidad en Ione Belarra y Más Madrid, no parece que su imagen vaya a salir intacta. Hace apenas 30 meses Yolanda Díaz era reconocida, no solo por la izquierda sino por el conjunto de españoles como la líder mejor valorada. En abril de 2022 aprobaba con un 5,4 de nota, superando con claridad a Pedro Sánchez (4,7) y Alberto Núñez Feijoo (5,2), cuando este último aún vivía días de luna de miel tras su aterrizaje en Madrid. Además, era también la política con mayor tirón entre sus propios votantes con un 7,7 pese a que ya entonces era palmario el choque con Podemos. Hoy las cosas son muy diferentes. Superada por Pedro Sánchez en el conjunto del electorado y relegada en el ranking de valoración de líderes por sus propios votantes: del 7,7 al 6,4 empatada en el último lugar con Feijóo, que tiene la misma valoración entre sus electores. Es de esperar que el próximo CIS ahonde en su caída, en mitad del debate abierto sobre la fórmula de confluencia electoral a la izquierda del PSOE, tras el fracaso o cuestionamiento del modelo vertical. En los próximos meses veremos su capacidad de reacción, que dependerá en buena parte de las posibilidades que tenga de exprimir a fondo su rol institucional como vicepresidenta de gobierno y actor de cambio como ministra de trabajo.

6.- ¿Mayor transferencia al PP? Hasta ahora el PSOE había reducido las fugas de agua provocadas por la cuestión territorial y los presuntos casos de corrupción a la pérdida de 321.000 votantes que optarían por Feijóo. Una cifra que meses antes era superior. El Partido Popular ha facilitado esta tarea al endurecer el tono y mimetizarse en ocasiones con Vox. No está claro que este importante indicador vaya a aumentar, pero la concatenación de malas noticias para el gobierno podría moverlo, lo que sería una pésima noticia para la izquierda tras haber frenado una tendencia negativa que dura ya varios años.

Los efectos no previstos de la ley del sólo sí es sí

Vamos a ceñirnos aquí al debate que generó los efectos no previstos de la ley, en un momento de fuerte enfrentamiento a cuenta de la reforma del poder judicial. El objetivo es analizar los movimientos electorales que se produjeron en aquellos días, que coincidieron también con la derogación de la sedición y la reforma de la malversación.

A finales de noviembre de 2022 la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo confirmó la primera rebaja de penas tras la aprobación de la ley, meses antes. A partir de ahí se sucedió una colección exprés de sentencias, incluyendo algunas excarcelaciones, para adaptar las condenas mínimas en vigor a las nuevas condenas mínimas aprobadas. Tras eso llegó la batalla en torno a las cifras, los criterios dispares y la reforma posterior en abril de 2023 que contó con el apoyo del Partido Popular.

El barómetro del CIS de diciembre de 2022, con entrevistas realizadas la primera quincena de mes, recoge ya el impacto generado en caliente por los efectos imprevistos de la norma. El análisis de los microdatos de aquella encuesta, en comparación con la inmediatamente anterior de noviembre, deja algunas cifras interesantes: tanto PSOE como Podemos retrocedieron medio punto, 120.000 electores cada uno, al mismo tiempo que la derecha mejoró sus expectativas, el PP seis décimas y Vox cinco. La conclusión es que no se produjo un cambio abrupto en el tablero electoral, la lealtad electoral de la izquierda cayó ligeramente, aumentando las transferencias hacia la abstención y el Partido Popular, pero dentro de unos márgenes relativamente pequeños. Veremos si en esta ocasión las cosas suceden o no de la misma manera.

En política el ayer es prehistoria

A largo plazo habrá que ver cómo evoluciona la batalla del relato en cada bloque y mirar sus consecuencias en el paisaje general, pero lo que sabemos a ciencia cierta es que desde hace más de una década cada vez son más los electores que toman la decisión final de voto sobre la campana, con lo que presuponer qué hechos que acontecen hoy serán decisivos en el futuro es una hipótesis cuanto menos arriesgada. Sin ir más lejos, en las últimas elecciones generales un 39% de españoles decidió el sentido de voto, o incluso si iba a votar o no, durante los últimos 15 días.

Por tanto, las encuestas que están por venir hay que tomarlas como lo que son, fotos fijas que reflejan el sentir en un momento determinado. A lo que hay que prestar más atención es a las tendencias, porque estas sí que dejan pistas de qué puede depararnos el futuro. La conformación de posiciones políticas que decantan el voto final es un sumatorio de causas. Es lo que pasó en 2011 cuando la izquierda castigó al PSOE con una abstención masiva, en la que se unieron el cansancio, una situación económica complicada y distintos escándalos que fueron debilitando la confianza en el gobierno y las instituciones.

Ahora mismo el miedo a Vox activa un resorte en el lado izquierdo que está rescatando de la abstención a un porcentaje significativo de electores que de otro modo se quedarían en casa ante el horizonte de unas elecciones generales, pero esta red de seguridad de la izquierda puede no ser suficiente ante el cúmulo de frentes que se están abriendo. Errejón es el último de ellos. Queda aún un mundo hasta que nos llamen a urnas –salvo sorpresa–, pero el depósito de confianza en el gobierno está bajo mínimos y necesita imperiosamente trasladar buenas noticias a sus votantes antes de que, esta vez sí, la profecía autocumplida de la derecha se haga realidad.

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Rafael Ruiz es consultor y analista de datos en asuntos públicos en Logoslab.

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