La narrativa española en el 2024, y más...

Luis Martín-Santos, Álvaro Pombo y Raúl Quinto.

Concluye el año e inquieta pensar en la cantidad de libros que uno pretendía leer, e incluso reseñar, y no ha podido, por falta de tiempo, de capacidad. Uno lee mucho más rápido que escribe, y escribe lento, pero además prefiere analizar unos pocos libros dedicándole todo el tiempo que merecen que no acumular reseñas al tuntún, hechas deprisa y corriendo. Por eso voy a citar, junto a libros que he leído y que me han interesado, otros que tengo a la espera, con la confianza de poder dedicarles unas páginas pensadas y escritas con la tranquilidad que merecen.

Los protagonistas del año literario creo que han sido Álvaro Pombo, Premio Cervantes y autor de una novela, El exclaustrado (Anagrama), que hemos comentado aquí; y Raúl Quinto, quien con su Martinete del rey sombra (Jekyll & Jill), ya en la quinta edición, obtuvo el Premio de la Crítica y el Nacional de Narrativa. Y en el capítulo de noticias tristes: la muerte de la poeta Julia Uceda (en el 2025 hubiera cumplido 100 años), de la argentina Beatriz Sarlo, brillante ensayista y la fotógrafa Sara Facio, del dibujante Vázquez de Sola y del filólogo e historiador de la literatura Francisco Rico, cuando estaba a punto de cumplir 82 años, a quien la revista Ínsula le dedicó, completo, su número de marzo, que es el 927.

En este año que está acabando, España fue el país invitado en la FIL, sin un solo crítico (se repite el disparate de Frankfurt en el 2022), ni ensayista, y con un comisario, Sergio Ramírez, que no parece el más apropiado. ¿Es que no tienen los ensayistas, ni los críticos, ningún papel en el sistema literario? Observo la lista de invitados y no acabo de entender por qué esos sí y no otros semejantes de mayor entidad literaria. El disparate ha llegado a tal grado que quien más se lo merecía, Raúl Quinto, no estuvo entre los invitados, ni tampoco el poeta Ben Clark, que ganó el último Premio de la Crítica.

Pero sigamos un cierto orden. Para mí, el mayor acontecimiento del año ha sido la publicación de las Obras completas, todavía en curso, de Luis Martín-Santos, en Galaxia Gutenberg, al cuidado de Domingo Ródenas de Moya. En dos de esos volúmenes, se recoge, con numerosos inéditos, su Narrativa breve, y el titulado Novelas inéditas. El vientre hinchado. El Saco, al cuidado de Epicteto Díaz. Mientras que en el terreno de la poesía, es necesario destacar Soy un hombre solo. Antología poética (Galaxia Gutenberg), de Joan Vinyoli, en ed. bilingüe de Josep M. Sala-Valldaura, y traducción de J.Á. Cilleruelo y Vicente Valero; Back Bay (RIL), de Álvaro García; así como la primera edición crítica (una edición anotada es otra cosa, como le gustaba aclarar a F. Rico) de Las personas del verbo (Cátedra), de Jaime Gil de Biedma, obra de Carme Riera y Félix Pardo. Pero de la poesía se ocupará aquí otra persona que conozca la materia mucho mejor que yo.

Por lo que respecta a las novelas nuevas, aparecidas en el 2024, me han interesado especialmente El amo de la pista (Alfaguara), de Luis Mateo Díez, que no he visto destacada en ninguno de los balances del año, en los que nunca faltan novelas de medio pelo; Una sombra blanca (Alfaguara), de Carme Riera, también publicada en catalán; El niño (Tusquets), de Fernando Aramburu; Las fieras (Seix Barral), de Clara Usón; Me piden que regrese (Destino), de Andrés Trapiello; Un mundo mejor donde vivir (Menoscuarto), de José Luis Martín Nogales, sobre los atentados en Madrid, el 11M; Mapas de asfalto (Menoscuarto), de Carmen Peire; Los regresos (Galaxia Gutenberg), de Juan Vico, una biografía novelada del poeta Dino Campana; y El chevrolet de Pessoa (La Umbría y la Solana), de Ramón Reboiras.

Tengo tantas lecturas a la espera, en parte las elijo siguiendo las recomendaciones de críticos que me merecen confianza, las declaraciones de sus autores, cuando me parecen sugestivas, el haber seguido con interés su trayectoria, y sobre todo mi propio olfato literario, educado a lo largo de muchos años de lecturas, que no suele engañarme. Se trata de las novelas de Antonio Soler (El día del lobo, Espasa), Arturo Pérez Reverte (La isla de la mujer dormida, Alfaguara), Marta Sanz (Los íntimos [Memoria del pan y las rosas], Anagrama), Jon Bilbao (Matamonstruos, Impedimenta), Sabina Urraca (El celo, Alfaguara), Sara Barquinero (Los escorpiones, Lumen), David Uclés (La península de las casas vacías, Siruela), Marina Perezagua (La playa, Pre-textos), Gonzalo Torné (Brujería, Anagrama), Juan Tallón (Rewind, Anagrama) y Juan Trejo (Nela 1979, Tusquets).

Por lo que se refiere a los cuentos, quiero destacar los de Gabino-Alejandro Carriedo (Prosa. Veinte relatos y una nouvelle (Fundación Jorge Guillén. Ed. de Mario Paz González), se publicó en el 2023, pero como no se le ha hecho caso alguno, quiero citarlo también, como una excepción; Cristina Peri Rossi (Extrañas parejas, Menoscuarto), J.Á. González Sainz (Por así decirlo, Anagrama), Sonia Hernández (Ejercicios de inmovilidad, Acantilado), Pedro Ugarte (Un lugar mejor, Páginas de Espuma), Manuel Moyano (La versión de Judas, Talentura) y la joven y talentosa Irene Reyes-Noguerol (Alcaravea, Páginas de Espuma).

Como no solo de novelas, de narrativa y poesía vive el buen lector (como lo llamaba C.S. Lewis), quiero llamar la atención sobre varios libros que he leído con sumo interés, como los de Alfonso Reyes (Yo me quedé allá para siempre. La década española [1914-1924], Debate. Antología de Jordi Soler); Carmen Martín Gaite (Páginas escogidas, Siruela. Ed. de José Teruel); Ángel Crespo (Diario veneciano, Fórcola); Jacobo Cortines (Los acordes de Orfeo. Ensayo sobre mitos operísticos, Fórcola. Prólogo de José Luis Tellez); Paloma Díaz Mas, Las fracturas doradas (Anagrama); Carme López Mercader (Duelo sin brújula, Reino de Redonda), en el que se ocupa de su relación con Javier Marías; Lucía Sesma (La caja de palabras. Cuando la palabra desata la historia, Alianza), del que debe seguirse, casi a rajatabla, su Decálogo para hablantes de ayer y hoy, con el que se cierra el libro; y el extraordinario Las voces de Quimera. Las mejores entrevistas literarias de la década de los 80 (Montesinos), oro molido, aunque el trabajo del editor podría haberse completado algo mejor. Y el número de Litoral, el 278, dedicado a los Jardines, tan atractivo como lo son todas las entregas de esta publicación, tanto por las ilustraciones como por la calidad de los textos recogidos.

En otro orden de cosas, diría que ha sido un buen año para las autobiografías, memorias y biografías, de lo que son buen ejemplo las de Francisco Madrid (La vida altiva de Valle-Inclán (Renacimiento. Ed. de Maria Carme Alerm y Jesús Mª. Monge, como coordinadores del Taller de Investigaciones Valleinclanianas), Georges Nivat (El fenómeno Solzhenitsyn, Ediciones del Subsuelo), J. Benito Fernández (El plural es una lata. Biografía de Juan Benet, Renacimiento) y Manuel Adolfo Martínez Pujalte (El espía de las almas. La vida y las opiniones del caballero Javier Marías [951-2022], Diego Marín). En cambio, no he podido leer todavía, pero no tardaré en hacerlo, los libros de Alejandro Pedragosa (Vocación de libertad. Vida de Carmen de Burgos, Kalandraca), Manuel Vicent (Una historia particular, Alfaguara), Manuel Gutiérrez Aragón (Vida y maravillas), Maruja Torres, Cuanta más gente se muere, más ganas de vivir tengo (Temas de hoy) e Ignacio Martínez de Pisón (Ropa de casa, Seix Barral).

Algo similar podría decirse de los epistolarios. Empiezo por los de escritores: Jorge Guillén/Teresa Centelles (Correspondencia. 1973-1983. Ed. de T. Centelles); Jaime Gil de Biedma/Richard Sanger (Correspondencia. 1981-1987, Edual. Al cuidado de Miguel Gallego Roca); Carmen Martín Gaite/Julián Osle (Carmiña. Correspondencia, Tres hermanas. Un preciosa edición); Ángel Crespo/Ángel Guinda (Diálogo entre ángeles. El epistolario inédito entre Ángel Crespo y Ángel Guinda. 1974-1989, Visor. Ed. de Luis Gracia Gaspar. Prólogo de L.A. de Villena); Jorge Herralde/H.M. Enzensberger (Correspondencia. 1971-2005, Fundación Feltrinelli y Anagrama); y el más académico, pero no menos interesante, mantenido por José F. Montesinos/Marcel Bataillon (Crónica de un largo y continuado exilio. Epistolario. 1926-1971, Renacimiento. Ed. de Estrella Ruiz-Gálvez Priego y Joaquín Parellada).  

Entre los muchos estudios literarios que suelen publicarse todos los años, quiero destacar, entre los que he podido leer, los de Santos Sanz Villanueva (Acoso y derribo. Pensamiento literario y disidencia política en la posguerra española, Punto de vista), James Valender (Escenas del exilio español en México. 1937-1962, Renacimiento), Laia Arañó Vega y Josep-Vicent García Raffi (Els camps de concentració del sud de França, 1939. Memòria entre sorra i filferrades, Efadós), y quisiera recomendar otros monográficos de la revista Ínsula, los dedicados a José-Carlos Mainer, el mejor historiador de la literatura española del siglo XX, Luis Martín-Santos y José Jiménez Lozano, aparecidos en los últimos meses de este 2024 que concluye.

Este es también, no lo olvidemos, el año en que la revista Times eligió a Trump personaje del año, cuyo paralelo entre nosotros podría ser el payaso de Puigdemont, quien, con tan solo unos poquitos diputados, tiene en jaque al gobierno presidido por Sánchez. El de la guerra entre los palestinos e Israel, sobre el que recomiendo la lectura de Gaza ante la historia (Akal), del gran historiador Enzo Traverso, que mi Universidad le ha concedido un doctorado Honoris Causa. Y es el desdichado año en que la Academia, de la que no acaba uno de entender del todo su función, ni la razón de algunas de sus pintorescas elecciones, ha admitido en su diccionario espóiler porque destripar no debe de parecerle suficiente, pero con ese criterio, el del uso extendido, debería admitir también –llevando el razonamiento al absurdo- evento, amoto, arradio, film, malamente y contrimás…, aunque quizá ya lo haya hecho.

Carmen Peire: la novela del barrio

En el 2025 se celebrará el centenario de escritores como Ana María Matute (la Universidad Complutense le dedica a finales de julio uno de sus cursos de verano en El Escorial), Ignacio Aldecoa, Ángel González, pero también Medardo Fraile, Armando López Salinas, el ensayista y autor de teatro José María Rodríguez Méndez y el filósofo y traductor Manuel Sacristán.

Quéjense, con razón, de que este texto está más cerca de una lista de teléfonos que de un balance razonado. Lo único que he pretendido con él ha sido llamar la atención sobre algunos libros que me han interesado y sobre otros que han despertado mi curiosidad, y –claro- sobre algunas arbitrariedades y disparates tan propios del sistema literario.

Fernando Valls es profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona y crítico literario.

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