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El aborto de ley del aborto del PP

Fernando Pérez Martínez

Se les llena la boca al hablar de la vida del cigoto o del feto intrauterino. El ministro de Justicia chapotea en el ridículo reclamando el derecho superior del no humano inconcreto ante el de la mujer a la que pretende poner a parir. A la que priva de su derecho a decidir sobre su maternidad, arrogándoselo él, en beneficio del derecho a decidir sobre la maternidad de la mujer de un juez o de un tercero. Él es quien se autoadjudica el “derecho” de obligar a parir a las señoras españolas. Derecho que delega graciosamente por decreto en la persona del clan, concupiscente en lo que toca al caso, de las batas negras, de raso con apliques y puntillas y abundante bisutería institucional o sobriamente aromatizadas de pachuli de incensario y berza cocida.

Hasta aquí la ridícula superchería mantiene una coherencia adecuada al integrismo descerebrado basado en argumentos del extramundo que interpretan, sin acudir a las vísceras de palomas o pollos, una de las posibles voluntades de la divinidad. Pero el colmo de la incoherencia se perpetra al marginar al feto engendrado abusivamente a la fuerza mediante violación. A éste no le ampara el derecho a la vida que reconoce a sus hermanos. Este feto no recibe el apoyo de la divinidad ni de los coros episcopales, cómplices de su exterminio, a éste se le decreta, utilizando su jerga zafia y torpe, la pena de aspiradora. Este cigoto evolucionado es inocente del cataclismo que originó su venida a huevo y ve desamparado su derecho a llegar a término porque el ministro de Justicia prefiere estigmatizarlo por el pecado, delito, desafuero o abuso, cometido por su generador.

Castiga, así, en el huevo la pena que corresponde a la “ gallina” violadora. Se completa el círculo asesino que profieren el ministro, el virgo episcopal y sus jaurías rabiosas que salen a la calle a injuriar a la humanidad con su caspa parroquial de supercheras coartadas humanitarias basadas en la irracionalidad superior de su fe en las divinidades por peculiares que sean sus prestidigitaciones. Resultado, unos fetos sí otros fetos no. Unos fetos tienen más derecho que la mujer que lo porta y a otros se les niega.

Ante tamaño desafuero reclamo la ordalía y reto en singular combate al adalid de su causa, el capo de la Cosa Episcopal, investido de la protección de su dios, a que defienda cuchillo en mano semejante desatino frente a mí. Nos acuchillaremos a gusto y el juicio de dios, la ordalía, hará que uno sólo permanezca vivo. El que dios decida como viene siendo habitual según la tradición religiosa más acendrada. Permitamos a dios que decida mediante esta tradición, más antigua y rancia que el toro de la Vega. Dejemos hablar a dios mediante el filo de la navaja de su divina voluntad.

Por otra parte el aborto es un recurso quirúrgico como la amputación de un miembro o la operación de apéndice. ¿Existe alguien tan estúpido como para estar a favor o en contra de estas prácticas médicas? Para mí es idéntica la estupidez o la maldad de quienes se manifiestan dogmáticamente en contra del aborto. Las necesidades de nuestro organismo, de nuestra vida nos pueden abocar a la emergencia de recurrir a éstas u otras cirugías, mayores o menores, siempre traumáticas, dolorosas. Siempre en la linde de la elección del mal menor. Se señala a sí mismo quien inopinadamente se entromete en la vida ajena a dar o imponer su malhadada opinión o creencia gratuita sobre si debe o no tomar tal decisión.

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¿Se imaginan, dios no lo quiera, que el ministro de Justicia abrazase la fe de quienes abominan de las transfusiones de sangre? ¿Se imaginan las calles tomadas por manifestantes execrando las unidades de donantes de plasma? ¿La prohibición, persecución y penalización de la transfusión para quienes la precisan y sus “cómplices”?

No hagamos caprichosamente peor este mundo ya difícil. Peor para vivir. No generemos dolor e infelicidad arbitrariamente. Quien ha de recurrir a la extirpación en su cuerpo, la mutilación de un miembro gangrenado que amenaza su vida, bastante tiene que superar sin necesidad del lastre de las excéntricas y estúpidas y gratuitas opiniones del ministro de turno. Eso sí, éste desde la barrera y haciendo amigos.

Fernando Pérez Martínez es socio de infoLibre

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