Adiós Europa, adiós
14 de junio de 2023. Apunten esta fecha como el día de la vergüenza para Europa o si prefieren como el día en que definitivamente dijimos “Adiós Europa, adiós”. Adiós a la Europa de los valores, adiós a la Europa de la solidaridad, adiós a la Europa decente cuyos fundadores, si levantaran la cabeza, se volverían a morir… pero esta vez de vergüenza.
El día en que en el Mediterráneo se producía la mayor tragedia que se recuerda, con aquellos que venían huyendo del hambre y de las guerras, con 79 muertos y centenares de desaparecidos (la mayoría niños), ese mismo día se despedía con honores de Estado al hombre que había posibilitado la llegada al poder a Italia del neofascismo y cuya trayectoria personal ha sido la corrupción, sus contactos con la mafia, la zafiedad, el machismo insultante y, sobre todo, el odio al inmigrante.
Al día siguiente de la tragedia, se celebraba un partido de fútbol de la Liga de Naciones entre España e Italia (en Holanda). Un minuto de silencio por la muerte del corrupto gobernante y ni un segundo para los cadáveres del Mediterráneo. De los 40.000 espectadores ninguno protestó. Tres días después se celebró un encuentro amistoso entre Brasil y Guinea (Barcelona) en desagravio por los insultos racistas vomitados a un negro multimillonario (Vinicius), ni un segundo de recuerdo a los miserables negros muertos en el naufragio.
Italia no es más que el reflejo de lo que está ocurriendo en el resto de Europa (y en el mundo). ¿De qué nos sorprendemos, cuando en España pactan en la Comunidad Valenciana PP y Vox y nombran a un torero vicepresidente del gobierno? ¿De qué nos sorprendemos cuando los nuevos gobernantes valencianos declaran que la violencia machista no existe, si lo mismo creen Orban (Hungría) Morawiecki (Polonia) y hasta los nuevos gobiernos de Suecia y Finlandia (¡!), otrora paladines de la solidaridad y del Estado de Bienestar?
Lo relevante en todos estos procesos, incluso si finalmente no llegaran a gobernar en algunos países, es que la “semilla del diablo” ya ha calado en el comportamiento de los ciudadanos europeos
Para los que no nacimos en Europa y pertenecemos a la generación de los cincuenta y, por tanto, peinamos más que canas, Europa siempre fue la tierra prometida. No había por entonces otro lugar en el mundo que te recibiera con los brazos abiertos y te hiciera participe de su modelo económico, social, cultural y político.
Los que llegamos a este continente a finales de los 60 o principios de los 70 de alguna manera somos “hijos” del Mayo del 68, de la Primavera de Praga, del debate sobre el eurocomunismo, del socialismo de rostro humano y de una riquísima e impagable participación en la cultura (literatura, teatro, cine, pintura, ópera...), pero quizás lo que más nos atraía era su modelo socio-económico, conocido como Estado de Bienestar, único en el mundo, envidiado en otros continentes.
¿Qué queda de todo aquel espíritu? Poco, poco o nada. La Europa solidaria, la de los principios, la de la cultura, la tolerancia, la integradora de razas, religiones, orientación sexual...La Europa de Bertand Russel, Einstein, Passolini, Verdi, de la Escuela de Franfurt, de Stefan Zweig…, está siendo barrida por un tsunami, cuya única incógnita es su intensidad y la evaluación final de los daños que el mismo producirá.
Lo relevante en todos estos procesos, incluso si finalmente no llegaran a gobernar en algunos países, es que la “semilla del diablo” ya ha calado en el comportamiento de los ciudadanos europeos. Han vuelto los nacionalismos excluyentes y el rechazo al diferente. La palabra solidaridad ha desaparecido no sólo del discurso político sino del lenguaje cotidiano.
La Europa refugio de los perseguidos por sus ideas políticas, su raza, su orientación sexual, es ahora la Europa del miedo inducido por la post-verdad, que ha calado precisamente en las clases populares, menos informadas. En las elecciones que se celebraron en Austria (2016) la gente repetía como un mantra lo que el candidato de la extrema derecha Norber Hofer había inventado: “dentro de unos años habrá más musulmanes en Austria que austriacos”, cuando lo cierto era que, según datos de la Comisión Europea, ese año pasaron por territorio austriaco 190.000 refugiados, camino de Alemania, sólo 80.000 se quedaron en Austria, ello representaba tan solo el uno por ciento de la población austriaca (una de las tasas más baja de toda Europa, en Alemania representaban el 9.8 %, en Francia el 7.2%, en España el 10,3%...) sin embargo la gran mentira caló entre los austriacos que, entre otras cosas, tienen una de las economías más boyantes, ausencia de paro y uno de los niveles de vida más altos de Europa; no obstante, viven bajo la influencia de la “postverdad” y… del miedo. Miedo que fue hábilmente manejado y manipulado, hace cerca de 90 años, por uno de sus hijos, Adolf Hitler.
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Marcelo Noboa Fiallo es socio de infoLibre.