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Comprender a la derecha

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Marcelino Flórez Miguel

Un observador extranjero que se asomase a la política española tendría dificultad para comprender algunas actitudes de la derecha española. No podría entender, por ejemplo, que no colaborase con el Gobierno ante una situación de pandemia o ante el terrorismo o contra el enaltecimiento de una pasada y todavía reciente dictadura de signo fascista. En fin, cualquier observador europeo, aun procedente de la derecha, no lograría comprender ninguna actitud política de la derecha española ahora existente, salvo su defensa de los principios del neoliberalismo económico.

Los españoles, en cambio, lo entienden mejor. Al menos, eso indican los votos. Creo yo que esto es así porque los españoles conocen su historia y ahí está la clave de la comprensión. Reconstruyamos brevemente el camino seguido por la derecha española.

En 1939, toda la derecha española se agrupó en el franquismo. A los carlistas, a los falangistas, a los católicos de la CEDA, a los monárquicos, que ya estaban agrupados con los golpistas en 1936, se unieron los restos de las derechas republicanas, si alguno quedó. De manera que el franquismo aglutinó a toda la derecha. Antes del Concilio Vaticano II es imposible encontrar ninguna oposición política de derechas a Franco. Después del Concilio, sí se logra percibir un esbozo de democracia cristiana.

A la muerte del dictador, las derechas españolas comenzaron a diferenciarse y terminaron agrupadas en tres partidos políticos relevantes: Fuerza Nueva, Alianza Popular y Unión de Centro Democrático. En las primeras elecciones quedó ya clara la jerarquía, encabezada por la UCD con más de seis millones de votos, Alianza Popular con un millón y medio y Fuerza Nueva, que no llegó a cuatrocientos mil. En ese espectro político, Fuerza Nueva representaba a la extrema derecha, el conocido entonces como bunker del franquismobunker; Alianza Popular representaba al franquismo mayoritario, pues aglutinó a seis asociaciones encabezadas por ministros de Franco y una más encabezada por un exdirector general de la cultura; y la UCD representaba al franquismo crítico o “reformista”, en alianza con pequeños grupos de oposición, principalmente democratacristianos, junto a personalidades que se definían como socialdemócratas y liberales.

Pero la UCD duró apenas cinco años. En 1982, sus seis millones de votantes pasaron a ser uno y medio: perdió 157 parlamentarios, quedándose con 11. Ese espacio político se recompuso en torno a la persona de Adolfo Suárez, que creó el Centro Democrático y Social. Ya en 1982 logró seiscientos mil votos y dos escaños, que subieron a un millón y medio, con 19 escaños, en 1986. Los conflictos internos redujeron su representación a 14 escaños en 1989 y perdió todos en 1993, desintegrándose rápidamente. Terminó oficialmente integrado en el Partido Popular, lo que se escenificó en enero de 2006, aunque los votantes habían hecho el traspaso quince años antes.

Mientras tanto, Alianza Popular había cambiado el nombre por el de Partido Popular y los cinco millones de votantes, que era el techo de Fraga, se convirtieron en el doble con Aznar, que alcanzó el gobierno en minoría en 1996 y con mayoría absoluta en 2000. Los votos, primero, y los partidos, después, de la derecha terminaron nuevamente aglutinados en el partido franquista, el que nunca ha renunciado a su origen.

La falacia de la libertad

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Por eso, una frase incomprensible para cualquier demócrata europeo, la de que el franquismo fue “ley sin democracia”, es perfectamente comprensible para el votante español, que nunca ha visto condenado aquel régimen por los líderes a los que vota. A esos votantes les pasa desapercibido que la “ley” a la que se refiere el líder, Casado, se fundamente en la pura ilegitimidad: su origen es la fuerza militar, ilegal e ilegítimamente utilizada, su ejercicio es la misma fuerza militar bajo la represión inmisericorde de la mayoría de los ciudadanos. Hubo leyes, sí, pero ilegítimas; y sin democracia.

Entendemos perfectamente que la derecha española siga sin reconocer al actual Gobierno, legal y legítimamente constituido. Comprendemos a la derecha, que varias veces en la reciente historia ha podido tomar otros caminos, aunque eligió los que eligió, comprendemos, pero no nos pueden pedir empatía.

Marcelino Flórez Miguel es socio de infoLibre

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