Dudar de la opinión respetada
Cuando un ciudadano lee u oye las opiniones de una persona respetada por su trayectoria intelectual y por su buen juicio, tiende a pensar que las dudas o rechazos que un determinado artículo le suscita pueden proceder de la ignorancia o de las opiniones equivocadas propias.
El artículo de la Catedrática de Ética Adela Cortina en la página de Opinión de El País titulado ¿Mayoría Progresista? el 7 de diciembre pasado, me ha provocado esa reacción; no obstante leído varias veces, me he atrevido a dudar primero, y llegar a la conclusión, después, de que es un artículo sesgado, inclinado hacia un lado de la política española.
No afirmo que Adela Cortina sea una persona de derechas, a lo que por otra parte tiene todo el derecho, si así lo decide, pero creo que está lejos de la ecuanimidad que cabe pensar en una catedrática de Ética de su prestigio; como no quiero caer en la descalificación me atrevo a presentar argumentos repasando las afirmaciones principales del artículo citado.
Construir muros
Dejo de lado la introducción sobre democracia agregativa o deliberativa, que es un tema muy complejo para un artículo. Sólo percibo que Cortina califica, no sé muy bien si a nuestra democracia o a este Gobierno, de democracia agregativa. Es un tema lo suficientemente complicado como para no abordarlo, sin un estudio previo serio.
Dice Adela Cortina que “el Gobierno no tiene el menor interés en generar una voluntad común, hasta el punto de que ha dicho que el objetivo de la legislatura es construir un muro frente a un conjunto de españoles, a los que excluye como posibles interlocutores. Estos interlocutores representan a la mayor parte del país”. No cita la frase completa del presidente a la que se refiere. Sánchez dijo en el parlamento que quería construir un muro de democracia y progreso frente a la derecha reaccionaria de PP y Vox. Es oportuno incluirla completa porque, entre otras razones, permite preguntarse si esos interlocutores excluidos construyen o no muros y cuál es su voluntad de diálogo; y por cierto los interlocutores excluidos no representan a la mayor parte del país; basta con ver la composición del Parlamento.
Sería una pérdida tiempo detenerse a examinar la voluntad de diálogo y concordia de Vox. Sobre la del PP recordemos su eslogan de campaña en la elecciones del 23J, “derogar el sanchismo”. ¿Cómo se puede dialogar con quien quiere borrar toda la actuación del gobierno en la legislatura pasada, incluidas aquellas medidas que benefician a todos o a gran mayoría de españoles? ¿Dónde está la voluntad integradora, la búsqueda del bien común? Erigir muros nunca es constructivo, pero hay que exigir su destrucción a todos los que los levanten, si realmente queremos fomentar la convivencia.
Más preocupante es la descripción que realiza Cortina del Parlamento: “Lo peor es excluir a priori del diálogo a una parte sustancial del pueblo para tener las manos libres y comprar las voluntades particulares del número de grupos imprescindibles para continuar gobernando, caiga quien caiga, pactando bilateralmente con unos y otros; diseñando acuerdos secretos que ya respaldará un Parlamento formado por aquellos que han vendido su voto, porque son las propuestas que ellos mismos han redactado a espaldas del resto”. No se puede hacer una descripción más negativa: parlamento formado por aquellos que han vendido su voto.
La esencia del parlamentarismo es la negociación entre grupos políticos que representan a todos los ciudadanos. A lo largo de nuestra democracia todos los grupos han pactado acuerdos que se traducen en aprobaciones de leyes u otras medidas. El Partido Popular, para conseguir su investidura, habló e intentó llegar a pactos con otros partidos, incluidos los nacionalistas e independentistas. Es legítimo que el partido que quiera gobernar pacte con otros y haga concesiones. ¿Es esa conducta vender votos en el Parlamento? Si el PP hubiera llegado a acuerdos con independentistas y nacionalistas para obtener la mayoría de gobierno, ¿criticaría Adela Cortina esa conducta con la misma vehemencia que la desplegada frente al gobierno de coalición apoyado por la mayoría absoluta de la Cámara?
¿Cómo se puede dialogar con quien quiere borrar toda la actuación del gobierno en la legislatura pasada, incluidas aquellas medidas que benefician a todos o a gran mayoría de españoles? ¿Dónde está la voluntad integradora, la búsqueda del bien común?
La ciudadanía mayoritariamente de centro. Aporofobia
Afirma la Catedrática de Ética que la ciudadanía española es mayoritariamente de centro. Cabe preguntarse por qué las propuestas políticas de centro han fracasado una tras otra. Lo que sí es cierto es que la mayoría de españoles, de centro o no, se sienten identificados con su país y comunidad autónoma y nos gustaría, y me incluyo, que los partidos políticos lograran una serie de acuerdos básicos, por ejemplo sobre una sanidad pública universal y de calidad, o una educación pública que realmente promueva la movilidad social; o lograr un acuerdo sobre el problema territorial; pero qué hacer cuando algunos de los partidos políticos que se sienten excluidos hacen todo lo posible por deteriorar la sanidad pública, potencian la enseñanza privada en detrimento de la pública y no tienen propuesta alguna para solucionar el problema territorial, salvo reiterar el centralismo más añejo.
Definir el concepto de aporofobia fue un acierto de Adela Cortina que ayuda a entender mejor nuestra realidad social; extender el concepto de aporofobia al que no puede dar a cambio votos y favores me parece desnaturalizar el concepto; de acuerdo a ese criterio la mayoría de los ciudadanos somos víctimas de aporofobia. Sin embargo, no es pertinente discutir el concepto a su autora.
Señala también Cortina que los partidos y los grupos que representan a las comunidades autónomas más poderosas llevan las de ganar; los partidos y los grupos, no la gente de a pie; efectivamente, lo conocemos muy bien los ciudadanos de la Comunidad de Madrid.
Amnistía, judicialización
EL argumento que Adela Cortina utiliza para calificar una ley de amnistía de injusta es que para que no lo fuera, debería extenderse a cuantos han delinquido y no tienen la fuerza suficiente para borrar el delito. Si se lee el proyecto de ley de amnistía, se comprueba que delimita el ámbito concreto de a quiénes puede o no afectar y las condiciones para ello; se amnistían delitos concretos, normalmente políticos, aunque en ocasiones, como en la amnistía de 1977 se incluyó a torturadores y asesinos. Los que hayan cometido otros delitos quedan fuera de su ámbito, pero eso no hace a la ley de amnistía injusta. Se pueden buscar otros argumentos, pero en mi modesta opinión ciudadana el dado por Cortina no tiene sentido.
Cuando se habla de no judicialización de los asuntos se pretende decir que hay asuntos que son de los jueces y nadie debe interferir en ellos, y asuntos que son de los políticos y tampoco los jueces deben interferir en ellos. Nada más.
La mayoría verdaderamente progresista
Termina Adela Cortina su artículo de la forma siguiente: “Ojalá que la mayoría verdaderamente progresista que defiende el espíritu de concordia de la Transición, tanto desde la sociedad civil como desde el compromiso político, sea capaz de desactivar la apuesta por el frentismo y de propiciar la cooperación equitativa”.
Lo primero que procede solicitar a la autora es que nos diga quién forma parte y dónde está esa mayoría verdaderamente progresista.
Sobre el espíritu de concordia de la Transición conviene recordar que también fue una época muy violenta, 271 asesinados por fuerzas policiales y parapoliciales y 304 por ETA, desde 1975 a 1981, según datos del Archivo de la Transición. Pocas veces se ha rendido homenaje a quienes dieron su vida por la democracia y la libertad, y, sin embargo, muchos de los que nada hicieron o intentaron que nada cambiara, presumen hoy de constitucionalistas.
El resultado final de la Transición, dejándose muchos asuntos olvidados, fue positivo, es verdad; lo que hubo de concordia exigió pactos, negociaciones, votaciones en el parlamento (¿formado por aquellos que vendieron su voto?)
A algunos no nos gusta el frentismo, de cualquier signo, pero con todo el respeto, artículos como el de Adela Cortina, con una clara posición hacia uno de los bandos, no ayuda a propiciar la cooperación equitativa que dice defender.
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Julián Lobete Pastor es socio de infoLibre.