La receta simple: analizar la realidad y formular líneas de reflexión con perspectiva de futuro.
Resulta especialmente preocupante la tipología de los comentarios y reflexiones sobre los aspectos económicos de esta crisis que estamos oyendo y leyendo estos días. Hay dos líneas principales que son fáciles de exponer, pero, sobre todo, merecen que nos las tomemos muy en serio por lo que implican como visiones fuera de foco. Me explico.
La primera y más potente centra su atención en la comparación, el contraste con la crisis de 2008. Se resume en una apreciación global simplonamente numérica: sus efectos sobre la economía son mayores o menores, se preguntan los analistas que profesan esta fe. En primera instancia se intenta concluir que no hay indicios de algo peor, pero a medida que las cosas se complican van apareciendo cifras dispersas que pretenden sin embargo ser definitorias: esta crisis es o será peor porque su impacto en el PIB (dentro de la limitada cultura económica que se ha fabricado para el gran público, el PIB viene a ser la madre de todas las cifras) alcanzará dimensiones negativas mayores.
La segunda alude a la evolución futura de los acontecimientos en el campo económico. En este caso asistimos al asombroso espectáculo de las referencias alfabéticas: la U y la V tienen aquí su particular protagonismo. La V ilustra la aparición de un pozo pasajero cuya profundidad se desconoce pero cuya identificación, si es que esto es posible a priori, que no me lo parece, debe generar un suspiro de alivio: "La crisis ha pasado". La U nos habla, al parecer, de una fase prolongada de miserias económicas, pero ignoramos cuánto de prolongada y cuánto de profunda.
Este doble enfoque permite soslayar todo análisis en profundidad. Permite, más que todo, entretener a la audiencia con referencias facilonas que ilustran mucho y explican poco. Todo este juego podría sorprendernos, pero la verdad es que su utilidad resulta evidente desde el punto de vista de quienes manejan la comunicación incrustados en posiciones de poder, político y en particular económico-financiero. Se prestan a él los presuntos analistas económicos, la casi totalidad de los medios de comunicación, los medios oficiales tanto nacionales como internacionales, y un largo etcétera.
Solo desde la óptica de los grandes intereses salvaguardando sus privilegios se puede entender este juego. Pero para nosotros, simples ciudadanos, o incluso meros súbditos, se hace cada día más necesario pensar y encontrar líneas de reflexión sustantivas.
En dos niveles podemos avanzar algunas ideas de interés. Primero: ¿Qué partes de la economía son universalmente perjudicadas por la pandemia? Segundo: ¿Qué problemas específicos nos afectan como gentes de este país?
La evidencia de que estamos ante una crisis que no se asemeja a la financiera de 2008 se encuentra de inmediato: sectores enteros de todas las economías se están paralizando, y no en particular los operadores financieros. No merece la pena extenderse en una relación prolija de actividades sometidas a restricciones o sencillamente cerradas: son la mayoría de las que no resultan indispensables para la supervivencia cotidiana. Y los factores que están detrás de este bloqueo son principalmente dos: la ruptura de las cadenas de producción globalizadas (guste o no, la globalización está en entredicho) y los cierres ordenados por las autoridades gubernamentales respectivas para cortar la propagación de la pandemia. A este nivel de primera reflexión, basta con añadir que asistimos a un cuestionamiento de todo el sistema económico, no solo de sus componentes financieros, y esto no se mide por simple referencia a las tasas del PIB. Tampoco se somete a la perspectiva de mayor o menor duración de los efectos, porque éstos están empezando ya a poner del revés a sectores enteros que muy posiblemente no volverán a sus fundamentos y características precedentes.
Segundo, en España nos enfrentamos a una crisis económica global que no se verificó en 2008. Por lo pronto, todo el sector turístico está paralizado. Podemos añadir para completar la descripción a las ramas industriales que van cerrando sus principales plantas y aquellas que pertenecen a su industria auxiliar. Pero lo que ahora se nos instala sobre la mesa es la posible decisión gubernamental de ordenar la paralización del sector de la construcción. Las autoridades se resisten a entrar por este camino debido al enorme impacto que ello tiene de inmediato en el propio sector, en todos los servicios asociados y en las industrias suministradoras. Sin entrar en las valoraciones cuantitativas, se puede afirmar sin género de duda: está en cuestión todo el modelo económico español, que se ha ido estructurando desde hace muchas décadas. Sus pilares, como todos deberíamos saber, son el turismo y el ladrillo, negocios por otra parte bastante interrelacionados y de los cuales dependen ramas industriales enteras y extensas redes de servicios, más una aportación sustantiva de la industria del automóvil. Este cuestionamiento no se produjo en 2008 y, lo que es a fin de cuentas mucho más importante, no tiene precedentes en nuestra historia reciente. De manera que entra en escena algo que no se mide en tasas de PIB ni en hipótesis alfabéticas: cuestionado el modelo, ¿podemos teorizar su recuperación o valdría más analizar las perspectivas e ir buscando otra trayectoria menos vulnerable?
La lógica profunda de esta encrucijada conduce a extrapolar lo dicho para España a escala global. Es todo el modelo económico de este capitalismo del siglo XXI lo que está en juego. La evidencia de que el capitalismo financiero cada vez más especulativo nos iba acercando al desastre general había ido tomando forma desde hace algún tiempo, pero ahora el reto está en la primera fila del escenario. Y nos interpela a todos.
Jacinto Vaello es socio de infoLibre y este es su blog
La receta simple: analizar la realidad y formular líneas de reflexión con perspectiva de futuro.