Madrid no ha aprendido nada de la pandemia: está a la cola en profesionales de salud pública

Varias personas pasean por la calle Gran Vía, en Madrid.

10 de marzo de 2022. Lo peor de la pandemia de covid-19 ya había pasado, pero el virus seguía dando coletazos. Habían pasado de hecho apenas unos meses desde que ómicron mostrase que la enfermedad no iba a ser algo pasajero, sino perenne. La entonces ministra de Sanidad, Carolina Darias, se reunía con los integrantes del Sistema Nacional de Salud en Zaragoza, ciudad que dio nombre a la declaración sobre vigilancia en salud pública firmada conjuntamente con todas las comunidades autónomas. Lo que había pasado no debía volver a ocurrir. Una futura pandemia no pillaría otra vez a la sanidad pública con los deberes por hacer. Empezaba el plan para "mejorar la política de personal en esta área". Pero para eso primero había que ver de dónde se partía. Fruto de ello, el departamento ahora dirigido por Mónica García ha publicado el primer informe sobre estos profesionales con datos relativos a 2022.

Es tan sólo un "punto de partida", pero un paso "fundamental". Así lo señalan en el Ministerio, desde donde aseguran que este documento de más de 100 páginas resultará "vital para extraer conclusiones y mejorar la dimensión de las plantillas". Es, en síntesis, "una base sólida para la toma de decisiones". Aunque, eso sí, tiene limitaciones. La primera, que no ha conseguido analizar las diferencias por comunidades autónomas por "cargas de trabajo, tareas asignadas o recursos de apoyo". Pero sí por población. Y ahí hay una región que sale perdiendo, y por bastante, si se la compara con las demás.

Es Madrid. Encabezó la oposición al Gobierno central en plena crisis sanitaria y siempre gana por goleada el cuestionable honor de ser la región que menos fondos invierte en sanidad por cada uno de sus ciudadanos. Y en este caso, es la que menos profesionales tiene. Al menos, si se contextualiza el dato en relación a su población. "A excepción de la medicina preventiva, en el resto de las áreas se produce un efecto de economía de escala. Esto significa que la ratio de profesionales por 100.000 habitantes disminuye a medida que aumenta el censo o el tamaño" de la autonomía, explica el Ministerio. En cifras, la media nacional es de 17,82 expertos en salud pública por cada 100.000 habitantes, un número que en el caso de Madrid se reduce a 5,5. Son 12,32 menos.

Pero no es porque las plazas estén sin cubrir, sino que la dimensión de las plantillas totales es escasa para el censo poblacional que hay en la región. En términos generales, a finales de 2022 había un total de 8.583 plazas con funciones de salud pública en las plantillas de todas las comunidades, en Ceuta y en Melilla. De ellas, casi todas están ocupadas. En concreto, 8.167, el 95,2%. Sólo el 4,8% estaban vacías entonces. Y sólo Cantabria y Melilla tenían menos de un 75% de ocupación. El resto, casi todas estaban al 100%. Madrid, en este sentido, estaba hace dos años al 99%. Sólo había tres vacantes. El problema por tanto a priori es de las plazas totales. No de que estén vacías. En cualquier caso, para eso se ha elaborado el informe, para averiguar si esa es la conclusión.

¿Quiénes son y a qué se dedican?

Para ello es también prioritario saber quiénes son estos profesionales. Y saber a qué se dedican. Porque la salud pública es amplia. Dentro de este tipo de profesionales hay numerosas parcelas de trabajo. E iguales perfiles de trabajadores y trabajadoras. En ese sentido, el informe concluye que la mayoría de los efectivos son veterinarios que se dedican a actuaciones ligadas al entorno, no a la persona.

Vayamos al detalle. En toda España hay 8.167 plazas de salud pública ocupadas, de las cuales el 43% están copadas por personas tituladas en veterinaria. Suponen casi la mitad. El resto de la plantilla estatal la cubren profesionales de farmacia (19%), de medicina (12%) y de enfermería (10%). ¿Y las que sobran? Pues bien son cubiertas con otro tipo de sanitarios, con profesionales no sanitarios y con graduados en Formación Profesional.

¿Y a qué se dedican? Hay dos áreas de actuación fundamentales: las que trabajan sobre el entorno (es decir, en protección de la salud) y las que se dedican a las personas. Y son las primeras las que tienen más efectivos. En concreto, un 73% de los expertos trabajan en este terreno y la mayoría lo hacen, además, en seguridad alimentaria, donde se encuentra el 49% de los trabajadores y trabajadoras. El resto se dedica a salud ambiental (14%), laboratorios (8%) y salud laboral (2%).

Esos números tan sólo dejan un 23% para realizar actuaciones ligadas a las personas o a la comunidad. Y dentro de ellas tan sólo un 8% se dedican a vigilancia epidemiológica, un porcentaje no muy superior al 6% de expertos de medicina preventiva en hospitales, al 5% en prevención o al 4% en promoción y educación para la salud. Áreas, todas ellas, destacadas en plena pandemia.

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De entre todos los profesionales que se dedican a este terreno, tan sólo 974 personas son tituladas en Medicina. Y es que ya en plena pandemia podía observarse que la salud pública no era la especialidad más codiciada entre los facultativos. Ese año 2020, tan sólo siete personas de las 1.795 con mejores notas en el examen MIR escogieron dedicarse a ello, según los datos que recopiló entonces el Sindicato Médico de Granada.

Y sigue pasando. Este 2024 dejó vacantes 12 plazas y sólo 179 personas de las 8.295 que escogieron especialidad entonces la eligieron como primera opción. Un 2,1%. Ocurre, según explican los propios facultativos, porque el trabajo que se desempeña no es muy conocido en la facultad. Y porque eso, obviamente, complica que resulte un futuro atractivo.

En cualquier caso, y ya con los datos en la mano, en la objetivo es ir más allá. Y en este sentido tratar de obtener datos que dimensionen aún más las plantillas existentes. Que muestren si realmente son suficientes o no en función de las tareas que realizan. Una vez se tengan todos los números adecuados en la mano, trabajar para mejorarlos. Y hacerlos más eficientes.

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