El ‘escrache’ de la PAH

Iñaki Sebastián

La PAH dio el pasado 28 de febrero una nueva vuelta de tuerca en la movilización social contra los desahucios. Plantean una campaña de escrache, una nueva actitud comprometedora hacia los políticos, que no solo niegan la opción, sino que impiden que se legisle sobre una realidad que ha sensibilizado y ha implicado a la sociedad como ninguna otra.  

El escrache propone una actitud de acercarse a los diputados que están en contra de una nueva legislación (a pesar de la sentencia del Tribunal Europeo), y que además, según ha asegurado la propia PAH, desoyen las propuestas de reunión para poder informarles personalmente de una realidad que se ha demostrado está muy lejana, especialmente, de la sensibilidad del bipartidismo político que gobierna el país hace décadas.

No me olvido de los que, con su postura favorable en el Congreso hoy, adoptan la postura fácil del que no decide, una ficticia e infame decencia que no tiene valor suficiente, por su minoría y por las actitudes previas que tuvieron en su día y que les retrata de forma suficiente.

Considero hace tiempo que el problema más importante y que requiere mayor sensibilidad social y política, más allá incluso del drama de las muertes que han rodeado a los desahucios, es el desarraigo que la situación de desamparo provoca, bien sea por un desahucio o por un despido que probablemente llevará al desahucio por el impago de la hipoteca (amplío el concepto en este post en El Desarraigo, consecuencia directa de la crisis estafa).

Podemos imaginar en qué medida ese desarraigo genera desesperación, impotencia, rabia, y podemos considerar de qué forma la gente afectada y la gente solidaria con una situación social, económica y política tan bárbara se lanza a la calle a comprometer a esos responsables políticos que no escuchan, que no comprenden, no quieren comprender el drama, que ignoran la necesidad que esta gente necesita. En su mayoría además es la gente más desamparada, la más débil para enfrentarse a situaciones legales complejísimas, articuladas además con leyes obscenas puestas incluso en evidencia desde Europa.

No son usureros que no quieren pagar, es la situación económica y una crisis/estafa provocada y amparada por el poder político/financiero que no tiene reparo en arrasar de forma despiadada su posibilidad de vivir una situación tan compleja como la actual con una mínima dignidad.

Dicho esto, unos pocos días después de que la iniciativa del escrache comenzara, se han vertido acusaciones graves por parte de algunos medios ("Acoso salvaje al PP", portada de ABC) y algunas declaraciones con graves acusaciones de "coartar la libertad" (Gallardón) e incluso denuncias contra la PAH en la propia comisaría del Congreso (González Pons) y Sáenz de Santamaría ha advertido de que la protesta no está amparada por el derecho de manifestación.

Era una consecuencia más que previsible por parte del grupo político al que se ha tratado de poner en evidencia y de los medios que lo respaldan, pero, precisamente por la dimensión tan grande que tiene esta decisión justificada en ese desamparo, ese desarraigo que los increpados ignoran y que más ha sensibilizado a la sociedad en su conjunto como ninguna otra movilizaciónn, es más necesario que nunca una estrategia planificada, consultada con abogados y asesores que ayuden a comprender que la vuelta de tuerca no debe volverse en contra y asfixiar los logros de un movimiento excepcional en sus decencia y sobre todo en su continuidad.

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La PAH es el movimiento social que mas implicación y mayor continuidad ha conseguido de todas las movilizaciones y mareas planteadas en los últimos años. Sería una tragedia que las formas desatadas por esta nueva movilización, fruto de la continua indignidad política, de la impotencia y de la desesperación de tantos, provocara un resultado tan lejano de las pretensiones como ruinoso en los resultados.

Creo que deben establecerse unas formas, unas bases, unas pautas en las reivindicaciones, dejar a la improvisación estas movilizaciones cuando pretenden ser tan directas y comprometedoras y los ánimos están tan alterados supone un riesgo demasiado grande para los intereses que se están defendiendo. Y perder esta batalla supondría una llamativa derrota en el peor momento posible, justo cuando dos victorias, la aceptación de la ILP, la sentencia del Tribunal Europeo y la ley del suelo, sitúan a la PAH en el espacio más esperanzador social que hemos tenido en estos años.

Tener razón ante los infames no implica la necesidad de perder la cabeza. Ahora más que nunca una serenidad que permita una continuidad en la protesta tendrá más contundencia que ninguna otra cosa.

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