Librepensadores
España horizontal
Estos días, se está volviendo a hablar del tema (de la unidad) de España y de lo que ha venido en llamarse el “derecho a decidir” que defiende un sector de la sociedad catalana. Al margen de los partidos soberanistas catalanes, quien mejor está enfocando el problema es, en mi opinión, la formación Podemos, al manifestar claramente y de forma valiente su propuesta –y apuesta– por una España plurinacional que les conduce a defender una revisión profunda del modelo territorial. Confieso mi agradable sorpresa porque nunca un partido político español de ámbito estatal se había posicionado tan claramente por una España tan diferente a la “unitaria” que la Brunete mediática española y los partidos “estatales” vienen defendiendo ante la opinión pública. Partidos tanto de derechas como de izquierda, no lo olvidemos.
He de afirmar, con toda modestia, que hace muchos años me cautivó sobre el tema que nos ocupa la imagen que el sabio profesor Joan Reglà utilizaba para explicar e integrar las diferentes trayectorias de los diferentes reinos peninsulares en la Edad Media y Moderna: España horizontal. Siempre he tenido debilidad por este concepto porque es el que mejor expresa la realidad histórica, cultural económica y social de lo que llamamos España así como su rica diversidad. (Hace muchos años publiqué un libro sobre este tema del concepto histórico de España). Y en la situación actual, la fórmula “España horizontal” es la más conveniente –por integradora– para poder encajar las diferentes nacionalidades españolas en el conjunto estatal (si es que se quiere de verdad encajarlas, y no hacerlas desaparecer o diluir). Los (viejos) partidos tradicionales “españoles”, tan nacionalistas como los tildados negativamente de “nacionalistas” periféricos –o más–, siempre han defendido la misma idea de España, que ya el escritor valenciano Joan Fuster advertía en diversos escritos: “su” España es una España unitaria y centralista, castellana, “vertical” en definitiva; tan vertical como lo eran los sindicatos franquistas. Y si los catalanes recurren, por ejemplo, a los Decretos de Nueva Planta, y los vascos a la leyenda de Aitor, los españoles “verticales” o unitarios recuerdan a Don Pelayo, el Cid, los Reyes Católicos y la conquista de América. (Todos estos temas, todos, tendrían que matizarse mucho; pero no es éste el lugar).
En mi opinión, la única salida al “encaje” actual de Cataluña, y de paso de los otros pueblos periféricos con lengua, historia y cultura propias, la única insistimos, es una España horizontal, en la cual todos los pueblos se sientan integrados y reconocidos desde su singularidad; es decir que forman parte de un proyecto común pero en términos de estricta igualdad y respeto mutuo. Pero lo que no tiene salida es una España vertical como la que aparece con demasiada frecuencia –y estos días más aún–, que oculta, ignora, minimiza y desprecia lo que cada nacionalidad o pueblo ha sido y siente. Una España unitaria que, en último término y paradójicamente, acaba siendo excluyente, separadora y uniformizadora. De hecho, el Estado español ha sido incapaz en los últimos doscientos años, de resolver el problema tanto desde el punto de vista territorial e institucional como, el más delicado, desde el de la integración de los diferentes pueblos en un proyecto común desde su enriquecedora diferencia. Lo estamos viendo en Catalunya.
Pongamos un ejemplo o muestra simple. Desde las Cortes de Cádiz hasta la actualidad, ningún plan de reforma del sistema educativo ha querido –pongamos por caso– incorporar para todos los alumnos de España una asignatura, optativa si se quiere y de solamente 2 horas semanales, que se titulara más o menos como “culturas regionales” con el objetivo de poder transmitir y potenciar esta idea de una España plural, rica y diversa. Más bien se ha hecho todo lo contrario; y conste que planes ha habido muchos, tanto de derechas como de izquierdas. Incluso en las comunidades autónomas con lengua propia se dificulta todavía su incorporación al sistema educativo, con campañas orquestadas incluidas desde algún poder fáctico. El sentimiento de cohesión social de las “personas” debería ser más importante que la “unidad indivisible” de los “territorios”.
En fin, aquellos que vivimos en la periferia y estimamos nuestra lengua y cultura autóctonas hemos de constatar con dolor que no hemos encontrado casi nunca en el resto de los políticos españoles (entiéndase, el PP, el PSOE, etc.), ni afecto ni respeto; más bien se tiene la impresión de que “molestamos” con nuestra cultura diferente, secular o milenaria, y que por culpa “nuestra” no es posible la España “una, grande y libre”. Ortega y Gasset y apuntaba en la misma dirección: “España la ha hecho Castilla”. Las excepciones y posiciones personales positivas –que las hay– no desautorizan esta apreciación, que confirmaba con rotundidad el editorial conjunto que los periódicos catalanes publicaron cuando se reformó el Estatut de Catalunya. Que ni Rita Barberà, exalcaldesa de Valencia, ni el expresidente de la Generalitat Alberto Fabra hayan querido aprender a hablar valenciano, lengua cooficial y secular de su comunidad, no es una anécdota; es todo un síntoma o un símbolo.
Ante esta incomprensión y/o tozudez, el “derecho a decidir” que un amplio sector de la sociedad catalana reivindica, es una inteligente –y pacífica– forma de defenderse de la intolerancia e imposiciones que la “verticalidad española” pretende llevar a cabo. Y es, según expertos en derecho público, impecable desde el punto de vista político y jurídico. En este sentido. me parece que Podemos lo ha comprendido muy bien –de hecho ha sido la fuerza más votada en Cataluña–, y por eso mismo considero que en este tema es el único partido que está a la altura de lo que corresponde a una formación política que quiere llevar a cabo reformas profundas en el ordenamiento jurídico, económico y social (que hacen falta). Pero, y esta es la gran novedad, lo defiende desde un proyecto integrador y unitario de España, diferente, “horizontal”.
Por lo que se ve, el aire fresco que Podemos pretende introducir en la política española va “en serio”.
Francesc-X. Blay es socio de infoLibre