Fútbol: ¿cosa de machos?
Deporte rey, droga del pueblo, religión balompédica... al fútbol se lo conoce bajo muchas denominaciones hiperbólicas acuñadas por los propagandistas de un espectáculo de gran éxito y calado social. El fútbol se ha convertido en una maquinaria para hacer dinero y ejercer control social o, mejor dicho, se ha perfeccionado y se ha modernizado el engranaje económico e ideológico que lo mueve desde que dejó de ser sólo deporte. Hace un siglo, los ingresos del fútbol se limitaban a las cuotas de los socios, a la taquilla y a la cantina de los estadios, poco más pagaba la afición que se identificaba con un equipo de vecinos que se enfrentaba a otro de forasteros.
Es un clásico de la grada la persistencia de conductas cargadas de odio hacia las mujeres, lo que se conoce como machismo
Hoy, la taquilla es lo de menos y los bolsillos de la afición son atracados por juntas directivas para las que el socio es un fósil de la nostalgia. Alguien que no haya pasado por la taquilla de un estadio, no es raro que desembolse dinero para acceder al fútbol en el salón de su casa, a través de su televisor, vestido con la camiseta de un club que no es el de su pueblo o ciudad y un nombre en la espalda asiático, africano, sudamericano, de cualquier país europeo y, excepcionalmente, español. Esta uniformidad se extiende también en la calle a personas sin importar su lugar de nacimiento, su raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.
El negocio del fútbol está sujeto a los intereses de jeques de dictaduras machistas y sangrientas y Florentinos insaciables que hacen de él una falsificación del deporte competitivo que fue en su origen. En la Liga siempre ganan los mismos dos equipos y algún tercero cuando esos dos fallan con estrépito. Lo mismo sucede en otras ligas y en las competiciones europeas, donde los de siempre y otros invitados, para que parezcan competiciones, juegan truculentos títulos para vender camisetas en el mercado europeo y, ahora sí, atracar en taquilla a los adictos dispuestos a pedir préstamos para ver a “sus” equipos jugar a dos o cinco mil kilómetros de su casa.
Las gradas son un reflejo de la sociedad. Una parte de ella acude, en principio, a ver un espectáculo deportivo, pero siempre se ha utilizado el fútbol como válvula de escape para todo tipo de presiones y frustraciones a las que se ven sometidas las personas en algún momento de sus vidas. Es un clásico de la grada la persistencia de conductas cargadas de odio hacia las mujeres, lo que se conoce como machismo. Los medios de comunicación mantienen al respecto un lenguaje y un relato despreciables en pleno siglo XXI, a pesar de los esfuerzos de la gran mayoría. Desde “atarse los machos” y “hacer la machada”, pasando por comentarios soeces o infames portadas, hasta el vil posicionamiento en cuestiones que afectan a la igualdad entre las y los deportistas, el machismo informativo sobrevive. El negocio del fútbol permite organizar, narrar y jugar un mundial y finales europeas en países donde se odia y se persigue a las mujeres.
Somos campeonas del mundo de fútbol femenino a pesar de la agresión machista de Rubiales, a pesar de la machista y chulesca reacción de Rubiales a las críticas, a pesar del oportunismo machista de Rubiales para recordar su apoyo a Vilda frente al email de 15 jugadoras y el apoyo de otras en un asunto nunca aclarado, a pesar de pedir perdón Rubiales por haber agredido a una jugadora como Presidente de la Federación pero no como macho, a pesar de la repetición en bucle en los informativos de la agresión, a pesar de la ambigua tibieza de Iceta, a pesar de la insistencia atenuante de Pedrerol en que la madre de la agredida (según él) le restó importancia al hecho, a pesar de que Pedrerol no le haya dedicado uno de sus “sesudos” editoriales a la agresión, a pesar de que la agresión ya ha pasado al limbo de las anécdotas para ellos, no para ellas... a pesar de todo esto y más, somos campeonas del mundo de fútbol femenino. Y eso no hay macho que nos lo quite.
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Verónica Barcina es socia de infoLibre.