El juzgar con-sentido
Han tenido que pasar varias semanas y una devastadora dana para poder tomar distancia y reflexionar un poco sobre lo que rodea al ya políticamente fallecido Íñigo Errejón. Este suceso deja en evidencia que al feminismo le quedan todavía muchos debates por delante que, en cierta manera, ya creía zanjados y que tienen que ver, entre otras cosas, con la sexualidad, el poder y el consentimiento.
Tenemos que hablar y no es de Errejón. Es de cómo hemos llegado al punto en que nos parece perfectamente válido un linchamiento público en la plaza con diez mil millones de antorchas y tan solo unos testimonios anónimos en Internet. Un juzgar sin atisbo de justicia, porque acusar, denunciar y sentenciar sin pruebas –y borrando del imaginario la presunción de inocencia–, además de una aberración, es de una fantasía supina por parte de cierto feminismo un tanto místico.
Lo que se anuncia como una zona segura para las mujeres, un buzón virtual, se transforma ipso facto en un escrache, una humillación pública, una violencia masiva, un castigo moralizante
Quizás este delirio sea algo más fácil de percibir para las insurrectas de las redes sociales, que ya sospechábamos de lo oscuro y lo violento que esconden semejantes espacios.
Lo que se anuncia como una zona segura para las mujeres, un buzón virtual, cuando hay nombres de por medio, se transforma ipso facto en un escrache, una humillación pública, una violencia masiva, un castigo moralizante, que a pesar de que busque, a priori, promover la reflexión colectiva y el cambio de conducta de la persona señalada, lo que obtiene en realidad es su marginación social, el impedimento para reincorporarse a la vida social y laboral y una cuestionable posibilidad para defenderse.
Así como nos atraviesa el patriarcado, lo hace también el algoritmo. Si el feminismo, o parte de él, problematiza cada una de las relaciones entre hombres y mujeres al estar éstas viciadas por una desigualdad de poder, generando así un conflicto en el consentimiento real, el algoritmo hace lo propio con la construcción de la opinión personal.
La realimentación positiva en las redes sociales en detrimento de la información disidente o que no se ciñe a nuestro ideario tiene como consecuencia una distorsión, una deformación y, por lo tanto, no favorece el análisis crítico ni las opiniones individuales. Por el contrario, la marea algorítmica nos empuja hacia la simplificación, la falacia, la falta de matices y, en definitiva, a un juicio sin-sentido.
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Doira B. Paratcha es socia de infoLibre.