La liga de los infames
Ahora que Florentino (el del Real Madrid) ha abrazado el trumpismo y amenaza con un golpe de estado a la liga si su equipo no la gana, el campeonato vuelve a ser cosa de los tres que más dinero manejan, como siempre. Las entradas del Madrid–City en Madrid han costado de 115 a 245 €, mientras que las del mismo partido en Manchester costaron de 45 a 81 €. Otrosí, el abono para ver el fútbol por televisión en España es el más caro de las grandes ligas, mucho más en relación con el salario mínimo. Estos ejemplos reflejan la práctica carterista de clubes y operadoras y evidencian el gregarismo extremo de la afición española. Como dirían Labordeta o Fernán Gómez: “¡váyanse a la mierda!”.
La liga de fútbol está adulterada por la injerencia del dinero y la manipulación de la justicia (el arbitraje) a manos del bipartidismo Barça/Madrid, como en la política hacen PP, PSOE y el Ibex 35. Al margen del campeonato, la Copa del Rey de España y la Supercopa del Rey de Arabia, el negocio distrae a la ciudadanía de sus pesares cotidianos con minucias como los puestos europeos, el máximo goleador o el descenso. En política sucede algo parecido. Al margen del gobierno de España, los autonómicos, el senado, las diputaciones y los ayuntamientos, existen otras distracciones para los pesares, como los pactos, las alianzas, la corrupción, la crispación, los bulos o la manipulación.
La liga de fútbol está adulterada por la injerencia del dinero y la manipulación de la justicia (el arbitraje) a manos del bipartidismo Barça/Madrid, como en la política hacen PP, PSOE y el Ibex 35
Son detestables en el fútbol el juego sucio y los rompepiernas, faceta en la que nadie reconoce desear competir. En política, golpes bajos, zancadillas y codazos son tradición y hay un club (un partido) de palmarés sin parangón en estos menesteres y de ubérrima cantera. A diferencia del futbolista, el político aspirante a destacar en esta modalidad, lo hace de manera voluntaria y ostentosa, en la creencia de que su labor es la más relevante del equipo. A figuras legendarias como Pons, Floriano o Hernando, le han seguido virtuosos marrulleros como Montserrat, Semper, Gamarra o Tellado.
En el apartado del juego sucio, destaca alguien que supera a cualquier tuercebotas de cualquier época, un personaje capaz de retirar a los rivales de por vida de los terrenos de juego, capaz de manejar a su antojo a los árbitros y a los medios, capaz de rajar el balón con una navaja, capaz de insultar al público, capaz de incendiar estadios y de adulterar quinielas. Va camino Miguel Ángel Rodríguez, si no lo ha conseguido ya, de desbancar a Rasputín como manipulador y conspirador cortesano, siempre desde la sombra. Profesional de la bronca, especialista en grescas y amigo de trifulcas, no rehuye la pendencia y el altercado.
Con su boba apariencia, ya era de extrema derecha cuando Aznar parecía de centro. En su propio partido lo acusaron de sectario, por lo que dimitió de la Secretaría de Estado de Comunicación y de la portavocía del gobierno de Aznar y pasó a un segundo plano, a la sombra de la FAES y de la empresa privada, sin dejar de perfeccionar su estilo portuario y barriobajero en el fango tertuliano como difusor de bulos y desinformación. No dejó de acumular dinero y polémicas. Suya es la mayor mentira de la historia reciente de España: la atribución a ETA del 11M.
En 2006, su Web de contenido televisivo con mínima audiencia recibió 600.000 € en publicidad del Canal de Isabel II. En 2008, fue investigado por la Fiscalía Anticorrupción por haber sido beneficiada su empresa Carat S.A. "a dedo, sin concurso y trámite previo" con campañas publicitarias del ministro Zaplana. En 2013, fue detenido por embestir borracho a varios coches cuadruplicando la tasa de alcohol permitida. La Unión Europea, en 2024, lo citó en un documento como un peligro para el estado de derecho en España, e instó a las autoridades españolas a "investigar de forma inmediata y transparente las amenazas y falsas acusaciones proferidas contra periodistas [...] y garantizar que se haga justicia", asignándole el nivel dos de alerta como amenaza a la libertad de prensa.
Si alguien pensaba que no se podía superar su nivel de agresividad y mala fe, no conoce a M. Á. Rodríguez. Alumno aventajado de Goebbels, es habitual que mienta, que señale, que acuse, que manipule, que maneje a otros a su conveniencia, como hace con Ayuso, contando siempre con el incondicional apoyo mediático y judicial. Su sadismo no tiene límites y lo coloca en otro nivel, muy por encima de Álvarez de Toledo o el séquito de mastuerzos de Abascal. Sus insultos y desprecios a las 7.291 “mierdas” que “se iban a morir igual” en las residencias sitúan a este matón en otra liga, en la liga de los infames, donde puede competir de tú a tú con mitos de la talla de Queipo de Llano, Millán–Astray o Blas Piñar.
P. S.: También ha hecho negocios con Florentino (el del Madrid).
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Verónica Barcina Téllez es socia de infoLibre.