La paloma y el halcón

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Juan José Torres Núñez

Como una paloma con una ramita de olivo en el pico, la congresista Tulci Gabbard siempre habla de la paz. Esta mujer inteligente, de trato sencillo y sonrisa fácil, se irrita con “la política de cambio de régimen de los países soberanos” que su país, Estados Unidos, practica como si fuera el policía del mundo. En este medio hablé un poco de ella en mi artículo El fraude de la espiral de guerra en Siria. Según el Capítulo 1, Artículo 2, párrafo 4, de la Carta de las Naciones Unidas, “Los Miembros de la Organización, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado, o en cualquier otra forma incompatible con los Propósitos de las Naciones Unidas”. Al ordenar Trump atacar Siria por el supuesto bombardeo con armas químicas en San Sheijun, condenando a Bashar al-Assad sin pruebas, Tulci Gabbard no tardó en denunciar el comportamiento de Trump como “reckless and short-sighted”[imprudente y miope]. Y aseguró que el ataque serviría para reforzar a Al-Qaeda y otros grupos terroristas.

Es un gran placer escuchar a esta demócrata del Estado de Hawaii, una veterana de la guerra de Iraq que conoce el sufrimiento y el dolor. Tilci Gabbard tiene el coraje y la honestidad de decirnos sin ambages lo que piensa sobre el conflicto de Siria y sobre todos los conflictos en los que su país se encuentra envuelto. Es una persona muy humana que sufre cuando observa la locura del mundo absurdo que hemos creado. Por eso criticó en su día a Barack Obama por sus políticas de cambio de régimen de países soberanos, por perpetuar la guerra y por su fracaso en la lucha contra el terrorismo. Y no ha dudado en expresar su desacuerdo con el presidente Donald Trump cuando ha seguido la misma política. Sus intervenciones públicas nos gustan porque sus palabras transmiten bondad, sinceridad y mucha sensatez. Esta mujer conoce el significado de la guerra porque ha vivido con la muerte, por eso solo quiere hablar de la paz. Ella ve la muerte desde su experiencia en el campo de batalla, no a través de los espejos de la Casa Blanca o del Pentágono.

Su libertad para expresar lo que siente en la sociedad actual de su país, le ha originado problemas. En Empire Abroad, Empire at Home (counterpunch), Richard Moser nos recuerda que “el McCarthyism [macartismo] de los años cincuenta fue la primera oleada moderna de control social coordinado […] la disidencia equivalía a una traición”. No sorprende, pues, que en el estado de violencia política que hoy azota a Estados Unidos, Tulci Gabbard se encuentre en el punto de mira por ser una de las personas prominentes que ha hecho público su escepticismo sobre las acciones militares de Trump en Siria, como ha señalado Joy Reid. En The Washington Post, Elise Vieback considera a Tulci Gabbard “la portavoz de Assad en Washington” por oponerse al “consenso que hay en el gobierno de que Assad lanzó este ataque químico”. Gabbard pide pruebas. Pero, ¿cómo se atreve esta mujer a pedir pruebas? ¡América no necesita pruebas para demostrar que Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva! Neera Tanden y Howar Dean han declarado con mucho convencimiento que “Gabbard no debería estar en el Congreso”. ¡Viva la democracia americana! Veamos la primera enmienda de la Constitución de Estados Unidos: “El Congreso no legislará respecto al establecimiento de una religión o la prohibición del libre ejercicio de la misma; ni pondrá cortapisas a la libertad de expresión o de prensa…”. Richard Moser tiene razón cuando afirma que “en los Estados Unidos de hoy no existe la democracia representativa”. Pide la creación de más movimientos sociales organizados para restaurar la democracia.

Cuando vi en televisión a Theresa May mirando al cielo y moviendo los hombros, me vino a la mente la imagen de un halcón listo para lanzarse a su presa. Su nariz se parece a la de este animal y en su mirada observamos unos ojos fríos y calculadores. Su cara oculta una amenaza que infunde miedo con la tensión de su sonrisa forzada, carente de afecto. La voz de su discurso seco y autoritario gañe en el aire como una advertencia. Camina a grandes zancadas, pero esta vez al saltar el charco del Parlamento calculó mal y cayó en el lodo, quedándose clavada en el barro como un toro cuando recibe una buena estocada. ¿Será de muerte?

Theresa May tenía mayoría absoluta en el Parlamento británico, pero su avaricia le pedía actuar rápidamente a la vista de los sondeos, que predecían una victoria aplastante del Partido Conservador. Quería sentirse fuerte en las negociaciones del Brexit con la Unión Europea. Calculó el momento fríamente y al otear su presa, el Partido Laborista, convocó elecciones legislativas y efectuó un ataque en picado, convencida de que las ganaría por amplia mayoría, pero alcanzó tal velocidad que sus garras le fallaron y en vez de cortarle la columna vertebral al Partido Laborista, ahora resulta que su líder Jeremy Corbyn cuenta con posibilidades para convertirse en primer ministro, pues el Partido Conservador ha perdido la mayoría absoluta y May se ha visto obligada a negociar, ya que ahora el nuevo Parlamento está dividido. Después de su derrota humillante, su labor consiste en intentar a toda costa mantenerse en el Gobierno, pues Corbyn y mucha gente en la calle están pidiendo su dimisión. Su difícil alianza con el Partido Unionista Democrático (DUP, por sus siglas en inglés) de Irlanda del Norte -un acuerdo que aún no ha cerrado-, le dará más de un quebradero de cabeza. El Sinn Féin, con sus pocos diputados, volverá al Parlamento británico y esto dará más fuerza a la oposición. No olvidemos que el Sinn Féin tiene una actitud positiva hacia Corbyn. Su líder Gerry Adams ha manifestado que “Corbyn es un político de principios que comprenderá la posición del Sinn Féin”.

May es la que, según la prensa británica, tenía previsto obtener el voto del Parlamento para lanzar una guerra contra Siria, después de la gran victoria que esperaba conseguir en las elecciones del pasado 8 de junio. Lo anunció The Daily Mirror con grandes titulares: Theresa May Plots Snapt Vote on Bombing Syria. ¿Estaba May dispuesta a actuar como el caniche de Trump, igual que Tony Blair hizo con Bush?, se pregunta The Executive Intelligence Review. En el The Daily Mirror leemos que “Theresa May quiere el voto para golpear a las fuerzas sirias, apoyadas por Rusia”. Pero ahora, ¿cómo puede ella llevar a cabo su plan de guerra? Le ha salido el culo por la culata y nos alegramos mucho, como también se han alegrado las mujeres y los niños de Siria. Conviene recordar que su secretario de defensa, Michael Fallon, ya nos dejó bien claro que “la primera ministra Theresa May está preparada para utilizar armas nucleares en un ataque preventivo”. Estas palabras describen muy bien la calidad humana de esta persona y el futuro que nos puede ofrecer. Lo bueno es que quizá pronto tenga que convocar nuevas elecciones. Esto nos tranquiliza mucho.

En plena campaña electoral, el 22 del pasado mes de mayo, Jeremy Corbyn declaró a la agencia de noticias china Xinhua que si ganaba las elecciones estaba dispuesto a reforzar los lazos de amistad con China, incluyendo la cooperación en el campo de la energía nuclear, pues “existen grandes vínculos históricos entre el Reino Unido, el Partido Laborista y China”. Añadió que su partido “buscaría establecer acuerdos económicos y culturales entre los dos países y contribuir a la cooperación en asuntos internacionales”. Anunció también que trabajaría para incrementar los intercambios entre estudiantes ingleses y chinos. Si analizamos lo que dijo, encontramos palabras como amistad, cooperación y acuerdos. Su programa de gobierno incluye acabar con los cambios de régimen de los países soberanos. No resulta difícil comparar y ver que un Reino Unido en la Ruta de la Seda es más importante para la humanidad que el plan de guerra de Theresa May.

Tulci Gabbard también es partidaria de que su país esté en la Ruta de la Seda y de restablecer el sistema americano de crédito, con la separación de los bancos inversores de especulación de los bancos comerciales de desarrollo. Y defiende la legislación Glass Steagall para la recuperación económica de Estados Unidos, así como la cooperación con Rusia y China. Vemos, pues, que contamos con personas valiosas y capaces en todos los gobiernos. Entonces, ¿por qué no trabajamos con los movimientos sociales organizados y con los partidos progresistas para arrojar a la papelera de la historia a los gobiernos indeseables? Tenemos las urnas: utilicémoslas. __________________

Juan José Torres Núñez es socio de infoLibre

Como una paloma con una ramita de olivo en el pico, la congresista Tulci Gabbard siempre habla de la paz. Esta mujer inteligente, de trato sencillo y sonrisa fácil, se irrita con “la política de cambio de régimen de los países soberanos” que su país, Estados Unidos, practica como si fuera el policía del mundo. En este medio hablé un poco de ella en mi artículo El fraude de la espiral de guerra en Siria. Según el Capítulo 1, Artículo 2, párrafo 4, de la Carta de las Naciones Unidas, “Los Miembros de la Organización, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado, o en cualquier otra forma incompatible con los Propósitos de las Naciones Unidas”. Al ordenar Trump atacar Siria por el supuesto bombardeo con armas químicas en San Sheijun, condenando a Bashar al-Assad sin pruebas, Tulci Gabbard no tardó en denunciar el comportamiento de Trump como “reckless and short-sighted”[imprudente y miope]. Y aseguró que el ataque serviría para reforzar a Al-Qaeda y otros grupos terroristas.

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