Como no sé a quién dirigir mi confesión, se la envío por este medio a la Excelentísima señora Isabel Díaz Ayuso, o a alguno de sus devotos.
Yo COMO PERROS, ¡¡ eso, sí, solo perros, ¡! Los gatos me dan indigestión, y los loros, periquitos y canarios me dejan con apetito, así es que no suelo degustarlos.
He tratado de ingerir otras mascotas de honrados ciudadanos patriotas españoles, de los que van a misa de 12h, y luego a “saludar al sol” en la calle Ferraz, mascotas sofisticadas, en plan delicatesen gourmet, como hámster, iguanas, camaleones o ranas, pero mis ingresos después de 40 años de trabajador por cuenta ajena no me lo permiten, y es que a todo lo dicho tengo que añadir mi condición de piojoso, bohemio e intelectual que en vez de invertir en su juventud en fondos de pensiones y bonos del Estado, dedicó sus salarios sólo a pagar un techo, comer, vestirse, pagar impuestos, y tomarse una cañita el sábado por la tarde con los colegas anarquistas.
Pero, es salir al parque, ver un chucho, ya sea tipo ratita peluda con paspartú de bandera española o chuchus callejerus vulgaris, y empezar a salivar con el instinto de un depredador “comunista” de color rojizo oscuro, que aun en sueños puede ver hoces y martillos entrelazados, cuyo ADN está lleno de sangre aborigen de los peores clanes celtas de las selvas de Lugo, y por lo tanto muy alejado de la pureza identitaria de la española conducta de decentes patriotas Castellanos de la Avd. Castellana.
Mi adicción depravada de comer perros nace de mi genética, al ser de izquierdas por parte de padre y abuelo
Mi adicción depravada de comer perros nace de mi genética, al ser de izquierdas por parte de padre y abuelo (todos mis degenerados antepasados lucharon en diferentes siglos en los bandos perdedores de los Gloriosos Alzamientos).
En mi infancia, los curas de La Salle trataron de exterminar esa maldición satánica, a base de cantar mucho Cara al Sol , de darme regletazos hasta tocar hueso, y de hacerme correr por los pasillos para evitar sus tocamientos pedófilos, pero no sirvió de nada, en la juventud brotó con más fuerza ese ansia por comerme las mascotas de los más ciudadanos de orden y ley que rezaban por el señor bajito de uniforme, que los llamaba "...Españoles todos "
Hasta hace poco, creía ser un ser extraño y peculiar, un Hannibal Lecter de mascotas, un cavernícola marxista, pero por las buenas nuevas de la gran prensa española, que nos resalta siempre lo más destacado e importante para la raza humana a diario, he descubierto que se ha dado la alarma, gracias al salvador anuncio del “Hombre psicópata, de pelo naranja, más poderoso del mundo libre” y de la Agustina-Doña Rojelia de Aragón de los cayetanos castizos, de que, tanto en Estados del profundo EEUU como en los territorios de la Corte del Rey de España (el que está aún aquí, y no en Emiratos Árabes ) se han descubierto clanes depredadores de inocentes mascotas, en los EEUU que han tenido más suerte parecen ser la mayoría de esos grupos de negros, moros, panchitos y otras razas no homologadas como arias, del KKK y similares; aquí, en la Patria Española, es mucho peor, porque esos clanes de comedores de mascotas están formados por rojos, de todos los colores, camuflados de seres humanos normales y con documentos en regla, incluso por subespecies como las feministas, los LGTBI+, los sindicalistas, los ecologistas, los defensores de derechos humanos y los más extremistas provenientes de las regiones más norteñas del reino, los salvajes nacionalistas vascos, catalanes y gallegos (del BNG, porque el resto son buenos)
Afortunadamente, Prosegur y Desokupa ya han licitado con la Comunidad de Madrid y sus provincias con costa del resto de España un sistema de protección para salvar mascotas de buenos españoles de derechas y más allá, de los depredadores progres, los activistas, y los jubilados sin recursos suficientes.
Aun así, yo pido desde aquí ayuda para quien sepa cómo cambiar mi instinto atávico de comer mascotas de patriotas decentes con pulserita por otro tipo de alimentos más nutritivos y españoles, como por ejemplo rabo de toro de miura, cabra hispánica legionaria, aguilucho con flechas con guarnición rojigualda, o platos más fuertes aún, como tertulias de la Cope, o de laSexta, o incluso alguna ración de lectura de El Mundo o La Razón.
Espero que mi confesión pública de ser un depravado rojizo comedor de perros ayude a otros que, como yo, en lo más profundo de su intimidad fantasean lujuriosamente con alimentarse de pluralidad, igualdad, derechos humanos y civiles, feminismos, ecologismos y libertad de expresión.
Agradezco a quienes me presten atención su comprensión y perdón, y me marcho a hacer la comida que hoy tengo muslitos de caniche de La Moraleja y se me está haciendo la boca agua.
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José Manuel López-Neira es socio de infoLibre.
Como no sé a quién dirigir mi confesión, se la envío por este medio a la Excelentísima señora Isabel Díaz Ayuso, o a alguno de sus devotos.