El PP no es un partido político

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Cesar Moya Villasante

Es hora de hablar claro para acabar con este desastre que vemos a diario como espectáculo televisivo con la corrupción intelectual, económica y formativa que existe en este país. Porque en el contexto general de este mundo geopolítico sería el momento de liderar muchas acciones y políticas distintas, pero lo perderemos por culpa de una derecha que hay que desvelar en qué consiste. La dana valenciana me hace contar una opinión sobre esta gente que conocí muy bien en mi niñez de posguerra con un padre falangista.

El año 75 murió Franco habiendo dividido a España en dos patrias distintas cuyas distancias vemos cada día hoy, en pleno siglo XXI, después de casi ya 50 años de la mal llamada democracia. Dos espacios enfrentados porque el espacio de “paz” entre el 36 y el 75 la patria ganadora se dedicó a despreciar a la otra nación que pensaba de forma diferente. Y ese desprecio fue total de los vencedores a los derrotados. Cualquier espacio laboral y posibilista de mejor vivir era ocupado por esa pata franquista, copando instituciones, empresas públicas y privadas y cualquier espacio de vida. Y comprendo que mi insistencia en este aspecto puede cansar, pero es que si no actuamos o nos exigimos a nosotros mismos un voto que genere otra situación distinta siempre nos veremos en una toma y daca que nada soluciona. Y si no cambiamos, España se verá sumida en un desastre futuro difícil de predecir porque el PP y Vox es Mazón y tantos mazones existentes que lo representan de una manera fiel y total. Lo explico.

AP fue la precursora del PP y fundada por un tal Fraga, paisano de Franco y con sus mismas ideas. Y se formó “haciéndose demócrata en 10 minutos” , o sea, formó un partido franquista con toda su gente agradecida a los favores del “Régimen”, que así se llamaba la dictadura. Estos premios hasta el 75 consintieron en copar todas las instituciones del país y sus empleos, cómodos y bien pagados, con muchas gracias a sus comportamientos anteriores que eran el engañabobos de un empleo que servía de paga a aquel triunfo criminal. Con ello el empleo público se copó con su gente y también muchos empleos privados que también los copaban sus partidarios franquistas. O sea, los periódicos, y los puestos de Judicatura y notariado eran todos franquistas agradecidos. Es decir, aquello era un magma viscoso total de franquistas que era imposible romper cuando dicen que “empezó la democracia”. Y se eligió a Felipe González como otro engañabobos que estaba de acuerdo en no hacer política para evitar enfrentamientos que podrían ser sangrientos con un Ejército franquista en su totalidad y autor de la victoria de julio del 39. 

Y ese es el origen de un “partido político” como el PP, que se derivó en una parte, llamémosla falangista, en Vox, con los más extremistas, pero, al fin, todos iguales. Y a ti cuando te dan un premio te relajas y consideras que ya has hecho una buena labor. Pues esta frase es la que explica lo que pasó después y ahora. Una organización de siglas que ampara a los premiados relajados y a sus sucesores en muchos casos que no tienen necesidad de gobernar ni de prepararse para ello porque ya fueron agasajados en su día y con eso les bastaba, porque habían defendido una patria atacada por hordas marxistas muy peligrosas. Si nos fijamos, otro de los mantras de Ayuso, falangista en origen, es hablar de los comunistas como algo que hoy está enquistado en nuestra sociedad. Allí también existieron ayudas para estudios a los hijos de los citados, con títulos dados con poco esfuerzo, algo que incluso hemos visto no hace ya muchos años. Y favores aún a políticos de esa parte para sus familias, que aún pueden ser revisados en la agenda judicial.

Hoy no hace falta ser un partido político para ganar elecciones. Las ganan tipos cada vez más estrafalarios, puteros, golfos o simplemente ricos que manejan toda esa panoplia de redes sociales

Todo esto creó un sistema de partido político que era un grupo de amiguetes a los que les había tocado el papel de político profesional para proteger a los otros amigos vencedores, porque esa es la palabra que define la situación real. Un reparto de papeles que se viene dando demasiados años. Felipe, como he citado antes, era parte del juego para disimular y para que pensáramos todos que estábamos en democracia real. Luego llegó Aznar, que era parte del tinglado, y allí no se cambiaba nada. Bien es cierto que durante tantos años se iban colocando en esas instituciones o empresas personas de ideología ya de aquellos perdedores y fueron cambiando de forma muy sutil ciertos excesos. Es bueno reconocer que el Ejército y, en general, las Fuerzas Armadas se convirtieron en organizaciones más respetadas porque algo había que hacer para disimular un estado de cosas que no se tenía en pie sabiendo que estábamos queriendo entrar en Europa que quizá desconocían la verdad auténtica de ese franquismo insertado en el país, atado y bien atado. Y había que acercarse en parte a ciertos comportamientos que la Constitución obligaba, un arma que se construyó en el 78 sabiendo que no se iba a cumplir en su gran extensión. Pero eso lo sabían ellos y se engañó a la sociedad en general porque entre ese grupo de amigos estaban la mayoría de los periodistas y de jueces que formaban el telón de fondo. Y esos grupos demostraron su poca capacidad para gobernar de verdad, algo que demostraron sobradamente en casos flagrantes de tragedias de este país en donde siempre la culpa la tenía otro. Citemos casos como Prestige, 11M, las Residencias de Madrid con más de 7000 muertes, algún accidente de metro y alguno de aviación. En resumen, todo era correcto si no ocurría nada especial. Pero si ocurría la culpa es de otro aunque ellos fueran responsables. No saben gobernar porque nunca les hizo falta con todo el poder anexo que les apoya. Pero a veces se les ven las lonas.

Y ese telón de fondo es lo que se ve ahora, ya que con Zapatero no se pudo hacer una pequeña revolución debido a los problemas de ETA y del 11M pero que se ha desvelado con la llegada de Sánchez al poder. Y este personaje se ha propuesto adaptar España a una realidad que nadie puede negar. Un país plural y comunitario muy variado hasta en idiomas, acentos y cultura. Quizá el más plural de Europa porque por aquí pasaron todas las civilizaciones de la Historia con sus culturas y religiones e idiomas distintos. 

Pero hoy no hace falta ser un partido político para ganar elecciones. Las ganan tipos cada vez más estrafalarios, puteros, golfos o simplemente ricos que manejan toda esa panoplia de redes sociales, youtubers y en general todo lo que se ve a través del móvil, que actúa como el mejor sistema atrayente de votos, el colmo del oxímoron con lo que algunos llaman democracia, pero que solo es la dictadura del mercado manejado por BlackRock o como queramos llamar a esos poderes sin nombre. Los nombres los ponen los Netanyahu, Trump and Musk, Milei, y aquí Ayuso y MAR con Vox, que son los muñecos que manejan esos dueños del mundo actual. Un mundo que se está suicidando porque da pena escuchar cualquier TD lleno de manejos, de bulos absurdos y de intereses bastardos. Por eso, hoy, el PP vuelve a su origen, aquella AP de amiguetes a los que solo les ayuda lo que aquí trato de explicar y con eso les basta. Ganarán siempre y la izquierda quedará como los comunistas bolivarianos que no han progresado intelectualmente. Nada menos. Pero curiosamente llega en el momento en que podía España colocarse a la cabeza del mundo en muchas materias por su creatividad, pero, triste de mí, veo que estamos en un momento peligrosísimo y apoyado por muchos adolescentes que solo ven una pantalla llena de patrañas.

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Cesar Moya Villasante es socio de infoLibre.

Es hora de hablar claro para acabar con este desastre que vemos a diario como espectáculo televisivo con la corrupción intelectual, económica y formativa que existe en este país. Porque en el contexto general de este mundo geopolítico sería el momento de liderar muchas acciones y políticas distintas, pero lo perderemos por culpa de una derecha que hay que desvelar en qué consiste. La dana valenciana me hace contar una opinión sobre esta gente que conocí muy bien en mi niñez de posguerra con un padre falangista.

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