Represaliados: amor transgeneracional

Joaquín Navas Cabezas

Decía en "otro aspecto de la memoria histórica", publicado en este digital, que las emociones que produce el trauma en una madre, hija, esposa, hermana, ante la pérdida del ser querido en manos del odio se trasladan a las siguientes generaciones. Que esas emociones se heredan y que localizar, identificar, exhumar y darle digna sepultura a los represaliados no sólo resulta necesario para esas generaciones siguientes que las reciben en el ADN, sino que se convierte en un acto político necesario y obligado por una sociedad que se precie de democrática con la "Verdad, Justicia, Reparación y no repetición".

Pero lo que no fui capaz de captar es que, además de esa necesidad, está la de puro amor para sus seres queridos. Ahora estoy en situación de afirmar que también estamos en una transmutación, que un ser humano realiza, ante un acto de puro odio a uno de puro amor. Esta nueva visión, este otro nuevo aspecto de la Ley de Memoria Histórica y esta otra comprensión del significado de la palabra dignificar me llegó por dos acontecimientos últimos:

 1) La publicación del libro Desaparecidos de Rafael Espino Navarro y 2) El acto de presentación del libro el 22 de febrero de este año.

Nada más saber de la publicación me apresuré a participar de él. Lo hice a través de rafaelespinonavarro.com en la creencia de que los que estamos comprometidos con la democracia debemos participar de este tipo de lectura, así (tal como dice el autor) "tanto la escritura del libro como la lectura supone un merecido homenaje a cada uno de ellos (...)" en referencia a cada uno de los que Rafael dignifica con su microbiografía en el libro. Hablamos por tanto de una obra minuciosa escrita por un profesor técnico elaborada a través de la recopilación de muchos datos obtenidos mediante entrevistas a familiares directos y mediante indagaciones, impregnada de la pedagogía propia de la que cualquier profesor hace en sus trabajos. Esto abre la posibilidad de convertirlo además en un libro de texto accesible a nuestros jóvenes para contribuir a esa memoria histórica necesaria que evite repetir los acontecimientos anteriores que tanto daño hicieron por las semillas de odio que esparcieron. Pero, repito, odio transmutado en amor que pueda servir también de ejemplo a los jóvenes acostumbrados ya por las redes sociales a los mensajes cortos. Leer Desaparecidos no implica mantener el hilo argumental de principio a fin, está presentado como un manual con pequeñas historias que te centrifuga el alma al comprobar los motivos por los que sus protagonistas fueron asesinados en julio y agosto de 1936.

Las emociones que produce el trauma en una madre, hija, esposa, hermana, ante la pérdida del ser querido en manos del odio se trasladan a las siguientes generaciones

El escritor no crean que habla de oído después de esas horas, días, meses y años de recopilación en las que basa sus microbiografías, habla de él mismo y de su propia familia. Siete de sus ancestros fueron represaliados, empezando por su abuelo. Eso hace que en Desaparecidos subyazga esa carga emocional que trasladó al acto de presentación donde nos hizo partícipes además con ese necesario reconocimiento público.

Decía que el autor no habla de oído también porque contribuyó a localizar, exhumar minuciosamente, identificar y finalmente entregar los restos a sus familiares con ARENEHISA, una Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de la campiña sur de Córdoba, apoyada por un gran equipo de "alquimistas del ADN" para, finalmente, completar el círculo al dignificar sus memorias con este libro. Un trabajo de puro amor porque no cabe duda de que al espíritu "Verdad, Justicia, Reparación y no repetición" de la Ley de Memoria Histórica le añadió el concepto amor.

Si digo y repito que no crean que el autor habla de oído es porque Rafael es un nieto que dedica parte de su vida a dignificar la memoria de su abuelo Antonio Espino Jiménez por amor a él. Algunos escritores nos han dejado testimonio de ese nuevo amor que surge cuando somos abuelos, como José Luis Sampedro en La Sonrisa Etrusca, pero muy pocos (que yo conozca) constataron ese amor de nieto. Ese sentimiento es trasladado por el escritor, como misión, al resto de represaliados. Por eso llamo un acto de puro amor localizar, identificar, exhumar y entregar los restos a los familiares por alguien que conoce exactamente el significado de esa entrega. Una misión que no concluye con este libro y su relato final, Volver a ti, sino que continúa y nos anuncia para este año la continuación.

Puede que algunos consideren que exagero, que me dejo llevar por mi admiración y mi devoción hacia Rafael, pero ese último relato constata más aún mi apreciación, y si no, juzguen ustedes con este pequeño extracto:

" ...hace tanto tiempo que se lo llevaron y no es tan fácil de olvidar,

han quedado tantas cosas

acompañándome estos años

en mi soledad, tantos recuerdos

Yo era muy chica y él era mi padre

siempre he querido volver a él"

Así, con Volver a ti nos traslada el relato corto de esa anciana con un rostro que "arrojaba una visión dulce de la vejez y la bondad" que no pudo recibir los restos de su padre en vida, pero que sí que lo hicieron sus familiares cuando unieron los propios restos de la anciana a los de su padre cuando finalmente fue localizado e identificado para... volver a él. Pocas historias de amor de una hija a su padre existen con esta magnitud.

Por eso, confieso, mi propia carga emocional en ese acto de entrega en una sala de conferencias repleta, donde no pude articular palabra en la firma que le dedicó a mi hijo. Sólo pude expresar repetidamente: gracias.

Continúo dándole las gracias porque "la muerte no tuvo la última palabra".

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Joaquín Navas Cabezas es socio de infoLibre.

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