Vivió muchos años trabajando en la cosa que de un tiempo a esta parte llaman política y no lo es, pero que se resume en el mismo consenso de siempre desde los tiempos de Alí Babá hasta la consumación de los tiempos: tanto para el sostenimiento de la banda, tanto para los jefes y tanto para quien hace el trabajo.
No se le movió un pelo cuando salió a la luz el escándalo Nóos y le rondaba la imputación del juez Castro solicitada al Tribunal Superior de Justicia, que tuvo a bien desestimarla. Más cerca le pasó el escándalo conocido como Valencia Summit cuando ella misma reconoce en declaración ante el juez que recomendó al exduque de Palma y su socio Torres plantear ante la Fundación Turismo Valencia Convention Bureau (FTVCB) que presidía su vicealcalde, Alfonso Grau, y la Fiscalía prefirió cebarse en él.
No aprendió la lección cuando su segundo, Grau, pasó de ponerse chulito mientras creyó en la protección de Rita y su partido, a entonar la canción defensiva “a mí solo no me llevan”, contrapunteada con el hit “como tire de la manta”, cuando comprendió que era hora de pagar los años de dorada impunidad bajo la protección del Partido. Estaba “solo” e imputado por el berenjenal conocido como Valencia Summit, cuya trayectoria continúa en los tribunales a la espera de sentencia. Rita salió indemne, su segundo afronta el marrón.
Mientras sus socios y subordinados caían como chinches bajo el fuego de las grabaciones entre compinches, los pinchazos telefónicos con la bendición del juez y la torpeza de delincuentes aficionados, ella pasó en loor de multitud, entre los socialmente inútiles a la par que costosísimos y suntuarios fastos a que dieron lugar la construcción de la Ciudad de las Artes y de las Ciencias, de corte Calatraveño, el Oceanográfico y el también Calatraveño Palacio de las Artes; así como el Palacio de Congresos, de Norman Foster; la celebración en 2007 de la trigésimo segunda edición de la Copa América de Vela, y la Fórmula 1 por las calles de la ciudad, sin verse salpicada por el agujero negro que propició el derrumbe de la televisión autonómica, el déficit de dotaciones educativas, la precarización de servicios públicos como la sanidad, la falta de calefacción de centros escolares valencianos…, mientras su prestigio arrasaba en las sucesivas elecciones, convirtiéndose en la principal valedora de presidentes del partido y del gobierno.
Rita no se privó de nada, pese al daño patrimonial de los suntuosos festejos mencionados -amén del que comportó la visita del pontífice romano, hoy dimisionario-, sus sobrecostes y excesos financieros; incluida la muerte en el trayecto Valencia-Torrent, de 43 personas y sus burlas despiadadas y la negativa, durante diez años, a escuchar y recibir a las familias de las víctimas.
Sus viajes de Estado a todo tren (véase RitaLeaks), alojamientos, agasajos, alquileres y demás, eran pagados por los contribuyentes valencianos, como si de una caprichosa estrella del show business se tratara. No existe memoria de que rechazara “regalos” que se prestaban a turbias interpretaciones. Todo lo que llegaba a su puerta, por ser vos quien sois, era bien recibido y no se recató en hacérselo saber, a través de los medios de comunicación, a quien quiso escucharla. Cualquier presente era considerado por la ex alcaldesa como normal, por más que chirriasen a la opinión pública los remitentes y el contexto de las dádivas.
Nadie la conoció congoja, depresión ni piedad por la destrucción de viviendas del Cabanyal, ni el consiguiente desalojo forzado de sus habitantes de cualquier edad y condición, bonitamente puestos en la calle por decisión de la alcaldesa Barberá.
Nombres como Casado, Maroto, Maíllo, compañeros de partido de Barberá afirman que la senadora envía mensajes de texto muy desagradables: “Te has pasado mucho" o "eso se paga", que cada cual puede interpretar como amenazas más o menos veladas, y que pudieran dar lugar a acciones encaminadas a silenciar al miembro de la banda que puede poner en riesgo la omertá, imprescindible para la seguridad del clan, según refleja en su cinematografía Martin Scorsese. Abona la verosimilitud de esta versión de cine negro ibérico, el no menos acreditado que llamativo episodio de un pistolero disfrazado de cura que irrumpió en la casa de Luis Bárcenas, alias el Cabrón, para secuestrar a la familia de éste y presumiblemente enviar un mensaje al miembro de la banda que está en prisión, para recordarle los accidentes que se pueden producir cuando el miembro de la banda descuida la discreción en las declaraciones, y que una lengua impertinente puede precipitar.
Y la presunción de inocencia que de modo intermitente se dispara en los frentes mediáticos, ahora sí, ahora no, se pretende emplear como mordaza para los particulares cuando las pruebas reunidas por la investigación judicial dejan clara la verdad anterior a la sentencia, que los ciudadanos concluyen por anticipar.
La presunción de inocencia es obligada para los tribunales que deben juzgar sin apriorismos, con imparcialidad, sin prejuicios, a los ciudadanos presentados ante ellos en demanda de justicia.
La señora Barberá, desde aquí mis sinceras condolencias para su entorno familiar, era fuerte e implacable en la victoria. Durante más de veinticuatro años mostró su desprecio despiadado por los rivales políticos derrotados, por la parte de la ciudadanía contraria a su acción política sometida en las urnas durante décadas. Quién iba a suponer la debilidad que ha llevado a su corazón a pararse cuando sintió el frío que el vacío al que la sometieron sus propios compañeros de tantos años, abandonada, acosada por quienes la elogiaron y la protegieron cuando no necesitaba elogios ni protección.
Un anónimo forense escribirá la versión oficial: sobrepeso y colesterol como factores desencadenantes archiconocidos de riesgo cardiaco. La verdad nunca quedará suficientemente acreditada.
Las aguas turbulentas siempre han amparado a los chicos para no tener que responder a las dudas más que razonables sobre cómo se ganan la vida. El torbellino de improperios y los cientos de dedos acusando en todas direcciones, menos en una, harán el resto. ___________
Fernando Pérez Martínez es socio de infoLibre
Vivió muchos años trabajando en la cosa que de un tiempo a esta parte llaman política y no lo es, pero que se resume en el mismo consenso de siempre desde los tiempos de Alí Babá hasta la consumación de los tiempos: tanto para el sostenimiento de la banda, tanto para los jefes y tanto para quien hace el trabajo.