La Semana Santa se ha alargado quince días

Felipe Domingo Casas

La iglesia católica romana  ha encontrado un  motivo impensable y, a la vez, suertudo,  para  que la semana santa se haya alargado a quince días: la muerte de Francisco. La ciudad de Roma ha incrementado en esta semana la avalancha de fieles y turistas, que no encuentran  vuelos y alojamientos a precios normales o, en cualquier caso, a precios altísimos. Sobre todos ellos, destacan los cardenales que con su vestido rojo escarlata y el birrete a juego son los protagonistas indiscutibles. Sin días entre medias, con el fallecimiento de Francisco, apenas pasada la Pascua, asistimos sin estar a otra semana religiosa imprevista. El Espíritu Santo, que tiene el  menor protagonismo eclesial de las tres personas trinitarias, en estas circunstancias del fallecimiento del pontífice, se crece y adquiere una vitola principal

¡Qué ateos son algunos!. No sé cómo se atreven a confesar su ateísmo, después de los elogios mundiales que ha recibido Francisco. Comenzando por los líderes políticos de la mayoría de los países, incluidos Putin  y Trump ( Netanyahu ha callado), los cuales,  manteniendo unas bárbaras guerras, que asolan a dos pueblos, se permiten mensajes de elogios hacia la persona de Francisco que ellos detestan, como la paz.

Sin días entre medias, con el fallecimiento de Francisco, apenas pasada la Pascua, asistimos sin estar a otra semana religiosa imprevista

Por escoger a uno, lo hago con Javier Cercas, que, confesándose ateo, va a ser un bienafortunado porque su última novela (El loco de Dios en el fin del mundo) pone a la fe cristiana y, por tanto,  el más allá,  en primer plano. Por dos  motivos. Primero, por ser una novela sin ficción sobre el papado de Francisco I, según leo, “mezcla de crónica, ensayo y autobiografía” y segundo, porque estampa en el título a Dios. Aunque, en su entrevista en El País, se declare, repito, ateo, la impresión de Dios en el título hará creyentes a los lectores que no lo fueren y reafirmará en la fe, al que ya lo sea. Cercas hace más creyentes y fortalece más su fe con la palabra “Dios” en el título que todos los clérigos en las misas del domingo. Eso, al margen del marketing gratis que le supone la coincidencia. Cercas ha tenido  acceso libre al Vaticano y se ha relacionado con Francisco para escribir la novela y, aunque no ha tocado la doctrina, dice –más bien, diría yo , el dogma (la Inmaculada o la resurrección)–, los elogios son continuos. Refiere la oposición de Francisco al constantinismo, es decir, la identificación de la Iglesia con el poder político. Y en este punto, me vienen a la memoria los elocuentes elogios del ministro, Félix Bolaños, a Francisco, aunque haya sido el muñidor del acuerdo con el Vaticano sobre la resignificación de Cuelgamuros. Más identificación constantiniana de un Gobierno laico con la Iglesia es imposible de encontrar. Seguramente porque Félix Bolaños y Cercas son más creyentes que lo era Francisco. 

Siempre que se habla de Cuelgamuros se emplea la palabra resignificación, vocablo todavía no incorporado al diccionario por la RAE, pero cuyo significado es claro: dar un nuevo sentido a algo, reinterpretar algo que existe ya. Todos los memoriales del mundo, y son muchos, (acaso el más significativo el de Berlín) tienen tres diferencias sustanciales al acordado con Cuelgamuros. Primero, todos se construyeron “ex novo“, es decir, no existían antes y ni las bases ni los arquitectos, historiadores y paisajistas internacionales podían incluir la resignificación. En Cuelgamuros trabajarán sobre un mausoleo construido hace 70 años y sobre las bases de un acuerdo innecesario  entre el Gobierno y el Vaticano, porque los terrenos y el Monumento son de Patrimonio Nacional. Conclusión: no hay libertad de ideas en su construcción. Segundo, la permanencia de la orden benedictina por los siglos de los siglos es otra señal de identificación de la Iglesia con el poder político, constantinismo puro, porque fueron traídos por el dictador y ellos mantendrán el culto. No se desacraliza la basílica. Tercero, Cuelgamuros, en la terminología franquista, Valle de los Caídos,  fue construido por el dictador para honra y gloria suya y de los Caídos de su bando. No hay reconciliación. La no demolición de la cruz es el signo más inaudito de esta resignificación y de la identificación nacional católica que quiso el dictador, Franco. El símbolo del sufrimiento y del dolor. Los cristos crucificados que se han paseado por calles y plazas de nuestras ciudades en Semana Santa, como si la vida por sí misma no tuviera dolor y sufrimiento. 

Más crítica con Francisco se muestra Leila Guerriero en su artículo de Opinión, en El País también, que comienza: “Recortar, pulir lo incómodo para que la leyenda se mantenga en pie, lista para pasar a la historia como una apasionada hagiografía del intachable. Hay que suponer que esa operación se repetirá en miles de recordatorios que exalten el carácter transformador del papa Francisco”.

Los cardenales, después de las pompas fúnebres, entrarán al cónclave cantando “Veni Creator Spiritus”, en ese papel de protagonista que adquiere la tercera persona de la trinidad, (mayor dogma de incongruencia filosófica no cabe) en este momento crucial  de la Iglesia romana. A todos nos harán creer que es el Espiritu Santo el que ha iluminado sus mentes para elegir al papa idóneo, ideal y oportuno para dirigir la iglesia, cuando conocemos que la iglesia romana está dividida y que existen facciones dentro de ella. Que existen maniobras entre los electores, luchas de poder,  por  el rumbo que ha de tomar. Y en esas maniobras operarán  influencias exteriores que los cardenales llevarán grabadas a fuego en sus mentes. El desorden mundial que padecemos no será ajeno a sus pensamientos. El nombre del nuevo papa, para expresar mi opinión, será italiano. Ni negro ni asiático, ni norteamericano. La mayoría de cardenales italianos (50) se impondrá, después de Bergoglio, Ratzinger y Wojtyla. Los pobres, los vulnerables, los emigrantes, los desgraciados, tendrán que esperar a que las puertas de la Iglesia se abran todavía más. Y especialmente las mujeres y los curas. Las primeras, porque la esperanza de su entrada al diaconado y al presbiteriado, que muchas reclaman y anhelan, no llega, todavía queda  muy lejana. Y a  los curas, porque no se le ofrece  el celibato opcional. Y para ambos sexos, el matrimonio igualitario. El matrimonio que ellos contraigan o el que ellos y ellas presidan. Bien ha estado que Francisco haya clamado urbi et orbi por los derechos humanos, pero hay un refrán latino impepinable: “médicus cura te ipsum”. Primero, reforma dentro y abre las puertas de par en par, y luego, tus palabras, tus sermones tendrán más fuerza y credibilidad fuera. El patriarcado y el machismo reinan en la iglesia católica, apostólica y romana.

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Felipe Domingo Casas es socio de infoLibre.

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