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Del teletrabajo a la teledemocracia

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Marcel Camacho

Si hay algo que ha quedado caracterizado en este periodo es que el ciudadano es el gran ausente de la democracia. Su presencia ha quedado reducida al voto cada cuatro años o cuando se tercie a un presidente. Aquella democracia llena de contenidos y de articulación social ha desaparecido. Estamos en presencia de la teledemocracia.

Esta ausencia de los protagonistas de la democracia se ha agudizado como consecuencia de la pandemia en este año y medio. Han desaparecido las manifestaciones, las reuniones, la actividad articulada asociativa se ha refugiado tras las mascarillas. Esta pandemia como una especie de sueño premonitorio nos ha anticipado el futuro.

De este modo, ahora más que nunca estamos en presencia de la teledemocracia, que es donde la derecha puede desarrollar sus medios habituales. Porque la derecha tradicional rara vez bajaba a la arena de los barrios. Para eso estaban la Iglesia o los grupúsculos de ultraderecha. Hoy la derecha (PP) junto a la ultraderecha (Vox) puede presumir de que con la teledemocracia gana las elecciones en los barrios obreros.

La democracia no es hoy un instrumento de defensa de los intereses de la clase trabajadora tradicional. Se ha trasformado para seguir cumpliendo su objetivo de reproducir el poder económico capitalista. La política de cañas y bares, antes decíamos fútbol y toros, es hoy la base del voto de una parte muy importante de la clase trabajadora. Mientras la gran banca mantiene sus negocios sobre la base del despido y el crecimiento del beneficio, la función de protección social del Estado disminuye por la reducción de impuestos y privatización de sanidad y enseñanza, con el objetivo de las pensiones en lo inmediato.

Si a esta “teledemocracia” sumamos el “teletrabajo”, podremos ver la foto más clara que quiere imponer en el futuro inmediato el “ultraliberalismo” que sucederá al neoliberalismo.

Los instrumentos que el ultracapital necesita para el nuevo periodo que impone el salto tecnológico son estos dos: teletrabajo y teledemocracia.

Los seres humanos necesarios para mantener la producción se reducen drásticamente a cada década que pasa. Al tiempo, cada vez más seres humanos pasan a depender de trabajos eventuales y largos periodos de su vida dependen de las ayudas públicas o caritativas. En dos décadas, el problema será cómo mantener sociedades (países) en las que dos tercios de su población no puedan vivir con normalidad.

El desarrollo de la tecnología lleva a confrontar con este problema. O se reparte el trabajo o se subsidia al desocupado. Pero, ¿con qué dinero se paga ese Estado mínimo que permita que la caldera no estalle?

Esta clave, que ya se visualiza fácilmente, nos la ha presentado de forma más evidente la pandemia. Todos los estados (países) se han visto obligados a vacunar a todos los seres humanos (ya veremos si todos). Podría haber sido que cada cual se comprara su vacuna. Pero eso el virus, es decir la vida, no lo permite. Porque su expansión estaba garantizada. Ya veremos cuando la vacuna esté extendida en los países desarrollados si no arrastramos a media humanidad en permanente pandemia. Pero el capital no puede ganar la partida también al universo, a la esencia de la materia, organizada en forma de virus infinito y eterno.

Entretanto, podemos contraponer a esta tesis-hipótesis su antítesis, y como si de un experimento de laboratorio se tratase, añadirles las elecciones, incluidas las madrileñas, el gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos, a Más Madrid pretendiendo Más País. El contrario a ese mundo deshumanizado del ultraliberalismo necesita formular su alternativa, el mundo al que aspira, y al tiempo desenmascarar el mundo de la desigualdad, el de los paraísos conviviendo con los infiernos, en el mismo barrio, la misma comunidad, el mismo país. Ahora eso ya no pasará lejos, en África, sino aquí, en las colas de las comidas, que no son fruto de la pandemia sino del utraliberalismo.

No es un problema solo de un fascismo de Vox que trae la violencia, el terrorismo o el golpismo. El objetivo de estas nuevas formaciones políticas, que defienden las necesidades del capital de hoy, es un mundo sumiso que digiera esa desigualdad en cada esquina. Mucho trabajo para el gobierno de coalición del PSOE y Unidas Podemos.

Marcel Camacho es socio de infoLibre

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