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Unamuno customizado

Ángel Lozano Heras

Hace unos días asistí a un coloquio sobre “Unamuno y la Guerra Civil” en el Centro de la Memoria Histórica de la capital charra. La conferenciantes (nominémosles X, Y, Z) estaban invitados por la Asociación de Amigos de Unamuno para hablar fundamentalmente de Unamuno y la Guerra Civil del 36.

Pues bien, mientras el primer ponente X estuvo atinado en exponer la materia, dos de los otros Y, Z, mezclaron churras con merinas. Cuál fue mi sorpresa cuando el disertador Y, que tenía que hablar sobre “la muerte de Unamuno” (disponía inicialmente de 15 minutos para introducir el tema), de golpe, suelta que ya está bien de charlotear sobre Unamuno… Que dejemos de ensalzar tanto la figura del escritor vasco… Que nuestra universidad y la ciudad deberían mejor pensar en programar otros temas culturales e históricos. Y se dedicó 11 minutos a disertar sobre cuáles deben ser los objetos de investigación y publicación, imprescindibles en nuestra comunidad castellanoleonesa: los comuneros (¿señores feudales?) o sobre Hernán Cortés, el severo conquistador que arrasó la ciudad azteca de Tenochtitlán.

Yo aluciné, incrédulo, pero él se quedó tan pancho. Solo le faltó decir que también podríamos escribir y discursear sobre Viriato, por su relación cercana (La Lusitania, Zamora-Salamanca y el puente romano) y de paso abordar las fechorías del Cid Campeador por las tierras zamoranas y charras tras Urraca y Bellido Dolfos.

Y es que parece que el eximio historiador Y haya consultado a Toni Cantó, jefe del chiringuito Oficina del Español del PP madrileño, para indagar cuáles son los bienes culturales hispanos y castellanoleoneses que hay que defender o no.

Durante los escasos minutos dedicados al asunto concreto del coloquio, a Y, su inquina unamuniana le salía a borbotones por los poros, siendo muy poco objetivo en sus disertaciones. Aunque tuviera sus razones personales, su relato estaba lastrado por continuos vituperios contra todo lo unamuniano.

Tampoco el último de los charlistas, Z, estuvo muy acertado. Tenía que hablar sobre el falangista-requeté B. Aragón en los sucesos de la tarde de la muerte de Unamuno. Pues de los 15 minutos de rigor para exponer sus ideas, se tiró casi 8 hablando de Ramón Mercader (el asesino de Trotsky) en comparación con Bartolomé Aragón. El resto del tiempo lo dedicó a charlotear sobre la vida y obra del requeté B. Aragón y la de un excatedrático de la USAL –afín al régimen franquista– que no tenía que ver nada con la muerte de Unamuno en esa fría Nochevieja del 36.

En realidad, poco aportaron a los ya leídos asistentes –y estupefactos– de la Asociación Amigos de Unamuno, sobre las novedades que todos ya conocíamos de sobra. Y el resto del tiempo lo dedicaron (como si ese fuese el tema del coloquio) a criticar duramente (a veces con razón y otras con evidente antipatía) sobre los últimos libros, películas y documentales en torno a Unamuno. En concreto el documental Palabras para un fin del mundo, de M. Menchón y su libro La doble muerte de Unamuno, con G. Jambrina de coautor.

Aparte de esto, poco pudimos saber de lo que pensaban Y, Z, de Unamuno en la Guerra Civil.

Pero un historiador e investigador, que además escribe, debe ser muy crítico y no puede ser un fanático ni un individualista contra el tema que diserta y escribe. Existe hoy gran confusión porque ahora mucha gente cree que es “experto”. Y las tertulias se han llenado de políticos y feriantes de la publicidad.

Los reproches que Y, Z, volcaron sobre Jambrina y Menchón me parecieron excesivos. Aunque ya hemos comentado hace meses, que ese documental y ese librito están salpicados de muchos errores de bulto y teorías de ficción literaria, fantasiosas, y apenas contrastadas. Pero hay que elogiar, al menos, que Jambrina y Menchón han movido el cesto unamuniano. A ver si así, de una vez, se rompe la tradición de la falangería inmunda en el relato del entierro y muerte de Unamunofalangería inmunda. Y de paso, en otros temas de la vida de don miguel, marcados por el enfoque falso de la tercera España y el falangismo buenista, joseantoniano, o del puritanismo de Dionisio Ridruejo y los suyos, que no triunfaron después de los primeros años del Movimiento nacional franquista tras el decreto de Unificación. ¡Nadie ha cambiado ese relato falangista aún!

Y, Z, fueron muy duros con el documental de Menchón sobre Unamuno y del librillo con G. Jambrina de coautor, disparatan y ellos mismos incurren en errores garrafales con sus versiones, basadas en relatos orales que construyen una verdad cómoda y fácil de digerir. En un contexto tan politizado, es lógico que se escriban relatos que refuerzan la convicción de la falsedad del otro y de la virtud del propio. Y es que las emociones cambian la forma en que vemos el mundo y cómo interpretamos las acciones de los demás. Y eso Y, Z, lo acusan en demasía.

La psicología de la percepción abunda en que los recuerdos son erróneos y poco precisos la mayor parte de las veces. Cada individuo construye su percepción y sus recuerdos; los adorna y los completa… Sucede lo mismo con lo que llamamos memoria colectiva e histórica.

Hace pocos días, Francisco Blanco Prieto, presidente de la Asociación Amigos de Unamuno y autor exitoso y prolífico de muchos textos sobre Unamuno, dijo en la presentación de su último libro Unamuno. Mitos y leyendas: “Hay que dejar en paz a Unamuno ya”. Veo, estimado Paco, que va a ser imposible. Bien por estas cosas de los antiunamunianos como las de Y, Z, o bien por “los explotadores económicos de su memoria, a quienes mienten, alteran y deforman la vida del personaje a cambio de tres euros y un puñado de fama barata y populachera con sus falsas revisiones”.

O porque esa es la herencia que recibimos de Unamuno. Acordémonos: “Me destierro a la memoria. Voy a vivir del recuerdo. Buscadme si os pierdo en el yerno de la historia…Y os llevo conmigo, hermanos. Para poblar mi desierto. Cuando me creáis más muerto, retemblaré en vuestras manos. Aquí os dejo mi alma ­–libro–hombre–, mundo verdadero. Cuando vibres todo entero, soy yo, lector, que en tu vibro”.

Unamuno se siente vivo cuando se habla, se escribe, o cuando se hacen películas y documentales sobre él. Vive –perdura– en la memoria de todos nosotros. Y eso será así aunque algunos quieren customizar el relato unamuniano a su capricho.

¡Y claro que hay que dejar en paz a Unamuno! Sobre todo aquellos que dicen estar ya hartos de él, de sus “agonías”, de sus egos, de su riqueza cultural.

Pero para un salmantino es de hidalguía hablar de él, aunque a esos otros plumíferos resentidos –desde sus lúgubres torres de marfil– les parezca provincianismo. Aquí tenemos que resucitar a los nuestros, a fray Luis de León, a Unamuno, etc. Estos son, como las piedras de “Villamayor” de nuestros monumentos, la materia prima para sobrevivir. Como lo han sido para el País Vasco el hierro o el carbón para Asturias y la industria textil para Cataluña. Sí, habrá que modernizarse y buscar otras formas de productividad y riqueza más acordes con los tiempos actuales, pero olvidar a nuestros “insignes”, no.

Muchas de las interpretaciones historiográficas sobre Unamuno pecan de escasos criterios objetivos. Abundan, más bien, los recelos heredados –y algo de menosprecio– contra el sector unamuniano, o unamunólogos, afines a él… Y lo que realmente muestran es que se le ve el plumero antiunamuniano por todos los costados. Pero este relato interminable sobre Unamuno (biografía y escritos) es beneficioso, muy beneficioso, para la USAL, para la Casa Museo, para la cultura española y el turismo. También, el tema Unamuno aporta aún pingües réditos económicos para la ciudad de Salamanca y Castilla y León.

Y recuerdo a Y, Z, que Unamuno fue republicano hasta el final, eso sí, no fue ni izquierdista ni rojo. No customicéis a Unamuno a vuestra bola.

Gracias, Luis, por tu profunda auscultación y diagnóstico: padecemos una aguda unamunitis. ¡No tenemos remedio!

Pero os pasasteis varios pueblos el otro día en el CDMH. ¡Bueno, en realidad, eso lo hacéis siempre que sacáis el tema Unamuno!

Ángel Lozano Heras es socio de infoLibre

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