María José Landaburu, doctora en derecho y secretaria general de UATAE, Unión de Asociaciones de Trabajadores Autónomos y Emprendedores, colabora también en diversos medios de comunicación. En una semana en que se ha producido una subida del salario mínimo y un conflicto entre miembros del Gobierno sobre su tributación en el IRPF, su opinión es especialmente relevante. La experta en derecho laboral se muestra partidaria de no obligar a cotizar al salario mínimo hasta que alcance el 60% del salario medio. Landaburu augura además mejoras en el ámbito del trabajo gracias a nuevos avances. En su opinión, muchas personas podrán acceder a una relación con el empleo más estimulante. Pero alerta de que habrá resistencia contra estas mejoras y anima a luchar por ellas.
“La subida del salario mínimo es fundamental. Esta y las que se han ido produciendo y que han supuesto un 61% de subida con respecto a lo que había en el Gobierno de Rajoy. Se trata de analizar cuál es la cantidad que una persona que trabaja necesita para llevar una vida digna. La Carta Social Europea y los organismos internacionales que ordenan el trabajo y que reflexionan al respecto hace décadas dicen que tiene que ser el 60% el salario medio. En España todavía no estamos ahí. Por tanto, hay que celebrar las subidas reiteradas del salario mínimo, pero todavía estamos lejos y hay que seguir subiendo hasta alcanzar los objetivos mínimos. Y si se puede tener más, pues más. No solo afecta directamente al bolsillo de las personas que lo perciben, que son aproximadamente dos millones y medio de trabajadores, que son las personas que quedan fuera de los convenios, sino que tiene efectos claros en el consumo, en la reducción de la pobreza, que estamos en mínimos históricos. Reduce la desigualdad, la brecha salarial, impulsa todos los salarios y va recolocando el desnivel que existe entre el capital y el trabajo”.
“España tiene un déficit de productividad, pero si lo comparamos con los países de nuestro entorno que tienen mayor productividad, vemos que no tiene que ver con las horas en las que uno está en el trabajo. La presencialidad es un concepto absolutamente caduco. La gente cuanto más feliz es, más tranquila, mejor pagada y más a gusto está en su trabajo, es más productiva. La productividad va directamente relacionada con la inversión que hacen las empresas en el ejercicio de su actividad económica. Y las empresas españolas tienen también un déficit con respecto a las de nuestro entorno. No todo se puede cargar sobre la fuerza del trabajo. También está la tecnología, los espacios de reflexión, pagar bien a la gente y establecer entornos que favorezcan el pensamiento, el desarrollo, la cohesión, los equipos. Invertir en todos los entornos de la producción y también, por supuesto, en el trabajo”.
“Todos hemos visto una exposición pública de una discrepancia o de un desacuerdo que puede tener sentido en un gobierno de coalición, pero no con este tema en concreto. Este es un tema que debería cohesionar a toda la izquierda, a todas las personas de progreso con sensibilidad social. El salario mínimo se ha subido mucho, eso está bien. Enhorabuena al Gobierno. Pero tiene que seguir subiendo hasta ese espacio que los consensos internacionales determinan que es el mínimo digno para un trabajador. Si no estemos en este escenario de dignidad, no se puede obligar a las personas a tributar. Especialmente cuando hace escasos días has eximido a grandes fortunas o a los propietarios de pisos de un aumento fiscal. No tiene ningún sentido cuando hablamos de salarios mínimos que no alcanzan lo establecido por la Carta Social Europea ni por los parámetros internacionales. El problema no es impuestos sí o impuestos no, sino para quienes. Si se quiere modificar el escenario fiscal, hagamos una reflexión profunda, no cargar sobre el salario mínimo. Me parece un error de bulto debatir sobre algo que tiene un consenso claro en la sociedad”.
“Se da una cierta idea de que esta gente no paga nada. ¿Cómo que no paga nada? El sistema tributario en nuestro país es muy amplio y todos pagamos el IVA por el consumo. Un litro de leche lleva IVA para la madre soltera con un hijo y para Ana Patricia Botín. Las dos pagan lo mismo. Se paga mucho más por parte de los perceptores del salario mínimo en función de sus rentas que por parte de las personas que tienen un salario más alto o capitales. Y hay muchos otros impuestos. Están contribuyendo, por supuesto, con su consumo, al tener una casa o alquilarla, o en saca la basura, etcétera. No es gente a quienes les paguemos y que estén al margen del sistema fiscal. Aun así, siguen perdiendo en esa balanza fiscal hecha precisamente para favorecer a los que más tienen. Es lamentablemente así y no es populista decirlo. Es la realidad”.
“Es una broma pesada la postura del Partido Popular, que no ha querido nunca subir el salario mínimo, que se ha expresado recientemente en su contra diciendo que si la CEOE no lo ve, que si iba a destruir empleos, que si iba a acabar con nuestra economía y nos iba a traer las siete plagas de Egipto, si bastante tienen los trabajadores con tener trabajo. El resultado ha sido justamente el contrario, con lo cual podríamos utilizar las predicciones de Feijóo a la inversa. Cada cosa que él prediga como una catástrofe, igual hay que ponerla en marcha. Desgraciadamente, esta semicrisis interna en el Gobierno les ha puesto en bandeja un escenario para apuntarse y decir que suba y que no tribute el SMI. Tampoco es nuevo, porque, según ellos, no debería tributar nadie. Las cuentas públicas salen de la nada o no salen directamente. Mucho mejor aún. Y todos acudimos a los servicios privados, que en muchas ocasiones tienen que ver con sus amigos, que son los dueños. Véase Madrid”.
“El Partido Popular siempre se ha decantado del lado de las posiciones empresariales más casposas y en contra de cualquier avance social. Hay que recordar que una de las primeras medidas que adoptó este Gobierno, no inmediata, porque era digna de reflexión, fue la contrarreforma laboral. Deshacer aquellas disposiciones que había establecido el PP, donde se podía despedir a una persona simplemente porque estuviera enferma, como ejemplo básico. Siempre ha tenido esa postura de cercanía con las más rancias posiciones empresariales y de dar la espalda al conjunto de los trabajadores. Y así lo hará si vuelve a gobernar. No tengamos la menor duda de que ningún avance, y esto lo deberíamos saber como sociedad, es irreversible. Pueden llegar con una mayoría suficiente, cambiar elementos fundamentales, incluso aunque vayan contra la Constitución, porque la derecha esgrime la Carta Magna cada dos por tres, pero no parece habérsela leído en toda la parte de la Constitución Social, que es muy clara y que establece derechos para los trabajadores. Aunque ahora se apunte al carro de la subida de las pensiones o del salario mínimo, no tengamos ninguna duda de que esta no es su posición. Ni la suya ni la de sus aliados en Europa o Estados Unidos, como se encarga de recordarnos la señora Ayuso, que está muy cerca de Trump”.
“Es obvio que el gobierno está haciendo cosas bien. Si el buen crecimiento económico fuera cíclico, estructural, internacional, nuestros vecinos estarían creciendo en la misma proporción. Y no solo no lo hacen, sino que algunos tienen crisis serias y están pasando muy malos tiempos. Es obvio que algo está pasando aquí y lo que está pasando aquí, a pesar de todas las teorías neoliberales que decían lo contrario, tiene que ver con la protección de las personas jubiladas, con la protección de las personas jóvenes, con la subida del salario mínimo, con la reducción de la jornada. Todo esto genera una política social que es equiparable a la productividad en términos empresariales. Cuando la mayoría social está mejor, tiene más capacidad de consumo, más capacidad de movimiento, de viajar, y todo eso es lo que genera una riqueza que luego debe ser repartida. España va muy bien, estamos de acuerdo, país líder y tal. Pero en mi opinión deberíamos tender más, aunque ya se hace, pero más, a la protección social de las personas que lo necesiten”.
“La vivienda en este país sigue siendo un elemento de especulación. Ha aumentado la compra de viviendas. Qué bien. Y luego te pones a verlo y quien ha comprado es para segundas viviendas y en estratos sociales con capacidad de consumo. Eso no resuelve la situación. En mi opinión, lo he dicho muchas veces y lo voy a repetir, hay que intervenir en el mercado de la vivienda. Lo único que hace es, como todos los mercados, favorecer a los que tienen y no a los que no tienen. Y, sin embargo, la vivienda no es un instrumento de compra y venta, es un derecho para los ciudadanos y las ciudadanas de este país. Y es así como hay que afrontarlo. Hay que intervenir en los precios, hay que tener vivienda pública en alquiler y en propiedad, hay que promoverla y hay que ponerla en el mercado. A toda esa gente que tiene pisos y casas cerrados o los tiene especulando con ellos hay que ponerle freno. A Airbnb también”.
“Alemania, Francia y los países más al norte han llegado más lejos en el acortamiento de la jornada de trabajo. Y la reducción de la jornada va relacionada con la productividad, pero justo al contrario de lo que nos venden. Precisamente esos países, que tienen una jornada laboral sensiblemente más corta que la nuestra, son los que tienen mayor productividad. Tienen dos elementos clave. Allí las empresas invierten en el desarrollo de su actividad económica y no lo basan todo en que echen más horas los trabajadores, sino en que tengan los mejores instrumentos. Y luego que una persona más cómoda y con más capacidad de ocio, más tranquila en su trabajo y mejor pagada, es más productiva. Y esto es ciencia psicológica que conecta con la económica. Por lo tanto, bienvenida sea la reducción de la jornada. Vamos a ver cómo esta reducción va en beneficio de la economía en general y de la estabilidad de las personas trabajadoras, en particular”.
“Creo que partimos de una cultura empresarial en este país bastante errónea y desfasada. Tiene que ver con considerar a los trabajadores un elemento de materia más. El concepto es: yo empresario, empresaria, pongo el capital y entonces soy el absoluto protagonista, dueño y señor y último dios de la empresa. Y los trabajadores me deben que yo les dé trabajo. Yo lo veo justo al contrario. El capital por sí mismo no hace nada. El trabajo en todos sus escenarios, desde los puestos más más simples, en términos intelectuales hasta los más complejos, son imprescindibles. Y sin el trabajo, el capital no sirve de absolutamente nada. Bajo esa consideración siempre han pensado que, como me lo deben todo, vamos a pagar lo mínimo y que estén las mayores horas posibles. Y, por supuesto, que no se les ocurra sindicarse. Además, en este país vemos mucho que gente que se dedica a comprar y vender, a intentar dar el pelotazo, a especular, se considera empresario. Lo vemos en los juicios de Medina y Luceño o en el de Rubiales. Ser empresario es otra cosa, en mi humilde opinión. Sin el trabajo no funcionan las empresas y no funciona el país”.
“Se habla de fútbol femenino. Hay fútbol, mujeres futbolistas y hombres futbolistas. El machismo en el ámbito laboral es muy importante. Cobramos bastante menos que los hombres, no llegamos a puestos de responsabilidad, etcétera. Y las circunstancias de acoso sexual o laboral en el trabajo y otros ámbitos son el elefante en la habitación. Todos lo sabemos, todas lo hemos sufrido, pero tienes que medir mucho si denunciar o no. La cuestión de Jenni Hermoso la vio este país y millones de personas en todo el mundo. Si no, si esto hubiera pasado en el despacho del señor Rubiales, nunca se hubiera denunciado. No la hubieran creído, la hubieran desacreditado. La izquierda durante siglos ha peleado por la lucha de clases, pero no por la igualdad entre ciudadanos libres, iguales, hombres y mujeres. Esta es la absoluta realidad. Solamente la lucha feminista de las mujeres, acompañadas afortunadamente cada vez más por hombres, pero de las mujeres, ha producido transformaciones sociales que encuentran oposición constante de la judicatura, de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, de empresas, gobiernos o grupos políticos”.
“La CEOE tiene una posición más política que empresarial. Si estás interlocutando en una mesa sobre algo que afecta a las empresas a las que representas, no te puedes levantar. No solo por respeto al ministerio, a los interlocutores sociales, los sindicatos, sino simplemente y también a tu propia responsabilidad. ¿Cómo vas a hacer dejación de funciones? Las empresas más pequeñas se oponen tanto a la subida del salario mínimo como a la reducción de la jornada laboral que les afecta. Pues quédate, negocia. Intenta desarrollar estrategias para beneficiar a las empresas a las que representas teóricamente. Cuando no lo haces, obviamente tienes otro interés, desgastar al Gobierno. Si no, no tiene ningún sentido. ¿De verdad pensamos que lo grave para una persona que tenga una explotación agrícola es que sus trabajadores estén una hora y media semanal menos o les pagues cincuenta euros más? ¿No lo será que les paguen una miseria por sus productos y se hagan ricos grandes plataformas y especuladores? Digo yo”.
“Las soluciones son infinitas. Se trata de que el empresariado adapte sus necesidades a las de las personas que trabajan. Eso es la ola del progreso. E irá a más. Las jornadas laborales van a ser menores porque la intervención de otros factores tecnológicos y de muchos tipos nos van a llevar por ese camino. Así que más vale que se vayan haciendo a la idea de que esto tiene que ser así. Cuando se haya implementado durante un tiempo, un año y medio o dos años, veremos que no se ha caído el mundo. A lo mejor ha aumentado la productividad, a lo mejor las cifras económicas siguen siendo buenas, siguen yendo hacia arriba y entonces ya no sale nadie a decir nada. Es la reacción frente al progreso. No tiene más sentido político que intentar decir que este Gobierno no piensa en ellos. Pero creo que la gente no es tonta y ve que estas medidas se pueden y deben hacer”.