'Mussolini, hijo del siglo', una apabullante crónica de la muerte de una democracia

Fotograma de 'Mussolini, hijo del siglo'.

Una completa barbaridad. Un monumento a la degeneración, al odio, a la destrucción. Esta biografía del ascenso de Mussolini al poder en ocho episodios de una hora no se ve, se experimenta completamente, con momentos casi de trance.

El director británico Joe Wright pone en escena el periodo que va desde el 1919 al 1925. Desde que Mussolini crea el fascismo hasta que lo impone convirtiendo su gobierno en una dictadura.

Alarma, la democracia peligra

De esta manera el relato adquiere una fuerza brutal como señal de peligro, como advertencia de un problema actual, el deslizamiento de algunas democracias hacia su transformación en autocracias.

La serie está basada en el primer volumen de una trilogía aún incompleta sobre el Duce. Esta entrega original del escritor Antonio Scurati abarcaba justo este periodo. Se trata de una biografía novelada que combina la libertad creativa con fuentes originales.

Basada en un libro que impactó en Italia

Su publicación en 2018 supuso un éxito en Italia con 120.000 ejemplares vendidos de un ejemplar de 800 páginas. Antes de la versión que puede verse en SkyShowtime y en Movistar+, fue convertida en una obra de teatro que a su vez fue televisada.

El reputado productor italiano Lorenzo Mieli propuso a Wright la adaptación, ya con el actor Luca Marinelli en mente para el absoluto protagonista. En su escritura colaboró el propio escritor con los solventes guionistas Davide Serino y Stefano Bises.

Del director de ‘Expiación’

Por su parte, Wright aporta el bagaje de haber dirigido en cine Orgullo y prejuicio, Expiación, Hannah o la película sobre Churchill La hora más oscura. En televisión tiene ahora otro estreno, como productor y director de dos episodios, La agencia. También dirigió una serie histórica sobre el rey Carlos II y uno de los mejores episodios de Black Mirror, Caída libre.

En esta ocasión su propuesta estética es radical, no apta para todos los públicos. Quizás guste a quienes disfrutaron con Oppenheimer, o con El brutalista, biografías inmersivas, también centradas en el primer tercio del siglo XX, también homenaje a las corrientes artísticas de esos fértiles y trágicos años.

Estilo teatral, literario, expresionista

Mussolini tiene un color mínimo, desaturado. Planos inclinados, picados, contrapicados, ángulos imposibles, montaje frenético, expresionista. Tiene una banda sonora electrónica, histriónica como un cabaret, obra de Tom Rowlans, componente de The chemical brothers, cuya misión era aportar el ambiente de una rave de los noventa.

El estilo es teatral, a menudo con calles que no parecen calles sino decorados en un escenario, movimientos y escenografía artificiales, chocantes. Benito Mussolini habla sin parar, improvisa su ideología, inventa sobre la marcha el fascismo, siempre en acción. Mussolini habla a cámara, contándonos sus justificaciones, sus intimidades, saltando sobre sus contradicciones.

Un protagonista con carisma a su pesar

La interpretación que Luca Marinelli hace de él es un espectáculo de energía desbordante. La que requiere un demagogo que seduce a medio país y a medio mundo a pesar de la violencia rampante de sus milicias fascistas.

Algo doloroso para un antifascista declarado como es él. El actor engordó veinte kilos para esta interpretación. Cubrió sus ojos azules con lentillas oscuras, rapó su pelo para simular la calva de Mussolini y a pesar de todo tuvo que pasar horas cada día en maquillaje antes de empezar a rodar.

Trataba de recordarse a si mismo que parte de la labor de un actor radica en suspender el juicio sobre su personaje. Pero se trataba de un rodaje largo, y no de un personaje cualquiera.

Un rodaje largo y con dificultades

En entrevista en The upcoming, por ejemplo, afirma haber disfrutado mucho con la parte artística del proyecto y haber sufrido con la parte ética, política y emocional. Las filmaciones que quedan de aquella época habían sido autorizadas por el propio Mussolini. Pero tras verlas y leer libros sobre él tuvo la sensación “de haberlo encontrado tras la máscara”. “Por supuesto, era un gigante vacío y espero haberlo contado en cámara” afirma.

Los monólogos explicándose mirando precisamente a cámara se le han hecho duros y espera haber logrado que despierten incomodidad en la audiencia. Pero lo más difícil para Marinelli han sido las diez jornadas de rodaje que se ubicaron en el parlamento. Se utilizaban en esos casos los discursos reales del político y tener que defenderlos, de alguna manera, fue algo impresionante.

Jornadas interminables de trabajo

También ha sido una experiencia de desgaste para el director, Wright. Trabajó durante 127 días seguidos con jornadas eternas. Se puso enfermo y los productores no le dejaron parar. Una experiencia que de momento no piensa repetir.

Esas interminables jornadas dejan una obra monumental, sin momentos planos, agotadora a veces, interesante todo el tiempo, una bella pesadilla. Una propuesta que resuena en el presente, que está hecha para hoy. “Ahora que el populismo de extrema derecha recorre Europa y América, me incumbe y me ha llamado para saber qué significa” dice Wright.

De espectadores a activistas

La serie quiere movilizarnos. No lo esconde. “Mussolini no existió en el vacío. Fue puesto ahí por nosotros. Fue puesto con el consentimiento de la población. Mintió, les manipuló, pero la gente se sometió” dice Wright, que se declara fascinado por ese periodo de la historia. El que siguió a la Primera Guerra Mundial, la primera mecanizada.

No aspira a convertir a un fascista en antifascista, sino a activar el pensamiento crítico de la audiencia. Y a que busquen sus posiciones en las situaciones que se viven a su alrededor.

Frases como puñales

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El guion está lleno de momentos sorprendentes y frases brillantes: “-Es el fin de una era. El mundo ya no funciona como antes. -Y ¿adónde vamos? -Ten paciencia. Las democracias liberales se derrumban, un solo empujoncito y todo se desmorona. Da igual quién lo dé”. O “Se acabó la orgía de la disciplina. Se acabó el entusiasmo por los mitos sociales y democráticos. La vida vuelve al individuo”. O “Soy una bestia. Puedo oler el cambio del tiempo”.

O “No entendéis a la gente como yo. Nos veis como payasos, mentirosos, escandalosos. Puede ser, pero es irrelevante”. O “Creo que ya no existen las categorías, socialistas, católicos, burgueses. Están los que están de mi lado y los que están contra mi. Y estar contra mi, además de ser anacrónico, anti histórico, anti italiano, anticuado, estúpido y minoritario, además, no es bueno. Porque a los que están conmigo no les gustan los que están en mi contra”.

Esta es una obra valiente, como lo fue el libro en el que se basa. Confía en la audiencia. Siempre es posible que alguien caiga seducido por el ímpetu de un bárbaro como Mussolini, pero la serie espera que se entienda el ascenso del monstruo a la vez que se aprende a detectar y neutralizar mejor a los de su especie. 

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