El informe de la Federación de Gremios de Editores (FGEE) es claro: durante el confinamiento, Amazon ha copado casi la mitad de la venta de libros a través de Internet. El estudio hecho público por la asociación analiza el comportamiento de los lectores durante el estado de alarma, y extrae algunas conclusiones esperadas: en el encierro, los lectores han dedicado más horas a los libros, han leído más en formato electrónico —en ausencia de librerías y bibliotecas que les proporcionaran libros en papel— y han comprado más a través de Internet. De cada diez compras, siete fueron en el comercio electrónico, y tres en tiendas físicas, cuando estas volvieron a abrir. De esas ventas online, el 47% se hicieron a través de Amazon, mientras que solo el 6% llegaron a la web de las librerías. Es decir, los temores se cumplieron.
"Obviamente, al cerrar las librerías, se potencia la venta online, y eso pasa en todas las plataformas de compra", explica Álvaro Manso, vocal de CEGAL, la confederación de libreros que reúne a unos 1.400 comercios de toda España. Si en condiciones normales, el 32% de los lectores compra a través de Internet, durante el confinamiento lo ha hecho el 72%, según el informe de los editores. De ese aumento se ha beneficiado, sobre todo, Amazon, según cuenta Manso —el estudio no estudia posibles cambios de uso entre las distintas opciones de compra—, pero algo ha caído también a las cadenas de librerías, como Casa del Libro o la Fnac, y a las librerías tradicionales. De hecho, para muchas ha sido un salvavidas que, si bien no ha igualado la caja habitual —a la que habría que sumar las ventas del Día del Libro y de las ferias—, sí les ha permitido mantenerse a flote y sufragar ciertos gastos.
Algunos prefirieron, sin embargo, no vender online onlinedurante el confinamiento. Es el caso de la librería Cálamo de Zaragoza. En primer lugar, cuenta Paco Goyanes, uno de sus libreros, animaron a la gente a que leyera los títulos que ya tenía en casa —"Ese afán de consumo era absurdo", dice— y, en segundo, consideraron que no debían enviar pedidos en esas circunstancias: "No teníamos ni idea de cuál era nuestra situación sanitaria personal, y tampoco sabíamos de la de los trabajadores que llevan el reparto, que se ha abusado mucho de ellos. Preferimos no poner en riesgo a nadie". Pero sí pusieron en marcha otras iniciativas: hicieron una campaña para que los lectores habituales se animaran a abrir una cuenta en el comercio y propusieron a quienes quisieran apoyarles que hicieran un pedido para recoger en tienda cuanto esta pudiera abrir. Este fue el modelo de no pocas librerías.
Una librería sevillana, durante el primer día de apertura desde que se decretó el estado de alarma por la crisis del coronavirus.
Pero luego está la cuestión de si estos movimientos que han llegado durante unos meses excepcionales provocarán cambios a medio plazo. "¿Que va a haber un aumento de la compra online? Sería lógico. ¿Cuál es el porcentaje? Hay que verlo", apunta Álvaro Manso. En Cálamo están modernizando su web, por lo que pueda pasar, pero observan una enorme demanda de la venta física: "Decir que por los meses de confinamiento se observa un cambio de tendencia... Creemos que no es margen suficiente para que cambie nada. Y de hecho lo que vemos es que la gente quiere venir, vernos, mirar los libros que van llegando... No quieren que se los mandemos a casa". Lo mismo observan en la librería madrileña La Sombra, que se había esforzado mucho en tener su web a punto ya antes del confinamiento: con el regreso a la actividad normal, la venta web cayó sustancialmente.
¿Y Amazon? ¿Se quedará con los clientes que ha captado mientras las librerías estaban cerradas? La amenaza de la multinacional, que ha incrementado sus ventas un 26% durante el primer cuatrimestre del año, inquieta al sector. O a parte del sector. Hace unas semanas, Miguel Barrero, presidente de la FGEE, declaró: "No sé si 2020 es el año de la reconciliación entre los editores y Amazon, pero para los editores representa un canal importante de venta y que crece". Varios editores independientes han manifestado a este periódico su malestar por las palabras de su representante, en las que no se reconocen y que, creen, pueden generar fricciones en la cadena del libro en un momento en que tratan de construirse alianzas. "Nosotros no tenemos que reconciliarnos con nadie, porque no hemos dicho nada en contra de Amazon", apunta uno de ellos, "lo que pedimos es que se respete el precio fijo [la ley establece que los títulos deben venderse en España al mismo precio, sea cual sea el canal de venta]. Si hay que apoyar a alguien, apoyaremos al más débil, no al más fuerte".
Es cierto que la plataforma de Jeff Bezos es cada vez más relevante en las cuentas de ventas de los grandes grupos, pero también en las de las editoriales independientes pequeñas y medianas, para quienes presenta ciertos dilemas. Lo explica Diego Moreno, del sello Nórdica: "Casa del Libro era nuestro primer canal de venta, pero acabará el año siendo Amazon el primero", cuenta, algo que no es excepcional entre las editoriales de este rango. "Amazon nos da de comer, de alguna manera, pero también altera las reglas del juego, y a nadie del sector le interesa un futuro en el que una sola tienda cope el 70% de las ventas, porque las condiciones que podrían imponer serían mucho peores, como pasa en Estados Unidos". Amazon podría, por ejemplo, exigir descuentos inasumibles a las editoriales. Podría recurrir a distribuidores que no fueran los oficiales. Podrían darse casos de piratería y copia dentro de la propia plataforma.
Los checos no usan Amazon, pero Amazon usa a los checos
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Una mujer observa el escaparate de una librería de San Sebastián durante la fase 0 de la desescalada. .
Habla Blanca Cambronero, editora en el sello especializado en ensayo político Capitán Swing: "Sabemos el problema que plantea, y que si viviésemos solo de aparecer en Amazon las editoriales independientes y todos los proyectos pequeños desaparecerían, porque no tienes visibilidad y compites con todo. Nuestro catálogo y el de muchas editoriales pequeñas se basa en apostar por cosas distintas y aportar diversidad en el sector". Uno de los problemas es que las editoriales independientes y Amazon no suelen tener ningún tipo de contacto, como sí ocurre con las librerías, incluso con las grandes cadenas. No hay capacidad de negociación. Y tampoco hay ninguna posibilidad de convencer a la plataforma de los buenos que son los libros que uno edita: el algoritmo manda —y no es inocente: Amazon premiará en el algoritmo lo que le resulte más rentable—. Pero la multinacional es "un elemento más de la cadena del libro, lo queramos o no", advierte Cambronero, igual que lo son los supermercados o las grandes cadenas de librerías.
Junto al control gubernamental —que se respete la Ley del Libro, particularmente el precio fijo—, la editora considera clave "ofrecer alternativas viables y efectivas que sean suficientemente buenas como para que la gente se plantee comprar en otras plataformas". Aquí entra en juego todostuslibros.com, la web comunitaria creada por los libreros, que hasta ahora ha funcionado como catálogo —permite saber qué librería tiene en stock un título determinado— pero que se prepara para servir como plataforma de venta unificada. "Estamos haciendo ya pruebas reales entre nosotros", cuenta Álvaro Manso, de CEGAL, que organiza todo el proyecto. La intención de los libreros es que el lector pueda elegir que le sirva el título elegido la librería que prefiera, y que lo tenga en casa antes de tres días. Pese a la rapidez, no son aún los plazos de Amazon, pero CEGAL pretende que la plataforma se diferencie de otras formas: una atención al cliente cercana, contacto con la librería, recomendaciones hechas por profesionales y no por algoritmos. En otoño, aseguran, habrá ocasión de probarla.