35 años de Arco
Arco 2016: nostalgia por aquellos tiempos mejores
La sección se llama Imaginando otros futuros, pero todo en ella tiene un aire de reunión de antiguos alumnos. Para celebrar su 35 aniversario, la feria de arte Arco ha decidido llamar a algunas de las galerías estrella que la han visitado a lo largo de su historia. Juntas compondrían un dream team del arte contemporáneo, y quizás un estupendo grupo de invitados para soplar las velas del pastel de cumpleaños. Si no fuera porque la iniciativa pone de manifiesto que, de no tratarse de un evento especial, la mayoría de ellas no se habría molestado en poner los pies en la cita más importante del mercado español.
Cuando presentó sus planes para este año, el director de la feria madrileña, Carlos Urroz, explicó que el sistema de "país invitado" —el pasado año fue Colombia, el próximo será Argentina— se sustituiría por una convocatoria a 35 galerías internacionales de primer nivel que habían participado en el crecimiento de la feria desde su fundación en 1982. La única española de esta sección es la de Juana de Aizpuru, elegida en representación del resto por ser la fundadora de la feria. El reclamo para las demás era doble. Por una parte, se librarían de pagar los 250 euros por metro cuadrado que cuesta cada estand (y la media ronda los 50 metros: 12.500 euros, más 1.200 euros de gastos fijos). Por otra, Urroz tuvo la agudeza de fichar como comisaria a María de Corral, crítico de arte de gran prestigio y con muchos y buenos contactos. Aún así, finalmente solo han acudido 33. Mal augurio para el propósito de Urroz.
De ellas, 14 han decidido también pagar un espacio en el programa general, en el que participan 153 más. Las otras 19 no han considerado que les mereciera la pena. Una de ellas es la mexicana OMR, que no pisaba Madrid desde 2006 después de asistir puntualmente durante 17 años. "Lo dejamos pensando regresar en 2008. Pero, de repente, crash. Y al año siguiente fue peor, y 2010 peor, ¡y 2011 todavía peor!", relata elocuentemente Jaime Riestra, fundador de la galería junto a Patricia Ortiz Monasterio.
Su discurso anticipa lo que comentarán después los responsables de otros espacios: "Mientras tanto, otras ferias fueron tomando una relevancia nueva". Habla de Art Basel, la cita más importante de Europa, que movió ficha en 2002 para plantar una sucursal en Miami. México DF vio nacer el mismo año Zona Maco, y la neoyorquina The Armory Show ha crecido en los últimos años. Riestra señala que ARCO se ha quedado atrapada entre las fechas de estos dos eventos: el primero, punto clave del mercado emergente latinoamericano, tiene lugar la primera semana de febrero; el segundo, cima de la escena artística de la ciudad, se celebra la primera de marzo. "Se nos hace muy, muy difícil estar en las tres", dice Riestra. Está claro cuál es prescindible.
En el otro extremo de los dos enormes pabellones que la feria ocupa en el recinto de Ifema, está el espacio de Chantal Crousel, galería parisina que ha presentado a lo largo de su historia a artistas como Sophie Calle o Cindy Sherman y que tiene entre sus representados a Mona Hatoum o Tony Cragg. Repite las mismas palabras de alabanza hacia María de Corral —"Si no fuera por ella, por su insistencia, no sé si estaríamos aquí", había dicho Riestra— e incluye a Urroz en la ecuación: "Me gusta cómo ha tomado la feria". Su historia de desencanto con Arco es más intermitente y viene de más lejos: "En 1992, la crisis del petróleo fue muy dura para nosotros. Desde entonces, hemos preferido venir al programa Solo [que recoge la obra de un único artista]. Tampoco queremos volvernos perezosos en las ferias, queremos presentar convenientemente la obra de nuestros artistas, y hay que elegir", explica. De nuevo, Arco se queda fuera.
El belga Jan Mot entorna los ojos. A su espalda, los trabajos de Mario García Torres e Ian Wilson (pequeños, discretos) contrastan con el despliegue de grandes formatos y colores vistosos que copan el pasillo central. "Tendremos que pensar si volvemos... Es difícil. Se puede perder mucho dinero con esto y ya no conocemos el mercado español", dice uno de los grandes de Arco, que había desertado años atrás. Aunque, sorprendentemente, hace más negocio en España que en Alemania, asegura que las ventas en este país son "muy pocas". No se imagina volviendo a ser exhibidor habitual en Madrid porque, de todas formas, "las ferias son demasiado visuales, conservadoras per se". "No es el ambiente más adecuado para nuestro tipo de obras", dice. Solo van a un par al año. Y no son Arco.
Entre las galerías españolas, los ánimos están bien altos. En la sevillana Alarcón Criado han vendido tres piezas en apenas una hora y confían en la posibilidad de que la presencia de estas 33 estrellas atraiga a más coleccionistas extranjeros: "Desde luego, suben el nivel". "Esto es ponernos en el punto de mira", dice Angels de la Mota, de Estrany de la Mota. Juan Luis López, de la cacereña Casa sin Fin, es más escéptico: "Creo que los coleccionistas de esas galerías no son del mismo tipo que los nuestros". Los tres coinciden en que, de todas formas, no tiene mucha elección: "Para una galería española, no estar en Arco es como no existir".
¿Y las latinoamericanas, que la actual dirección ha señalado como un posible caladero? Carmen Araujo, de Caracas, repite lo que dicen muchos: "Es la forma más sencilla de entrar en el mercado europeo". Es la primera vez que vienen y buscan más allá del mercado local, quizás porque saben que este no es el más boyante. En el otro extremo, la brasileña Casa Triangulo acude ininterrumpidamente a la cita desde 1998. "Nuestros artistas son americanos, es un mercado cercano", dice Fernando Werney, sonriente. ¿Cuál es la feria más importante en ventas, de cuál no podría prescindir? El joven guarda silencio unos segundos. "Tendría que decir Art Basel Miami Beach".