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Artemisia Gentileschi ya demostró en el Barroco que la pintura no es sólo cosa de hombres

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En el marco del Barroco destacan muchos nombres, y uno de ellos es Artemisia Gentileschi (1593-1653). Se trata de una pintora italiana que sobresale no solo por emplear las tendencias artísticas de la época con gran profesionalidad, sino sobre todo por marcar su propio rumbo y diferenciar sus obras en una época en la que la pintura era una cosa de hombres. Este periodo, conocido por su dramatismo y emotividad, encontró en Gentileschi una artista que no solo cumplía con los estándares barrocos, sino que también desafiaba las convenciones de género arraigadas en la sociedad del siglo XVII. 

En la Italia de la época las mujeres pintoras no eran bien recibidas. No se les permitía seguir el mismo itinerario formativo que los hombres, quienes podían estudiar anatomía, geometría y perspectiva. Esta “falta de formación” hacía que se justificara el veto femenino en las academias, con el pretexto de que las pintoras no estaban lo suficientemente preparadas. De esta forma, también se las dejaba fuera de los encargos artísticos, los mismos que les podían dar prestigio e ingresos. 

Gentileschi no respondía a lo que se esperaba de las mujeres italianas del siglo XVII. Recibió formación artística en el taller de su padre y no se limitó a pintar naturaleza muerta —género que estaba considerado típicamente femenino—. Con el paso de los años su talento fue cada vez más reconocido, llegando a ser en 1616 la primera mujer aceptada en la Academia del Disegno de Florencia (considerada la primera academia artística del mundo). A pesar de que actualmente su figura no es muy conocida, la fama que tuvo en vida hizo que gozara de la protección de duques y la admiración de muchos señores y mecenas romanos. 

Las obras de esta pintora encajan a la perfección en el Barroco —corriente que se caracterizó por la espectacularidad y emocionalidad de sus escenas, donde predominaban los temas bíblicos—. Caracterizadas por el realismo, los colores intensos y los juegos de luces y sombras, las pinturas más conocidas de Gentileschi reflejan pasajes o personajes religiosos. Es el ejemplo de Susana y los viejos (1610), la obra más antigua que se conserva de la artista y que destaca por el tratamiento poco común que hace del pasaje bíblico que representa. Según la Biblia, Susana era una joven casada que se estaba dando un baño a solas cuando la sorprenden dos señores mayores que pretenden agredirla sexualmente. Intentan coaccionar a Susana para que mantenga relaciones sexuales con ellos, amenazándola con difamarla y decir que se ha quedado sola, sin sus doncellas, para encontrarse con un joven. A pesar de las amenazas, Susana se mantiene firme y no cede a sus exigencias. En respuesta, los ancianos la acusan de adulterio, logrando que sea condenada a muerte (condena que es evitada por el profeta Daniel y que finalmente recae en los viejos). 

En el cuadro de Gentileschi Susana muestra un claro rechazo a los ancianos, que la han sorprendido. Al mismo tiempo, la actitud de los dos hombres es claramente invasiva, justificando la expresión y la posición de defensa de la joven. Sin embargo, la representación que se ha hecho de este mito no siempre tiene un tinte de denuncia, al contrario. La historia de Susana suele estar marcada por un fuerte erotismo —a pesar de tratarse del intento de una violación—. Se constata en el caso de Susana y los viejos de Tintoretto, un pintor italiano que elige no pintar el instante dramático en el que los dos ancianos revelan abiertamente sus intenciones a Susana, ni tampoco la ejecución del castigo a los viejos. Optó por pintar a la protagonista observándose en un espejo en el entorno tranquilo de un jardín idílico, de manera que la atención se centra en el componente erótico de la escena y se olvida lo traumático del pasaje. Este cambio de perspectiva en la obra de Gentileschi es lo que hace que se hable de una visión “casi feminista” en sus cuadros. 

La violación que marcó su vida y obra

Cuando se habla de la obra de Gentileschi y se trata de explicar la peculiar perspectiva de sus cuadros se recurre a uno de los episodios más trágicos de su vida: fue violada repetidas veces por su maestro cuando tenía 16 años. Este acontecimiento fue el que hizo que su biografía no pasara desapercibida con el paso de los siglos. Además, se han conservado las actas del juicio —en él su maestro fue condenado a un destierro de cinco años del que después fue absuelto—, lo que aumentó el morbo en torno a su biografía. José Miguel Gámez Salas, en un estudio sobre la trayectoria de Gentileschi, explica cómo esta violación “condicionó decididamente su tipología iconográfica” marcándola de un carácter “punitivo”, pudiendo así dividir su obra temáticamente entre “la venganza y la heroicidad”. 

Dentro de esta primera se podría incluir Judit decapitando a Holofernes (1621), un cuadro donde predomina la brutalidad y la agresividad. Raquel, historiadora del arte, gestora cultural y divulgadora en redes sociales bajo el nombre de @romaquel, compara esta obra de Gentileschi con la obra de Caravaggio Judit y Holofernes. Explica cómo, a pesar de que la composición de la obra o el tratamiento de la luz pueden ser parecidos —algunos historiadores encuentran muchas similitudes entre ambos artistas—, la divulgadora asegura que “artísticamente no tiene nada que ver”, pues cree que Artemisia trata de denunciar las violaciones que sufrió. Mientras que en el cuadro de Caravaggio el espectador tiende a fijarse en la belleza de Judit, en el de Gentileschi la ejecución de la obra da protagonismo a la decapitación en sí. De nuevo, el mismo mito es representado por la artista de una manera rompedora, diferenciándose de sus contemporáneos. 

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Por otra parte, Gámez Salas afirma que se podría hablar de heroicidad en los cuadros en los que Artemisia pintó a figuras femeninas fuertes como Cleopatra o Lucrecia, pero también en sus autorretratos. @romaquel explica a infoLibre la fuerza que tiene su Autorretrato como alegoría de la pintura (1638). En la época en la que hizo este cuadro “para las mujeres retratarse a sí mismas pintando era una osadía, era algo solo propio de los hombres”. Con esto buscaba ser reconocida y aceptada como pintora. 

Esta perspectiva disruptiva es lo que la ha convertido en una figura recuperada por el feminismo siglos más tarde. Aun así, cuando se habla de esta pintora a día de hoy, historiadoras del arte denuncian la lectura que se hace de su vida y obra, marcada siempre por la violación de su maestro, pasando por alto el reconocimiento del que gozó en su día. Elena Trapanese, profesora de la Universidad Autónoma de Madrid, se pregunta “¿Qué pasaría si dejáramos de permitir que un evento traumático condicionara, como punto de partida exclusivo, la lectura de la obra de Artemisia? ¿Qué pasaría si Gentileschi fuera una “gran” artista sin más?”. En su artículo Artemisia Gentileschi: de heroína maldita a maestra del Barroco italiano, Trapanese reivindica la figura de esta pintora “no solo como mito o heroína maldita, sino como maestra, como un referente imprescindible”. Y con esto no pretende “obviar su vida”, sino estudiarla “como circunstancia de su producción, intentando no caer en fáciles clichés”. 

La historiadora @romaquel sostiene que la relevancia de Artemisia persiste en la actualidad, destacando "dos interpretaciones posibles" de sus obras. La primera apunta a la denuncia de las circunstancias que la propia artista experimentó, plasmadas en cuadros sangrientos, crudos y provocativos, donde las mujeres son retratadas como verdugos de hombres. La segunda interpretación, más contemporánea, sugiere que las obras de Gentileschi podrían representar a todas las mujeres (incluyendo las actuales). Según esta perspectiva, sus obras capturarían "la rabia" que las mujeres experimentan hoy en día al enfrentar diversas formas de violación de sus derechos, reflejando las experiencias desagradables que, como la propia artista, muchas han vivido con hombres.

En el marco del Barroco destacan muchos nombres, y uno de ellos es Artemisia Gentileschi (1593-1653). Se trata de una pintora italiana que sobresale no solo por emplear las tendencias artísticas de la época con gran profesionalidad, sino sobre todo por marcar su propio rumbo y diferenciar sus obras en una época en la que la pintura era una cosa de hombres. Este periodo, conocido por su dramatismo y emotividad, encontró en Gentileschi una artista que no solo cumplía con los estándares barrocos, sino que también desafiaba las convenciones de género arraigadas en la sociedad del siglo XVII. 

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