'Caleta Palace', regreso al hotel donde se alojaban novelistas, traficantes y espías en vísperas de 'La desbandá'
Al no conseguir tomar Madrid tras el golpe militar de julio de 1936, los sublevados pusieron sus ojos en Málaga, un puerto estratégico a orillas del Mediterráneo que debía convertirse en la primera victoria para Franco. La ciudad de la luz, convertida en Málaga la roja por su fuerte movimiento obrero, resistió heroicamente durante casi siete meses, pero terminó cayendo el 8 de febrero de 1937, perpetrando acto seguido las tropas fascistas (con gran apoyo italiano) una de las barbaries más horrorosas de la Guerra Civil, conocida como La desbandá o Masacre de la carretera de Málaga a Almería, convertida en única vía posible de escape para una población totalmente indefensa.
La desbandá es un genocidio relativamente conocido (no tanto como debería), pero el asedio previo a Málaga es uno de los capítulos más desconocidos de la contienda, relegado con el paso de los años por el peso de otros acontecidos en Gernika, Madrid o Barcelona. Una injusticia histórica que choca con la atención internacional que la ciudad andaluza atrajo durante aquellos siete meses de resistencia progresivamente resquebrajada hasta la rotura final. Medio año de lucha y esperanza prácticamente aislada por culpa de la propia geografía, que llevó a las autoridades de la ciudad a actuar en no pocas ocasiones al margen de las decisiones del gobierno republicano.
En aquel ambiente se erigió como punto de encuentro de los personajes más variopintos el Caleta Palace, actualmente un edificio de la Subdelegación de Gobierno que fue antes un hospital y aún antes, en los años veinte, un hotel glamuroso que recibía como huéspedes a la familia de Manuel de Falla o de Federico García Lorca y tuvo mucho ambiente de los poetas de la generación del 27. Ubicado a pie de playa en el barrio burgués de El limonar, se convirtió en el favorito de todas las celebridades que pasaban por la ciudad, desde Buster Keaton a Imperio Argentina o Victoria Kent. Pero todo cambió drásticamente pasado el ecuador de la década de los treinta.
"En la guerra se convirtió en el centro de intrigas entre periodistas y militares, que durante el período republicano eran sobre todo soviéticos, y luego tras la caída entran los italianos y los franquistas", rememora a infoLibre el cineasta José Antonio Hergueta, director de la película documental Caleta Palace, nominada en esta categoría a la próxima edición de los Premios Goya y que llega este viernes a las salas comerciales tras su estreno en festivales como los de Sevilla, Almería o Málaga. "Era un sitio en cuyo bar se compartían las crónicas y se buscaban las intrigas para saber lo que estaba pasando. En cierto modo, con ese ambiente que podía tener el Hotel Florida en Madrid", añade.
A modo de falso documental, ocho personajes de distintas procedencias e idearios, todos tocados por la escritura (literatos o periodistas de distintas nacionalidades), narran en primera persona sus vivencias en esos siete meses que van desde el verano revolucionario hasta el asedio y la conquista. En primera persona, describen la dureza de una contienda civil, la ruptura de la convivencia, pero también la humanidad en los momentos más críticos. Ocho relatos entrecruzados que, más allá de la memoria de aquellos días convulsos, comparten una empática delicadeza hacia la condición humana en las condiciones más desconcertantes y adversas.
Miguel Rellán (como sir Peter Chalmers Mitchell), Nadia de Santiago (Gamel Woolsey), Pedro Casablanc (Koestler), Fernando Ramallo (Gerald Brenan), Miguel Hermoso (Bolín), Amparo Bilbao (Mercedes Formica), Ana del Arco (Gerda Grepp) y Pepe Viyuela (Bonaventura Caloro) conforman un reparto que da voz y vida a esos testimonios reales sobre el impacto que Málaga tuvo en sus vidas, hasta el punto de volcar sus experiencias en libros, diarios personales y fotografías que al unirse desarrollan ahora esta película en la que las imágenes de archivo del pasado se entrelazan con otras del presente, maquetas y la propia dramatización de los intérpretes compartiendo sus experiencias como si se las estuvieran contando a la cámara poco después de haber acontecido.
"He intentado hacer una historia de un episodio que apenas se conoce de la Guerra Civil, de Málaga, y tuve la suerte de encontrarme unas voces originales que hablan de eso. Fui tirando del hilo y aparecieron más testimonios, casi todos extranjeros, e independientemente de que casi todos son afines a la República, son capaces de mirar de otra manera y fijarse en el lado más humano", plantea el director, quien quería acercarse a la contienda de una manera "distinta". Por eso, invita "a quien vea la película a que sea capaz de entrar por otra puerta en un relato que parece que está todo contado, pero es mentira".
De hecho, lamenta que "en Málaga hay poca conciencia de lo que paso en esos siete meses, no solo por el borrado que hubo después, motivado por lo mal que ambos bandos gestionaron lo que pasó allí, sino también porque tuvo mala suerte al ser la primera capital en caer" y ser así tapada en la historia por el peso de las siguientes. Desde el presente, Hergueta, malagueño, confiesa que aún hoy cuando pasea por El limonar le parece "imposible que en un sitio tan precioso y con la luz de Málaga incluso en invierno pueda pasar un desastre así". "En cierto modo eso es parte también de lo que nos cuentan los personajes, cómo puede pasar el paraíso a convertirse en un infierno y cómo la gente se deshumaniza. En estos ocho personajes está la oportunidad de viajar hasta ahí", reflexiona, aún apostillando: "Te cuesta creer que los humanos seamos capaces a veces de estos disparates".
Un culpable crucial en ese apagón moral que asoló la ciudad de la luz hasta convertir el paraíso en el infierno fue Queipo de Llano, villano por todos conocido y determinante en esta historia con sus iracundas amenazas radiofónicas a medida que avanzaba la contienda. "Era malvado pero fascinante, porque creó un personaje radiofónico con esos discursos que también enardecían el odio. En realidad, fue una cosa muy moderna por aquel uso de la radio, que luego los nazis llevan mucho más lejos, a lo que hay que unir los bombardeos sistemáticos que Málaga sufrió la primera... Estos son elementos en los que no he querido insistir pero hacen original este asedio", apunta.
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Hergueta, muy vinculado a la Guerra Civil durante su larga trayectoria de tres décadas como documentalista, empezó a imaginar este proyecto mientras hacía Operación Úrsula (2006), otro documental sobre un submarino republicano hundido frente a Málaga. Así fue como conoció a personajes como el zoólogo escocés Sir Peter Chambers, el escritor húngaro Arthur Koestler o el periodista sublevado Luis Bolín. Tirando del hilo, investigando y leyendo sus escritos terminó finalmente atrapado por un relato olvidado que todavía tenía mucho recorrido y que le llevó a dirigir Paraíso en llamas (2020), un corto también nominado al Goya y que puede considerarse embrión de Caleta Palace.
Y tanto potencial ve en esta historia el cineasta que la está convirtiendo en todo un proyecto multidisciplinar para el que están produciendo un podcast mientras planea también una exposición y una adaptación teatral. "Esa vocación transmedia me estimuló mucho y quedé fascinando por este relato coral y múltiple de Málaga y lo que pasa en una Guerra Civil", admite, recordando que ya el pasado año hicieron una lectura dramatizada en la ciudad donde todo pasó, y este martes 16 de enero harán otra en el Ateneo de Madrid con los actores del reparto. "Es un formato bonito que está de moda, y es muy poderoso escuchar sus palabras directamente", subraya.
"Yo creo que todo es memoria", afirma, a la vez que defiende que "trabajar sobre estos testimonios revive cosas" que están más o menos adormiladas: "La invitación al espectador es entrar en ese sufrimiento, en la realidad de cómo se destroza la vida cotidiana y la humanidad, de cómo llegas a odiar tanto al contrario. Eso, desgraciadamente, pasa todo el tiempo en alguna parte y puede volver a pasar. Este tipo de obras hayan mucho a llegar a otros sitios y a entender un poquito más de nosotros mismos, incluso de esas partes oscuras que todos tenemos y que, si las conociéramos, sería más fácil dominarlas. O, por lo menos, cabalgarlas con menos peligro".