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Los cines de barrio, espacios de resistencia contra el paso del tiempo, el individualismo y el consumismo sin sentido

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Acudir al cine caminando y no tener que desplazarse varios kilómetros hasta las afueras en vehículo privado. Saludar a los vecinos del barrio, conversar, construir comunidad, tomarse algo en el bar de abajo. Una vida más cercana a una velocidad más asumible, ajena al ajetreo del centro comercial donde las películas son un reclamo más entre centenares de franquicias luminosas. Siempre las mismas, en Galicia o en la Conchinchina.

No hace tanto tiempo, meterse en un cine sin haberlo planeado, simplemente porque pasabas por delante paseando, era posible porque las salas formaban parte del paisaje urbano cotidiano de nuestras ciudades. Todos podemos recordar dónde estaban algunas de ellas, ahora convertidas en hipermercados, grandes tiendas de electrodomésticos o cadenas de moda. Siempre las mismas, en Madrid, en Berlín o en Pekín.

Estos enclaves culturales de antaño han desaparecido. Los han barrido en nombre del dinero, del beneficio económico. Pero aún hay esperanza gracias a los cines independientes de barrio: pequeños y contados espacios de resistencia comunitaria contra el paso del tiempo y la gentrificación. Faros que nos alertan del individualismo al que nos conduce esta sociedad de consumo que nos recluye viendo lo que sea en streaming y pidiendo comida a domicilio. La pandemia y el confinamiento hicieron el resto.

"Traemos las películas de todo tipo al barrio para que los vecinos no se tengan que ir a la otra punta", explica a infoLibre el coordinador general y programador del cine barcelonés Zumzeig, Albert Triviño, quien remarca que el ambiente que se crea en la puerta antes y después de las sesiones "es muy bonito". "Es recuperar algo que se ha ido perdiendo, que es la reunión, la vida social. Somos una pantalla abierta al barrio y no solo una sala de cine donde ves la película y te vas".

Zumzeig, ubicado en el barrio de Sants, abrió en 2013 y en 2016 se convirtió en un cine cooperativo y participativo sin ánimo de lucro. Cuenta con una única sala de 73 butacas y más de 500 socios que participan de su vida diaria y de una cartelera con películas independientes, alternativas, de autor o reivindicativas, que no tienen cabida en los complejos comerciales. Siempre en versión original.

"Somos un cine, pero también un centro cultural con todo tipo de propuestas", apunta Triviño, quien enumera que hacen presentaciones con directores, charlas sobre documentales, sesiones de videoarte, para público infantil, presentaciones de libros, escuchas de música e incluso actividades en la calle. Cuentan también con un pequeño bistró para "recuperar los cines como espacio de encuentro, de diálogo y de reflexión".

Por un cine en un centro comercial al final pasa muchísima gente y no puedes tener un trato tan personalizado

A media caminando del kilómetro cero de España abrieron en Madrid en julio de 2020, coincidiendo con la desescalada del confinamiento, los Cines Embajadores, ubicados donde antes había una sucursal cerrada de La Caixa. "Llevamos un añito y medio y conocemos a muchísima gente que ya viene y nos saluda por nuestros nombres. El trato es cercano, la atención es personalizada. Hay ya unos vínculos y una cierta amistad incluso con algunas personas", destaca el programador y responsable de prensa, Fernando Lobo, sobre este proyecto que cuenta con 194 butacas, apostillando: "Por un cine en un centro comercial al final pasa muchísima gente y no puedes tener un trato tan personalizado".

La última ocurrencia para atraer al público a los Cines Embajadores ha sido convocar una Sesión teta los jueves a las 12 del mediodía solo para madres o padres con sus bebés, con volumen adecuado y una luz tenue. "Intentamos dar cabida a todo tipo de público y dinamizar la programación para que esta sea la casa de todos proponiendo cosas diferentes", señala, al tiempo que recuerda que tienen también sesiones de cine mudo con piano en directo, otra sesión vermú y un ambigú con una barra y una cafetera. En el horizonte, planes de poner hasta una terraza en la calle.

Porque los cines de barrio son mucho más que eso y, precisamente por eso, pueden ser lo que imaginen ser. Ese es el caso de Numax, una cooperativa de trabajo asociado con 700 socios ubicada desde 2015 en el centro de Santiago de Compostela y que es un cine con 70 butacas, librería, laboratorio de diseño gráfico y de postproducción de vídeo. Son, según indica a infoLibre su programador, Xan Gómez, la única sala gallega que siempre proyecta en versión original películas "más arriesgadas sin distribución" y reposiciones de cine clásico. Además, mantienen una línea de cine didáctico de trabajo con las escuelas y los institutos de la zona.

Y plantea Xan Gómez: "Queremos ser un espacio céntrico de proximidad. En este momento en el que empieza a predominar la experiencia individualizada y doméstica de las plataformas, de comprar el libro a través de una app, nosotros reivindicamos como absolutamente actual y necesario la experiencia de ver una película con más gente en pantalla grande y comentarla después. Nos encanta, por supuesto, que la gente nos pregunte por las películas, que solicite recomendaciones en nuestra librería sea todo mucho más humano".

Con una visión similar, en Palma de Mallorca están desde 2012 los Cines Ciutat donde antes había unos Renoir. Funcionan como asociación de utilidad pública, ahora mismo con 825 socios y 523 butacas. Y más allá de continuar con la difusión de cine de autor y versión original, tiene otros objetivos claros: desarrollo de audiencias (público infantil y educación audiovisual), ofrecer una ventana para el talento y la lengua local, un elemento participativo convirtiendo al cine en un espacio proactivo y no solo pasivo para el espectador, y ser una entidad con valores tanto dando difusión como actuando conscientemente en el aspecto social y medioambiental.

El responsable de programación de Cines Ciutat y vicepresidente de la Red de cines independientes españoles (PROMIO), Javier Pachón, resalta que fueron el primer cine de España que "funciona al cien por cien con energías renovables" y tienen campañas de acercamiento del cine a colectivos "vulnerables". Además, tiene dos lemas: Yo tengo un cine ("porque legalmente si eres socio eres copropietario") y Más que un cine ("ya que el cine es uno de los últimos espacios comunitarios que quedan en las ciudades y tenemos que ser algo más que poner películas").

Puedes preguntar a internet por una buena película y te devolverá 10.000 respuestas, pero si se lo preguntas a tu cine de proximidad te dará la correcta

Con la perspectiva de los diez años que cumplirán los Cines Ciutat en 2022, Pachón ve su labor como un "equilibrio extraño de innovación y de volver a los orígenes". "La pandemia simplemente ha acelerado unos procesos que ya estaban ahí y, al mismo tiempo, también ha puesto en valor una serie de elementos muy básicos que el cine también representa: la curaduría, la proximidad, compartir con otras personas", reflexiona, para después lanzar: "Puedes preguntar a internet por una buena película y te devolverá 10.000 respuestas, pero si se lo preguntas a tu cine de proximidad te dará la correcta".

El director general de la Federación de Cines de España (FECE), Luis Gil, enfatiza que los cines más independientes, que suelen estar situados en el centro de las ciudades, en los barrios, son "realmente puntos neurálgicos". "Son puntos de referencia a nivel cultural para los vecinos y son un canal fundamental para la difusión de la cultura de otros países". "Respecto al modelo de cine en ciudad o en centro comercial, creo que ambos tienen su mercado y su hueco. Cada uno tiene su público y su función, tanto desde un punto de vista cultural como económico", remata.

Según el 23º Censo de salas de cine de la Asociación para la Investigación de Medios de Comunicación (AIMEC), a 1 de julio de 2021 estaban abiertos un total de 664 locales con 3432 pantallas y 723.645 butacas. A estas cifras habría que sumar los cines que cerraron por la pandemia y que no estaban operativos todavía en la fecha de este último recuento: 42 locales más con 131 pantallas y 28.646 butacas. Números que dan la verdadera dimensión de la labor titánica de estos pequeños cines de barrio, capaces a pesar de todo de ser dinamizadores culturales y sociales absolutamente esenciales.

En un contexto muy cambiante a nivel tecnológico, nadie sabe hacia donde van a ir las tendencias, pero Xan Gómez (Numax) defiende que mucha gente todavía precisa y reclama estos enclaves de encuentro para "salirse un poco de toda esta sobreoferta de productos que incluso dan dolor de cabeza a veces". Por eso, argumenta que puede que lo que ellos hacen no sea exactamente "terapéutico", pero desde luego sí que es un lugar de "calma para disfrutar de las cosas en su debida manera".

"El abismo de la oferta infinita de internet tampoco es placentero", asevera Pachón, quien resume la labor de los cines de proximidad en la "confianza" de un público que pide consejo para descubrir cosas nuevas. Y cuenta una anécdota que da idea del ambiente que reina en los Cines Ciutat: "Nada más reabrir nosotros pusimos El año del descubrimiento, el Goya a Mejor Documental del año pasado. Y hay un momento que una de las personas de la película da un speech maravilloso y uno de los asistentes gritó ¡Bravo! y toda la sala se puso a aplaudir. Es un ejemplo muy extremo, pero eso, la experiencia de reír o llorar en comunidad, en tu casa no te pasa por muy grande que sea tu pantalla".

Triviño insiste en que el motor de Zumzeig es "hacer algo para la comunidad", como cuando recientemente festejaron su quinto aniversario con actividades gratuitas en la calle. Asimismo, apunta que más allá del barrio de Sants colaboran como pueden con las instituciones de la ciudad, haciendo por ejemplo sesiones de cine al aire libre en las plazas en verano. Por eso, lamenta el cierre de cines, ya que así las ciudades pierden cultura: "Y se sigue perdiendo también la arquitectura de los cines, porque a la mínima te tiran el edificio abajo y te ponen un supermercado".

"El centro de Madrid se ha gentrificado a todos los niveles", lamenta Lobo (Cines Embajadores), quien concluye lanzando un pensamiento retórico: "Igual no es necesario que todos los barrios se llenen de supermercados o tiendas de electrodomésticos, de grandes superficies de cadenas de cosas. Es como ir a una frutería o una librería familiar, que sabes que son personas que han puesto en pie su negocio con el sudor de su frente. Se pueden hacer también negocios de otro tipo que funcionen y den vida al barrio porque, además, cada vez salimos menos de casa. Como sociedad, nos estamos haciendo más vagos". 

Acudir al cine caminando y no tener que desplazarse varios kilómetros hasta las afueras en vehículo privado. Saludar a los vecinos del barrio, conversar, construir comunidad, tomarse algo en el bar de abajo. Una vida más cercana a una velocidad más asumible, ajena al ajetreo del centro comercial donde las películas son un reclamo más entre centenares de franquicias luminosas. Siempre las mismas, en Galicia o en la Conchinchina.

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